SOCIEDAD
Una multitud marchó por el boleto estudiantil y en repudio al ataque
Acompañados por numerosas organizaciones, los estudiantes marcharon para repudiar la agresión que sufrió un alumno del Mariano Moreno e insistir en la necesidad del boleto.
› Por Horacio Cecchi
“Mirá, mirá, ¿cuántos son?”, preguntó la chica, parada sobre el acoplado del camión, señalando hacia la gruesa columna que avanzaba por Avenida de Mayo. “No sé, no sé –le respondió el chico, con una pechera blanca en la que se leía, en letras rojas, ‘Estudiantes en Lucha’–. No sé calcular. Me parece que somos una bocha.” La anunciada marcha en reclamo por el boleto estudiantil y en repudio a la agresión sufrida por un alumno del Colegio Mariano Moreno, el pasado martes 11, desbordó todos los cálculos previos. Alrededor de dos mil estudiantes acompañados por organismos de derechos humanos, asambleas barriales, el sindicato de motoqueros y padres cautelosos pero entusiastas marcharon desde el Congreso hasta Plaza de Mayo. “No aflojen, no bajen los brazos. Se lo decimos estas Locas de la Plaza”, alentó desde el escenario Nora Cortiñas, de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, por los parlantes. “Mis compañeros están vivos más que nunca”, dijo Pablo Díaz, el sobreviviente de La Noche de los Lápices, mientras se desataban aplausos y cánticos contra el Gobierno y los militares.
La marcha tuvo características muy peculiares, diferentes a cualquier marcha. Sería la multitud de rostros adolescentes. O la organización de los jóvenes, necesariamente desorganizada, ordenada, pero vitalmente desbordada en su orden. La cita era a las 19, en Luis Sáenz Peña y Avenida de Mayo. Pero a esa hora sólo había una bandera enrollada, un camión que difundía música de León Gieco y una docena de chicos que aguardaban ansiosos, sentados en el cordón de la vereda bajo la mirada vigilante de un padre. Los del Centro de Estudiantes del Roca fueron los primeros en llegar. Media hora más tarde, ya eran una multitud que por propio peso cortó Avenida de Mayo sin intervención policial.
Estaban las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Familiares de Desaparecidos, Pablo Díaz, la agrupación Hijos, el sindicato de motoqueros, Ctera, UTE, asambleas barriales, Gabriela Alegre, directora de Derechos Humanos del gobierno porteño, y el defensor adjunto de la Ciudad, Gustavo Lesbegueris, innumerables centros de estudiantes porteños, platenses, del conurbano, un sinfín de banderas. Pero faltaba el Mariano Moreno. “Así nació el boleto estudiantil en el ‘75 –dijo Díaz a Página/12–, durante una crisis económica muy profunda. La agresión que sufrió el compañero del Moreno no es un hecho aislado. Los jóvenes siempre fueron y son el motor de los movimientos y reclamos. Por eso la necesidad de atemorizarlos.”
Alrededor de las ocho de la noche, cuando ya era evidente que el número de manifestantes superaba ampliamente las estimaciones (“Yyyy... esperamos unos 500”, dijo a este diario, un rato antes, uno de los organizadores), arreciaron los aplausos. Por Sáenz Peña avanzaban la nutrida columna del Moreno y el Mariano Acosta. “Lloré cuando los vi venir –dijo Angélica Matassa, madre de Adrián, uno de los tres jóvenes asesinados por un policía en Flores, en diciembre pasado–. Adrián fue al Moreno y mis otros dos hijos están en el mismo colegio. Uno de ellos llevaba la bandera del centro de estudiantes.”
Se inició entonces la marcha: abría un enorme cartel (“Basta de impunidad”, decía), sostenido por las Madres, Díaz y alumnos del Moreno, seguidos por dos cuadras apretadas de manifestantes. La columna avanzó hacia la Plaza con cánticos del tipo: “Tomala vos, damela a mí, por el boleto estudiantil”, o “A ver, a ver, quién dirige la batuta, si los estudiantes, o el gobierno hijo de puta”.
Un pequeño roce entre motoqueros y un par de automovilistas daba la pauta de que la calma solapaba nervios. “Qué sensación rara de libertad da cortar la 9 de Julio”, le decía un padre a una madre, ambos con los ojos vigilantes y empañados, mientras la marcha dejaba una extraña marca nostálgica y naïf a sus costados. Papelitos que caían de algunos balcones, gente que aplaudía en las paradas de los colectivos, los mismos rostros adolescentes desbordados por lo que ellos mismos eran.
Finalmente, la marcha llegó al borde de la Plaza de Mayo, después de media hora de caminata. El camión con los equipos de audio se detuvo sobre Bolívar. Abrió uno de sus costados, desplegando un improvisado escenario. Allí subieron los organizadores, Nora Cortiñas, Pablo Díaz. “Al compañero del Moreno le digo –declaró Díaz por los parlantes–, que no está solo, que lo abrazan miles de madres y miles de padres.”