Un estudio publicado en una revista científica revela que quienes toman dos tazas por día tienen menor riesgo de sufrir de enfermedad hepática crónica. La misma ventaja, para el té.
› Por Pedro Lipcovich
El café puede ser bueno para el hígado, lo mismo que el té. Un estudio sobre casi diez mil personas, publicado en una prestigiosa revista científica, estableció que, para quienes tomaban más de dos tazas por día, el riesgo de contraer enfermedad hepática crónica bajaba un 50 por ciento respecto de los que bebían menos de una taza. El efecto –que todavía debe ser confirmado por estudios ulteriores– podría no deberse a la cafeína sino a otros componentes del café o el té. Hasta ahora el café –a diferencia del “tecito”– tenía cierta mala fama en cuanto a sus efectos sobre el hígado: esto podría deberse a la confusión entre este órgano y el estómago, en el cual la infusión sí puede provocar molestias o agravar enfermedades preexistentes, porque provoca un aumento de la acidez.
El trabajo publicado ayer en la revista Gastroenterology & Hepatology reseña una investigación de C. Ruhl y J. Everhart que se propuso examinar, “por primera vez sobre una amplia base poblacional, la relación entre enfermedad crónica del hígado (ECH) y el consumo de café y té”. La ECH se caracteriza por la destrucción gradual del tejido hepático e incluye patologías como la cirrosis y la fibrosis de ese órgano.
Los investigadores partieron de los datos de la Encuesta Nacional sobre Salud y Nutrición, que se efectuó en Estados Unidos entre 1971 y 1975: tomaron 9849 personas y siguieron su evolución a lo largo de un promedio de 19 años. El consumo promedio de café era de dos tazas. A los 20 años de seguimiento, 1,4 de cada cien integrantes de la muestra habían sido hospitalizados o habían muerto por ECH, es decir, que el riesgo llegaba al 1,4 por ciento. Pero, para aquellos que bebían menos de una taza de café por día, el riesgo de ECH se elevaba a 1,8 por ciento. Para los que bebían entre una y dos tazas, el riesgo era de 1,6 por ciento. Y para los que bebían más de dos tazas de café al día, el riesgo bajaba al 1,1 por ciento.
Los autores concluyen que “beber más de dos tazas de café por día se asocia con una reducción en el riesgo de ECH que supera al 50 por ciento en comparación con los que bebían menos de una taza por día”. Como conclusión, “el consumo de café y de té se asocia con un riesgo reducido de ECH”.
Ray Kim, profesor en la Escuela de Medicina Clínica Mayo, al comentar en la misma revista el trabajo de Ruhl y Everhart, advierte que “se debe mantener precaución antes de que los médicos empiecen a aconsejar a pacientes con enfermedades hepáticas que consuman más té o café”. Por una parte, “la cafeína podría no ser responsable” de los posibles efectos benéficos, ya que “bebidas distintas del café, que contienen cafeína, no mostraron los mismos beneficios”, según un estudio previo. Kim también observa que en muchos casos, “el consumo de café o té se vincula con un bajo índice de masa corporal”, es decir, quienes consumen más de estas infusiones suelen ser más flacos que los que toman menos; se admite que la incidencia de enfermedades hepáticas se acrecienta con el sobrepeso. Con estas salvedades, “el trabajo de Ruhl y Everhart provee fuerte evidencia de una relación inversa entre la ECH y el consumo de café y té”.
¿Por qué, entonces, muchas personas dicen que el café les hace “mal al hígado”? Rolando Salinas –profesor consulto en la UBA y director de la carrera de especialistas en nutrición de la Fundación Barceló– precisó que “un consumo elevado de café puede afectar, no al hígado sino a la mucosa del estómago, porque esta bebida incrementa la acidez al estimular la producción de ácido clorhídrico”. Salinas también destacó investigaciones según las cuales “los efectos antioxidantes de infusiones como el café, el té y el mate podrían disminuir los riesgos de enfermedades cardíacas y tumorales; las tres bebidas, además, estimulan el funcionamiento del riñón, es decir que tienen efectos diuréticos”.
Por su parte, la experta en nutrición Margarita Hoffmann, integrante del Propia (Programa de Prevención del Infarto en la Argentina, de la Universidad de La Plata), advirtió que “en cuanto al colesterol y según los últimos documentos de la OMS, todavía no está demostrado que el café tenga algún efecto, aunque investigaciones preliminares así lo sugerían”.
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