Vie 28.04.2006

SOCIEDAD  › LA EX STRIPPER QUE AHORA PREDICA EN LOS CABARETS

Las virtudes del Evangelio

Primero fue desnudista en locales baratos de Los Angeles. Luego actuó en películas de soft porno. Pero fundó una iglesia y se hizo monja. Abrió una página web y ahora arrastra fieles e infieles.

Por H. C.

Si de algo habla en sus sermones es sobre las peligrosas y pronunciadas curvas del espinoso camino en la viña del Señor. La hermana Veitch, más conocida como Heather de Los Angeles o sor Heather de LA, viene a representar en cuerpo y alma esas curvas. Ex stripper, ex actriz porno de Las Vegas, exultante monja, sor Heather encontró en esos mismos cabarets y sets fílmicos de clase XXX su objeto de trabajo: convencer a las chicas, sus ex colegas, de abandonar todo menos sus ropas y dedicarse a otra vida cantando loas al Señor. Para convencer, Heather de LA fundó la Iglesia JC’s GirlsGirlsGirls, que literalmente significa ChicasChicasChicas de Jesucristo, la única iglesia que congrega infieles. Como en Internet todo se puede, Heather también abrió una página para su iglesia, en la que aparece junto a sus dos hermanas eclesiásticas, Lori y Tanya, dos voluptuosas rubias que amenazan con levantar a Lázaro, sacudirlo y acostarlo definitivamente.

Nadie podrá negar que para convencer de un credo, cualquiera sea, lo más oportuno es conocer el terreno. Y en ese aspecto, como en otros, sor Heather tiene todo lo que necesita. Su propia historia es un relato nada fácil de la vida de las chicas de cabaret y strippers en Los Angeles. Como H. Veitch, Heather contrajo matrimonio y tuvo un hijo, muy joven, a los 18 años. El vínculo se deshizo tres años más tarde por efectos del alcohol y la violencia. Durante cinco años, Heather se las ingenió para ganar su sustento bailando colgada de las barras verticales de los cabarutes baratos en los suburbios de Las Vegas. Hacía entre 200 y 700 dólares la noche, trabajando durante tres días a la semana. Durante un par de años reunió ahorros dispuesta a invertirlos en su negocio: en una intervención quirúrgica que le demandó 5 mil dólares, Heather se hizo las lolas.

Un testigo de aquellos escenarios la conectó con el mundillo de la filmografía XXX. Tuvo cuatro apariciones en películas porno soft en las que aparece totalmente dispuesta a convencer de cualquier cosa a la feligresía que la acostumbraba y seguía por entonces. Lo que ganó en esas exposiciones no le alcanzó para pagar la operación. Volvió entonces a bailar a los cabarutes como stripper, ahora con más elementos para atrapar desprevenidos. Por entonces, una salida a las tablas sin ropas significaban para Heather el ingreso de 2 mil dólares la noche.

En el ’99, cuando todo pintaba como un fructífero negocio, Heather cayó presa de un ataque entre místico y depre, empujada por el alcohol y las salidas nocturnas, y las supersticiones del fin del mundo. En el 2003, Heather, después de un largo camino, cambió hábitos por hábitos. Vistió de monja y organizó la Iglesia ChicasChicas... dispuesta a rescatar a sus ex compañeras desnudistas de las fauces canibalescas de la noche y el porno show.

Desde hace tres años se la pasa recorriendo los cabarets y casinos de California Oeste, visita los sets porno en plena filmación y convoca a las actrices y strippers a orar y pedir por ellas para abandonar la actividad. La hermana Heather de LA convocó a Lori, ex stripper, y a Tanya, maestra escolar, tan armada como sus dos compañeras pero quizá con un leve desvío en su ojo izquierdo que pocos habrán descubierto.

Además, Heather abrió su página www.jcsgirls.com, donde ofrece opciones a los visitantes, ya sea mujeres de la industria del sexo u hombres atrapados por la industria del sexo, y a todos los convoca: “Observános en acción”, dice y ofrece su último DVD con imágenes de las hermanas de LA. Las tres mujeres son los rostros de una iglesia que aseguran no tiene fines de lucro. La sede, en Riverside, tiene un local sobrio, sin la estética rosa de sus misas en Las Vegas. Chicas... tiene 2100 voluntarias (por algún motivo han desechado voluntarios) que recorren cabarets y reparten Biblias. “Queremos seguir creciendo”, asegura Heather. Impresiona un poco.

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