Vie 28.06.2002

SOCIEDAD

En EE.UU. el que se mete con Dios amanece atacado

Estados Unidos reaccionó con indignación al fallo que declaró inconstitucional el juramento de lealtad a la bandera “bajo Dios”. Tanta fue la presión, que el tribunal lo suspendió.

En Estados Unidos es posible quemar una bandera o inmiscuirse en la vida privada del presidente sin mayores consecuencias, pero el que se mete con Dios no sabe lo que le espera. Eso aprendió el juez Alfred Goodwin, autor de una sentencia con la que el martes la Corte de Apelaciones de San Francisco declaró inconstitucional el juramento de lealtad a la bandera “ante Dios”. De George Bush para abajo, todos los políticos salieron a atacarlo y hasta protagonizaron actos públicos en los que recitaron el juramento con la mano en el pecho. El hombre que presentó la demanda que motivó el fallo se vio catapultado hacia una fama indeseada y recibió varias amenazas de muerte. El tribunal, que había sido tildado de “ultraizquierdista” por su sentencia, acusó el impacto: ayer dejó en suspenso el fallo.
La llamada “Promesa de Lealtad” es un juramento que millones de escolares recitan a diario ante la bandera. “Juro lealtad a la bandera de Estados Unidos de América y a la república que representa, una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos”, dice. Muchos liberales se oponen a esta mezcla de Estado y religión en el juramento y durante años lo han criticado.
Uno de ellos es el médico californiano Michael Newdow, quien presentó una demanda en nombre de su hija, que cursa estudios primarios. El éxito de su presentación le trajo consecuencias nefastas: Newdow recibió numerosos mensajes intimidatorios en su contestador. “Supongo que de la gente que tiene a Dios de su lado”, dijo irónico.
La Justicia le había dado la razón: “El texto del juramento oficial asume una posición que no es admisible con respecto a la cuestión, puramente religiosa, de la existencia e identidad de Dios”, sostuvo la Corte de Apelaciones, de tres miembros, al declararlo inconstitucional. Probablemente los jueces no evaluaron el impacto de una medida semejante en un país donde hasta los billetes hablan de Dios (“In God we trust”). Bush no tardó en reaccionar: “El fallo estuvo en desacuerdo con las tradiciones y la historia de Estados Unidos –dijo–. Esta es una nación que valora nuestra relación con el Todopoderoso. Necesitamos jueces con sentido común que entiendan que nuestros derechos se derivan de Dios”.
A su vez, el secretario de Justicia, John Ashcroft –un devoto creyente que introdujo al asumir su cargo la costumbre de rezar todas las mañanas en su ministerio– anunció que buscará caminos para actuar contra la sentencia.
Las líneas telefónicas de las radios se saturaron con mensajes de oyentes furiosos con el fallo y los religiosos se indignaron desde los púlpitos. En cambio, varios especialistas se mostraron a favor. El profesor de Derecho David Cole opinó que con la jura de lealtad en la forma actual se establece que Estados Unidos es un Estado religioso. Barry Lynn, director de la Asociación para la Separación de Iglesia y Estado, también sostuvo que la sentencia está justificada, ya que no va en contra de la “Promesa de Lealtad”, sino contra la inclusión, efectuada por el Congreso en 1954, de la palabra “Dios”.
Pero los motivos de la indignación generalizada van más allá. “Hay un conflicto inherente en las actitudes de los norteamericanos hacia la religión y la Constitución –interpretó Michael Shapiro, profesor de derecho en la Universidad del Sur de California (USC)–. Mucha gente tiene el patriotismo y la religión fusionados en sus cerebros y no pueden separarlos.”
“Términos como ‘creemos en Dios’, que aparece en todo nuestro dinero, o ‘en el año de Nuestro Señor’, utilizado por la Corte Suprema, han sido aprobados en el pasado argumentando que la idea de Dios forma parte de nuestra identidad nacional –considera John Orr, experto en la relación entre Iglesia y Estado–. Esto hace referencia al hecho de que nuestros padres fundadores tenían una historia religiosa y no podemos simplemente cambiar nuestra identidad nacional.” Pero las presiones al parecer pudieron más que las interpretaciones. En una escueta declaración, el portavoz del tribunal señaló anoche que “el juez Goodwin suspendió la resolucion hasta que el asunto sea resuelto en torno a nuevas apelaciones –dijo–. Esto equivale a parar el reloj”.

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