SOCIEDAD › KIRCHNER HABLO POR PRIMERA VEZ DE SU REELECCION
El Presidente, en referencia a una hipotética alianza de su ex ministro con socialistas y radicales, dijo a los suyos que seguirá al frente del Ejecutivo otros cuatro años, idea desdeñada casi desde su asunción. Las posiciones en la UCR. Informe sobre Mendoza y Cobos.
› Por Sergio Moreno
El presidente Néstor Kirchner fue quien en su momento dijo que no quería ser reelecto. En esta columna se dio la novedad, allá por el año 2003. Fue también Kirchner quien planteó la posibilidad de que fuera su esposa la encargada de tomar la posta de la candidatura presidencial para 2007, como también adelantó Página/12, y aún juega con dicho misterio apelando a metáforas avícolas sureñas de pingüinos y pingüinas. Dicho esto, la semana pasada, y por primera vez desde que lanzó la idea de su posible no reelección, el patagónico dijo a un grupo de allegados, antes de partir a España, que sería presidente cuatro años más. Lo hizo en una alusión vinculada a su nuevo rival, Roberto Lavagna, y a una hipotética política de alianzas que pudiese tejer el ex ministro de Economía. Kirchner habló así: “(El socialista Hermes) Binner se equivoca, él debería jugar conmigo. Hay que ver si finalmente gana (la gobernación de Santa Fe), pero si ganase, acompañar a Lavagna no le aportará nada porque Lavagna no mide nada en las encuestas; y, en segundo lugar, va a tener que gobernar Santa Fe conmigo como Presidente”. Los meandros del pensamiento presidencial parecen al parecer, bastante claros.
Vale recordar que la elección a gobernador en Santa Fe se hará por separado de la nacional, que será en octubre del año entrante.
El regreso de Lavagna a la arena política vernácula conmocionó el escenario, dándole movimiento y generando una especie de crisis de histeria en las filas de la oposición. Mauricio Macri, al ver amenazado su sitial de opositor mayor, se apresuró a lanzar su candidatura a presidente para 2007, y se quedó ayuno de aspirantes en el único distrito donde, con mucho esfuerzo y no sin riesgos, podría imponerse: la Capital Federal. Ricardo López Murphy va en el furgón de cola de esta saga y el conservador populista neuquino Jorge Sobisch parece un aspirante sin chances de concertar voluntades a su alrededor.
La que está de parabienes, a pesar de su crisis y de la evidente potencialidad cismática, es la Unión Cívica Radical, un partido que hasta la aparición de Lavagna –y la magia política de Raúl Alfonsín, siempre presto para sacar un conejo de su galera–, marchaba hacia la desaparición como partido político.
Alfonsín ha demostrado que siempre tiene un cartuchito más para tirar y, por el momento, si bien aún no hay definiciones de candidaturas, le está funcionando más que bien. Durante más de dos años el viejo caudillo atormentó a sus más cercanos consejeros con la cantinela “hay que conseguir un Favaloro”. El ex presidente estaba convencido de que, tras el desastre delarruista, sólo un personaje con prestigio social, como lo fue el cardiólogo, podría ponerle el pulmotor a la desvencijada, huérfana de ideas y desprestigiada UCR. Las respuestas de los suyos eran invariables. “Doctor, Favaloro se murió”, repetían como una letanía. Con Lavagna, Alfonsín está persuadido de haber concretado su quimera; cree, por fin, haber conseguido su Favaloro.
Segundos hasta el fin
En su habitual tenida gastronómica de todos los jueves, Alfonsín y sus íntimos discurrieron alrededor de la posible aceptación de Lavagna de la candidatura que, tempranamente, le ofreciera el ex presidente al ex ministro.
La idea general en este sector del radicalismo –los no acuerdistas con el gobierno nacional, cuyos principales referentes son Alfonsín, Fredi Storani, Jesús Rodríguez, el titular nacional de la UCR, Roberto Iglesias, y las autoridades de los bloques parlamentarios nacionales del partido– es que Lavagna terminará aceptando ingresar a la competencia presidencial.
Es una percepción, ya que a nadie dio certezas el ex titular del Palacio de Hacienda. “Roberto (Lavagna) nunca dijo que sí”, confiaron a Página/12 dos fuentes inobjetables. Sin embargo, la excitación radical viene aumentando. Nadie cree que Lavagna pueda llegar a imponerse a Kirchner en los comicios del año entrante, pero hay quien cree que sí podría alcanzar el ballottage. Jesús Rodríguez es uno de ellos.
