SOCIEDAD
› COMO DAÑA EL DESANIMO AL SISTEMA INMUNOLOGICO
El riesgo de estar estresado
Por Javier Sampedro *
Desde Madrid
Las evidencias son difíciles de obtener y muchos resultados se basan todavía en meras correlaciones estadísticas, pero una gran cantidad de estudios realizados en los últimos diez años apuntan a la misma conclusión: el estrés, la falta de afecto y el desánimo alteran a las hormonas que modulan el sistema inmunológico, y, en consecuencia, predisponen a las enfermedades infecciosas, dificultan el cicatrizado de las heridas y pueden agravar el curso de algunos cánceres y de otras enfermedades.
Un trabajo firmado por Ronald Glaser y otros tres investigadores de la Universidad Estatal de Ohio (Estados Unidos) reconoce que faltan muchos datos sobre los mecanismos concretos que conectan el estrés y el desánimo con el mal funcionamiento del sistema inmunológico. Las evidencias provisionales apuntan a que las emociones negativas estimulan la producción de hormonas (cortisol, catecolaminas, citoquinas) que tienen amplios efectos sobre las células de la sangre (linfocitos), que normalmente se ocupan de neutralizar y destruir los agentes infecciosos y las células cancerígenas.
Pero, pese a esas incertidumbres sobre el mecanismo exacto, caben pocas dudas estadísticas sobre la realidad de los efectos del estrés y el desánimo sobre una amplia gama de estados de salud relacionados con el sistema inmunológico.
Algunos estudios se han basado en la inoculación de voluntarios con una vacuna (contra la hepatitis B) o con un virus de efectos leves (el del catarro). Se ha podido demostrar así, por ejemplo, que el estrés y la ansiedad provocados por los exámenes de fin de curso se asocian a una débil, o retrasada, producción de anticuerpos tras la inoculación de una vacuna (la vacuna sirve aquí como un modelo de agente infeccioso). En esos mismos estudiantes ansiosos por los exámenes, la cicatrización de heridas –que también tiene mucha relación con el sistema inmunológico– es un 40 por ciento más lenta que en las vacaciones de verano (en los mismos individuos). La interleuquina-1 (IL-1), un importante modulador inmunológico, mostró una clara reducción.
Otros factores estresantes para los que se ha podido demostrar un efecto perjudicial sobre el sistema inmunológico son: estar a cargo de un cónyuge con Alzheimer, el estrés laboral sostenido, el aislamiento social, el desempleo y las relaciones personales tensas. En una serie de experimentos pudo demostrarse que incluso el desánimo leve y transitorio se asocia a una baja producción de anticuerpos contra una sustancia inocua ingerida por los voluntarios.
Los efectos del estado de ánimo en la evolución de un tumor son muy variables y dependen del tipo de cáncer, según los autores. La supresión de la respuesta inmune se ha asociado estadísticamente con una alta incidencia de leucemias y linfomas, y también con las metástasis (tumores secundarios) en muchos tipos de cáncer. El estrés psicológico se ha correlacionado con los niveles en sangre de un marcador específico del cáncer de próstata. Sin embargo, muchos otros tipos de tumores no son reconocidos por el sistema inmune, y por tanto, no empeoran con los estados de ánimo negativos.
Según Glaser y sus colegas, “el sistema endocrinológico sirve como una puerta central para las influencias psicológicas en la salud; el estrés y la depresión pueden provocar la segregación de hormonas por las glándulas pituitarias y suprarrenales que tienen múltiples efectos sobre la función del sistema inmunológico”.
Otros efectos son más indirectos. Los individuos estresados duermen mal, se alimentan peor, hacen menos ejercicio y tienden a abusar del alcohol y de las drogas, y todo ello tiene consecuencias sobre el funcionamiento del sistema inmunológico. Por ejemplo, el sueño profundo es uno de los principales estimulantes de la segregación de la hormona del crecimiento,que –entre otras cosas– es a su vez un estimulador del sistema inmunológico. El estrés, por lo tanto, puede empeorar la salud también por esta vía indirecta.
Una consecuencia evidente de estos estudios es que la intervención psicológica o psicoterapéutica puede ayudar a frenar la evolución de ciertas enfermedades que no suelen asociarse a ese tipo de actuaciones.
*De El País, especial para Página/12.