Mié 25.01.2006

SOCIEDAD

Las playas de Cariló, con mucho espacio y tranquilidad cinco estrellas

La afluencia de turistas, 15 mil por día en promedio, preocupa a los históricos con casa propia. Hay más congestión en el centro, por la noche, que en la playa. Los jóvenes buscan Gesell o Pinamar.

› Por Carlos Rodríguez
Desde Cariló

“Venimos a Cariló porque es el lugar más tranquilo de la costa.” La respuesta está en boca de nueve de cada diez turistas consultados sobre las razones por las cuales vienen a veranear, por lo general desde hace “muchos años” –otra respuesta contundente y reiterada–, a estas playas cuyo nombre proviene de una voz indígena que significa “médano verde” y cuya orientación, merced al gusto refinado de sus habituales, es bien europea. Las playas son muy amplias y dejan luz entre carpa y carpa, entre sombrilla y sombrilla, entre grupo de bellas jóvenes tiradas al sol y grupo familiar que trajo a la abuela e incluso al perro, de paladar negro, como es obvio. Sin embargo, el congestionamiento del tránsito en la zona del centro comercial, donde las ventas siguen hasta bien entrada la noche, y las colas en los principales restaurantes o en las heladerías hacen recordar a cualquier fin de semana en Recoleta.

De acuerdo con cifras oficiales, en enero pasaron por Cariló 15.000 turistas promedio por día, más los que tienen casa en la zona y eligieron el primer mes del año para venir a la playa. La gran concentración de visitantes preocupa a los históricos y no por la aglomeración en los lugares públicos. Por algo las remeras para chicos y grandes, en los negocios, tienen mensajes ecológicos: “Cuidar la naturaleza es cuidar la vida”, dicen.

El tema que preocupa a los que tienen casa en Cariló deviene de un estudio hecho por el hidrogeólogo Jorge Mugni, a pedido de la Fundación Cariló. El informe asegura que “el agua para consumo domiciliario o en los hoteles se extrae del mismo reservorio acuífero al que se vuelcan los desechos biológicos”. La intendencia, a cargo del peronista Blas Altieri, minimiza la gravedad del problema y anuncia que el sistema cloacal comenzará a construirse en marzo próximo, pero los que buscaron en este lugar un paraíso de bosques, arena, mar y tranquilidad cinco estrellas siguen preocupados.

En Cariló, más allá de las multitudes que la colman, la paz se advierte por las noches en la música elegida, en vivo o grabada, que se escucha en los lugares de paseo o en los restaurantes: jazz cantado por una pareja de afinada voz, violines que enaltecen temas populares o música clásica, nada de rock y mucho menos de gritos. “Lo que nos importa es la tranquilidad, la buena mesa, la playa abierta, los chicos entretenidos y la seguridad, que es muy importante en estos tiempos”, afirman Rodolfo y Marina en la puerta del cajero automático, mientras un hombre de la seguridad privada custodia cada movimiento, sin mover una pestaña, sin que su presencia se note más allá de “lo justo y necesario”, aclara con una sonrisa. “Igual –asegura– y por suerte, este verano no pasa nada.”

Una de las personas más célebres de Cariló es Diana Boudourian, que los martes y miércoles se instala en el auditorio del Marcín Hotel para hacer lo que más sabe: dar recetas exclusivas para hacer comidas exquisitas, siempre con algún toque exótico. Cordero con kiwi y guarnición de arroz es uno de sus platos recomendados o filet de brótola con una salsa agridulce o budín de dátiles y nueces. “Las clases son muy sencillas, hasta mi señora aprendió a cocinar”, comenta Alberto ante un grupo de amigos, lejos del alcance auditivo de su mujer, que conversa con sus amigas, ignorando el mordaz bocadillo de su consorte. A Boudourian le gusta decir que “el gran secreto” del éxito que tienen sus charlas es que ella no se guarda “ningún secreto, como hacen otros colegas”, fustiga sin dar nombres.

Una de las curiosidades de Cariló es que, por lo general, en las noches, no hay muchos jóvenes –chicas ni chicos– caminando por el centro comercial. “No tuvimos muchos días lindos en enero, de manera que no hubo tanta playa, salvo pileta en la casa de alguna amiga y mucha noche fuera de Cariló”, afirman Sabrina y Melissa, a quienes es más fácil encontrar en Pueblo Límite, la disco que está a la entrada de Gesell, en el complejo Ku-El Alma, entre Pinamar y Ostende, o en las playas “más copadas” de Pinamar. “En Cariló lo que prevalecen son las tardes en paz y las noches de paseo por los bosques. Muy romántico todo, pero nosotros preferimos un poco más de acción”, dicen las chicas que se pasaron cinco días y noches seguidos pendientes del Gesell Rock.

A falta de modelos top, en las playas de Cariló es posible meterle un pase en profundidad al Beto Acosta, que fuera ídolo e inspirador de recordados escritos del querido Osvaldo Soriano. “Yo también estoy acá porque tengo paz, no hay marca pegajosa, ni empujones en el área”, bromea el histórico goleador de San Lorenzo, su club insignia, aunque jugó para muchos otros equipos. “¿Qué hago ahora que me retiré? Nada. Este es mi segundo año sabático y estoy en la gloria. “En la playa lo acompañan su mujer y sus tres hijos, Mickael, de 15 años, Sol, de 12, y Milagros, de 5. De todos modos, en las playas de Cariló nadie juega al fútbol. Sólo Rafael hace correr a sus perros labradores detrás de una pelota de tenis. Con la excusa de mirar a los canes, muchos desvían la mirada hacia la esposa de Rafael, la más linda de esta tarde de sol en Cariló.

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