Más allá de las conjeturas de sus pretores, Alfonsín atesora íntimamente una meta mucho más módica: recuperar el sitial de principal partido de oposición para el radicalismo, que recupere el peso político que perdió y pueda influir en hipotéticas negociaciones con el oficialismo dentro y fuera del Congreso. En otras palabras, no sucumbir, permanecer.
Muchos radicales creen, también, que el Partido Socialista terminará sumándose a la entente opositora. “Si fuese por (el senador nacional Rubén) Giustiniani (presidente del PS), ya hubiésemos acordado”, arriesga un cercanísimo confidente de Alfonsín, poseedor de una mirada desapasionada y eficazmente analítica. Al socialismo y a Binner, tal como ya se dijo, hacía referencia Kirchner cuando dejó entender que iría por su reelección.
Otra ala de los que se conjuran alrededor de Lavagna –especialmente por la sugerencia que el ex negociador de la deuda externa hizo a todos los sectores políticos que se le acercaron como abejas a la miel, esto es, “ustedes armen; yo después veo qué hay y decido si soy o no candidato”– la conforma el duhaldismo residual, hoy desperdigado y olvidado por su ex conductor, quien disfruta de su tiempo con su hijo Tomasito presenciando desde plateas envidiables el Mundial de fútbol de Alemania. Por eso los radicales también se han lanzado a convencer a los socialistas para que acepten a varios de los personajes que integran las filas de ese sector del peronismo bonaerense. El límite parece ser, no obstante, todo aquello que huela a menemismo y/o, como gusta decir Alfonsín, “a la derecha”.
Alrededor del ex ministro de Economía, más prácticos, sostienen que los votos de “la derecha”, paradójicamente la misma que lo combatió cuando era titular del Palacio de Hacienda, “van a venir solos, pero a la urna; no habrá necesidad de cerrar ninguna alianza con nadie, son votos que terminarán acá”.
Los otros radicales
Si bien dirigentes como Fernando Chironi, titular de la bancada de la UCR en Diputados, están convencidos de que no habrá cisma porque “los que se vayan se irán solos, sin el partido”, el grupo de gobernadores radicales que apoya la política de concertación propuesta por el gobierno nacional está cada vez más firme en su postura y consigue adeptos en una gran masa de intendentes boinas blancas desperdigados por todo el país. Excepto el chaqueño Roy Nikisch, el resto de los gobernadores de la UCR desdeñan la alianza destinada a sostener la candidatura de Lavagna.
Con ese marco como referencia, el Gobierno riega esos vínculos con atenciones políticas y fondos. Resulta claro que todos los dirigentes radicales que se han acercado a la Casa Rosada son “gestionadores”, verbigracia, deben gobernar sus distritos, sean estados provinciales o municipales. Todos ellos tienen una concepción de construcción política que excede la supervivencia del partido, fantasma que, como el padre de Hamlet, atormenta cada noche a Raúl Alfonsín.
La importancia que en la Casa Rosada se le otorga a esta construcción política forma parte de la gestualidad cotidiana del Gobierno. Antes de partir a Madrid, Kirchner solicitó a la consultora Equis, dirigida por el sociólogo Artemio López, un estudio exhaustivo del distrito que en la administración nacional consideran arquetipo del experimento: Mendoza. De acuerdo a sus resultados, el gobernador Julio Cobos podría acompañar a Kirchner en la fórmula presidencial para octubre de 2007.
El trabajo que López terminó leyéndole por teléfono a Kirchner casi al pie de la escalerilla ofrece los siguientes datos salientes:
- El 80 por ciento de los mendocinos aprueba la política de consenso entre los gobierno provincial y nacional.
- Una proporción similar rechaza la política de confrontación planteada por el titular de la UCR nacional, el ex gobernador de esa provincia Roberto Iglesias.
- Casi el 60 por ciento de los mendocinos se considera y define de centroderecha.
- En ese escenario, Kirchner se está imponiendo en intención de voto con un 57 por ciento contra 10 por ciento de Lavagna.
- La imagen positiva de Kirchner asciende al 80 por ciento; lo sigue Julio Cobos, el gobernador radical, con 78 por ciento; detrás se ubica la senadora Cristina Fernández con 69 por ciento, tras la cual está Lavagna con el 49 por ciento.
En el gobierno nacional estudian el distrito mendocino como un prototipo para la concertación y el gobernador Cobos está siendo seguido al milímetro por los estrategas oficiales, incluido, en primer lugar, el propio Presidente.
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