SOCIEDAD › SEIS PINGUINOS ALEMANES SON “GAYS” Y VIVEN EN PAREJA
El zoo de Bremerhaven importó cuatro hembras para romper tres parejas de pingüinos machos. Furiosa protesta de organizaciones gays.
En el Zoo am Meer, en el puerto alemán de Bremerhaven, Baja Sajonia, las cosas se han puesto complicadas. Una andanada de mails, cartas, ofuscados llamados telefónicos y hasta alguna pancarta estampada frente al zoológico de parte de organizaciones gays de todo el mundo tienen como objetivo la oficina de Heike Kueck, directora del animalario. No es la primera vez que Kueck pasa por una instancia semejante. Todo empezó exactamente hace un año, cuando el cuidador del sector pingüinos descubrió que seis de los especímenes machos Spheniscus humboldti (o pingüinos Humboldt) se apareaban entre sí. Kueck, preocupada por la perduración de una especie en extinción, logró importar cuatro pingüinas del zoológico sueco Kolmardens djurpark. Fue el principio de la protesta gay por las libertades de los pingüinos. El plan montado por Kueck fracasó porque las chicas suecas llegaron fuera de la época de apareamiento y no hubo oportunidad para que demostraran sus dotes. Un año después, un informe del zoo reconoció que no hubo caso, que los machos se seguían prefiriendo entre ellos y que para calmar sus ansiedades incluso les habían provisto de huevos de piedra para cumplir con el mandato de empollarlos.
En principio, en el Zoo am Meer de Bremerhaven, ubicado en la zona portuaria de la ciudad, había 18 Shpeniscus humboldti, una especie considerada en extinción con no más de 20 mil individuos desparramados entre las costas del Pacífico de Chile y Perú. De los 18, 10 eran machos y ocho hembras. Hasta ahí todo bien, los humboldti no pasaban de ser una atracción más. El problema surgió, al parecer, a partir de un error de apreciación. Ocurre que no se puede determinar a simple vista el sexo de los pingüinos porque sus órganos sexuales no son externos. Como resultado, la distinción entre macho y hembra surge de la postura: la hembra se acuesta boca abajo y el macho se para encima de su cola, lanza su esperma que por la gravedad deja grávida a la pingüina. En el zoo tardaron en descubrir que seis de los machos habían formado parejas entre sí.
La primera lectura del caso fue que había más machos que hembras y vaya a saber si el frío de la región, la depresión de soledad (que también sufren los animalejos) o un deseo interno desconocido llevó a los seis machos a juntarse entre ellos. Siguiendo esa lectura, Kueck ideó la solución: importar cuatro pingüinas suecas, del Kolmardens djurpark de Ostergotland, Suecia, al sur de Estocolmo, donde lo que sobran son las humboldti hembras. La decisión desató la furia de organizaciones por los derechos lésbicos y gays de Bremerhaven, después de Alemania, de Europa y al final de todo el mundo.
“Tienen derecho a formar pareja sin interferencia humana”, bramaba un gay en los foros de Internet. “Yo no me lo creo lo de los pingüinos ‘gays”’, se mostraba escéptica una chica; “por qué no gastan esa plata en investigar remedios contra el sida”, criticaba otro. El grupo de presión gay Hosi atacó a Kueck clamando: “No rompan a las parejas felices”. Kueck intentó calmar los ánimos diciendo que “nadie quiere separar parejas homosexuales a la fuerza”.
En enero de 2005 llegaron las cuatro chicas suecas. Ni modo. Los seis caramelitos siguieron conviviendo en sus cuevas cultivando huevos de piedra. El argumento fue que habían llegado fuera de temporada de apareamiento y que las cuatro suecas eran algo histéricas. Un año después, los seis pingüinos “gays” siguen al frente, conmoviendo al mundo y levantando el estandarte de las libertades.
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