Lotería Nacional, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, el querellante Ricardo Monner Sans y el juez porteño Roberto Gallardo firmaron ayer un acta-acuerdo por el cual los dos barcos-casino flotantes no podrán funcionar en el puerto de Buenos Aires sino únicamente en movimiento, en las aguas, en el marco de una especie de excursión de juego. Este régimen ya existe respecto de los cruceros, cuyos casinos sólo pueden operar cuando los barcos no están amarrados en el puerto, y rige también en muchas otras ciudades como Miami, en Estados Unidos. Es muy probable que la empresa operadora de los casinos bloquee esa acta-acuerdo apelando, como lo ha hecho hasta ahora, a la Justicia federal.

El conflicto con los casinos flotantes se duplicó el mes pasado cuando Cirsa, la empresa operadora, abrió su segundo barco, el “Princess”, amurallado en el puerto al lado del tradicional “Estrella de la Fortuna”, que empezó a funcionar en 1999. El juez Gallardo convocó para ayer a las partes involucradas: Roberto López, presidente de la Lotería Nacional; Jorge Gimeno, del Instituto de Juegos y Apuestas de la ciudad, y al abogado Monner Sans, quien presentó un amparo para que no se permitiera funcionar al segundo barco. En realidad, las leyes de la ciudad de Buenos Aires prohíben la existencia de casinos administrados en forma privada, pero ya en 1999 un juez sostuvo que el puerto es de competencia nacional, mientras que recientemente otro juez, Sergio Fernández, ratificó el mismo argumento para negarle a la ciudad el derecho de clausurar los barcos.

Gallardo, sometido a un juicio político que naufragó el viernes pasado, convocó a su despacho a Loterías, el Instituto y a Monner Sans para que le informaran sobre el proceso de clausura de los barcos que él ya ordenó y que la Cámara de Apelaciones porteña ratificó con un fallo en el que le dio la razón a Gallardo. El encuentro sirvió para buscar una solución al problema y derivó sorpresivamente en una acta-acuerdo, firmada por los cuatro presentes. Lo que se establece es que si Lotería Nacional y el Instituto de Juegos y Apuestas de la ciudad se ponen de acuerdo, los casinos podrán funcionar, pero en movimiento, o sea saliendo de las amarras del puerto. En muchas ciudades del mundo existe este sistema: la embarcación parte hacia aguas abiertas, en una excursión que suele ser de tres, cuatro o cinco horas, y en ese tiempo los jugadores hacen sus apuestas. Los barcos hacen dos, tres y hasta cuatro viajes diarios, entrando y saliendo del puerto, con lo que los jugadores tienen distintas opciones de horario. El único punto limitante es que mientras el barco está en puerto, amarrado, no se puede jugar. Lo mismo ocurre hoy con los lujosos cruceros que llegan a Buenos Aires. Muchos tienen casinos, pero funcionan sólo cuando el barco sale del puerto.

Se calcula que en los dos casinos flotantes se jugarían unos 6000 millones de pesos anuales, de los cuales un 20 por ciento va para el Estado. La Nación y la ciudad habían llegado a un acuerdo de compartir esos fondos, pero fue un pacto ante la demora y las trabas que se planteaban para clausurarlos. En verdad, los gobiernos de la ciudad siempre manifestaron públicamente su decisión de impedir el funcionamiento de los barcos en el puerto, entre otras cosas porque así lo establece la ley porteña.

El acta-acuerdo firmada ayer no se pondrá en marcha de inmediato porque para la empresa Cirsa el negocio no es el mismo. Como es obvio, le conviene más que los apostadores puedan subir y bajar del barco en cualquier momento y no limitarse a determinados horarios de salida. Por lo tanto, lo más probable es que siga trabando cualquier decisión o acuerdo avalado por Gallardo mediante recursos presentados ante los jueces federales. Hasta ahora la movida le dio resultados, al punto de que el “Estrella de la Fortuna” viene funcionando desde los tiempos de Carlos Saúl Menem.