SOCIEDAD › ALTA MEDICA A LA NENA DEL CORAZON ARTIFICIAL
Como no podían hacerle un trasplante, le colocaron un equipo de bombeo externo. Su corazón se recuperó y trabaja con normalidad.
La posibilidad de que el corazón de Berenice se recuperara era remota. La nena de 18 meses, a la que hace cuarenta días se le había implantado un corazón artificial, era remota. Pero ocurrió. Gracias a la mejoría experimentada por la pequeña, los médicos decidieron darle el alta. Ayer ya se paseaba por entre las piernas de sus padres en la conferencia de prensa que brindaron en el hospital porteño Pedro de Elizalde, donde se atiende. Resta esperar su evolución para saber si aún necesitará recibir un trasplante de corazón. “Entró por una ventana muy pequeña de posibilidades”, se alegró ante Página/12 Florentino Vargas, jefe del Servicio de Cirugía Cardiovascular y encargado de realizar la operación.
Hacia fines de octubre, Berenice Molina había llegado a la ex Casa Cuna con un diagnóstico de una anomalía coronaria congénita que le había provocado una miocardiopatía dilatada. O sea que a partir de una malformación en una de sus arterias coronarias experimentó la expansión de su ventrículo izquierdo, que al tener un tamaño mayor al normal causaba que la sangre no fuera bombeada a los órganos y se acumulara. “El músculo cardíaco estaba muy deteriorado, tan dilatado que su diámetro era mayor al de un adulto”, explicó Vargas.
En ese estado, la niña estaba internada aguardando un trasplante de corazón. La situación se complicó y comenzó a necesitar medicación para lograr la contracción del ventrículo. Por eso se decidió conectarla a un ventrículo artificial, traído especialmente desde Alemania, con el cual podría esperar un trasplante. Fue la primera vez que una operación así se realizaba en América latina y se transformó en el primer caso probado en pacientes pediátricos en el mundo.
La operación fue el 14 de diciembre. En unas diez horas de trabajo, el equipo de cirujanos conectó el corazón de Berenice a una bomba artificial que descansaba sobre su abdomen y con una máquina para bombear la sangre, reemplazando la función del ventrículo deteriorado. En el mismo procedimiento, también se reparó la malformación de la arteria, con la esperanza de que en el futuro el corazón volviera a realizar su trabajo. Y así fue.
“Habíamos corregido la anomalía coronaria y reimplantamos la arteria –indicó el médico–. Después, muy lentamente comenzaron a recuperarse las zonas que estaban dañadas y, con ellas, la función cardíaca. A dos semanas de la intervención había una mejoría, pero muy poquitito. Y ya para Navidad, el ventrículo empezó a contraerse.” Quince días más tarde, el 7 de enero, la máquina que bombeaba la sangre fue apagada y desconectada de Berenice. Ya no la necesitaba.
“Pasamos de tener una chica que, por su condición, no podía recibir un trasplante hasta que no mejorara y tenemos a una chica que tiene una excelente calidad de vida. Ahora la nena deambula y aumentó dos kilos en los últimos cuarenta días, una recuperación en el peso que jamás podría haber hecho con su corazón original”, aseguró Vargas.
Berenice está temporariamente fuera de la lista de pacientes del Incucai. Aunque resta aguardar su evolución y que recupere su función cardíaca por completo para descartar totalmente un próximo trasplante. “Si bien el pronóstico no es definitivo, la evolución lenta y progresiva hace que tengamos la esperanza de una mejoría definitiva”, señaló.
“Estamos contentos y muy agradecidos por este logro que me permite tener a mi hijita en brazos”, contó Adriana Molina, la madre de Berenice. “Desde el viernes está caminando. Es como un sueño que se hizo realidad”, agregó David, el padre. La familia Molina pasará algún tiempo más en Buenos Aires para realizarle controles diarios a Berenice y luego podrán regresar a su casa en Villa Gobernador Gálvez, provincia de Santa Fe.
Según detalló Vargas, el corazón artificial, que puede volver a usarse, se utiliza en dos casos: para pacientes que por su grave estado no pueden seguir esperando con su corazón un trasplante que necesitan irreversiblemente, y para aquellos casos –como el de Berenice– en los que se reemplaza momentáneamente la función cardíaca, pero en los que existe la posibilidad de una mejora.
Más allá del caso particular, Vargas destacó la importancia del corazón artificial, porque “nos permite contar con un recurso más para reducir la mortalidad entre los chicos que están en lista de espera aguardando un corazón de donante cadavérico. Yo participé del primer trasplante de corazón en 1990 y he visto morir a muchos chicos esperando un corazón”.
Informe: Lucas Livchits.
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