SOCIEDAD
› LOS CIEGOS QUE INTEGRAN LA OTRA SELECCION NACIONAL
Fútbol a oscuras
Entrenan como profesionales, pero casi todos son desocupados o subempleados. Irán a Grecia a participar de un Mundialito juvenil. Aquí, las historias de los ciegos que juegan en la Selección Argentina.
Lucas la pisa. Amaga con enganchar hacia la izquierda y se escapa por la derecha. Supera la marca de un defensor, luego la de otro. Se acerca al área peligrosamente... “¡Arco, arco! –le gritan–. ¡Gooooooool!” “¿Ves cómo juegan estos pibes? Por eso siempre llegan a las finales.” El director técnico del equipo y sus ayudantes están más que conformes. Aunque sus dirigidos salgan a la cancha con un parche ocular y una venda sobre los ojos, no se cansan de decir que “la tienen clara”. ¿Quiénes son los dueños de los elogios? Ni más ni menos que los integrantes de la Selección Argentina de futbolistas ciegos, cuyo equipo juvenil viajará invitado el próximo martes a Grecia en el marco del Primer Campeonato Internacional Sub-25, una especie de Mundialito juvenil. Página/12 presenció las prácticas previas a la partida de los elegidos rumbo al Mediterráneo. Allí conoció historias de vida que los mismos protagonistas reconocen como “historias de superación” de obstáculos. “Si rebuscártelas en la Argentina de hoy no es fácil, imaginate lo que debe ser para ellos que están casi todos desocupados”, comenta Enrique Nardone, uno de los responsables de que todo marche por carriles más o menos normales.
Son cinco contra cinco dentro de la cancha de hockey sobre patines del Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard). De un lado está el equipo juvenil. Del otro, los mayores. A los costados y detrás de los arcos, seis delegados –son tres por equipo– los guían con gritos moderados que sólo los oídos preparados de los jugadores pueden distinguir. Los cascabeles de la pelota dejan una estela sonora en todo el perímetro y en medio del bullicio constante parecería imposible distinguir las indicaciones propias de las ajenas. “Ya están acostumbrados. Son capaces de decodificar las voces mucho mejor que nosotros”, dice al respecto Nardone, uno de los técnicos de la Selección y principal referente de los juveniles. Sobre las características del balón, Nardone explica: “La pelota tiene entre la cámara y el cuero cuatro cápsulas con forma de nuez en las que hay bolillas de rulemán que son las que al chocar producen el sonido”.
Para los jugadores también es habitual escuchar a sus compañeros y rivales cuando la pelota está en juego. Quien la lleva debe mantenerse callado, pero los que se saben próximos a él deben anunciarse con un “¡voy, voy!” constante. “Es para evitar choques y lesiones y para que el juego sea más ordenado”, cuenta el técnico. Lo del orden es indiscutible: mantienen sus posiciones casi a la perfección, por lo que no sería exagerado decir que son un “relojito”. Además, los amagues, como los pases milimétricos, no faltan. Y cada tanto el espectador se puede deleitar con disparos de larga distancia que vencen el esfuerzo de los arqueros –ellos sí videntes–, restringidos a un área de muy pequeñas dimensiones.
Sin embargo, fuera de la cancha, los elegidos dejan de ser elegidos, y sus amagues, tan fáciles de realizar para algunos dentro del campo, no obtienen el mismo resultado. Mientras el desempleo golpea duro a la mayoría, los pocos que trabajan no superan los salarios más bajos del mercado. Y los menos están becados por la Secretaría de Deportes o reciben pensiones estatales, siempre mínimas. Un caso llamativo es el de Oscar Moreno, de 28 años. Ciego desde los 18 a causa de una retinitis pigmentaria –una enfermedad hereditaria que va disminuyendo la visión con mayor o menor velocidad–, hace 3 años que vende boletos de lotería en la esquina de Donato Alvarez y Gaona, en Flores. “No gano mucho, pero me alcanza para sobrevivir”, cuenta el jugador de la Selección de mayores, que espera un hijo de su pareja Nadia. Todos los días debe tomarse un micro de larga distancia desde Escobar hasta Once, para allí subirse al 124, en un viaje que le consume cerca de 4 horas diarias. “Más las 8 o 9 horas de laburo, me queda poco tiempo para entrenarme. Pero igual me hago un lugarcito para venir”, dice él, feliz a pesar del esfuerzo.
Con el mismo problema se enfrenta Silvio Velo, quien con sus 31 años es uno de los jugadores más experimentados del grupo. Silvio vive con su esposa y sus cuatro hijos en San Pedro, a la altura del kilómetro 170, en dirección a Rosario. Trabaja en San Isidro, en el Instituto Román Rosell, dependiente del Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia y dedicado a la problemática de los no videntes. A través del Rosell, Silvio juega el campeonato argentino de fútbol para ciegos, del que participan 15 equipos de seis provincias, casi todos representando a asociaciones relacionadas con el tema. “Tener tiempo para entrenar es complicado, pero jugar es lo que más me gusta y siempre vengo con ganas”, asegura.
Sin embargo, no todos son capaces de mostrar la misma voluntad a la hora de las prácticas. “Es algo totalmente entendible. Algunos llegan sin haber comido en todo el día o cansados de trabajar en malas condiciones. Pero los técnicos estamos obligados a exigirles esfuerzo y dedicación, porque si no, los resultados no llegan”, sostiene Nardone. El técnico se siente entre la espada y la pared, sabe que sus decisiones difícilmente sean aceptadas sin más por los jugadores. “A quienes lo necesitan intentamos darle apoyo anímico, pero no es sencillo pelear contra problemas más estructurales”, asegura.
Desde 1997, los representantes nacionales obtuvieron dos subcampeonatos mundiales y una copa de América. En todas las finales debieron enfrentar al poderoso equipo brasileño, cuyas individualidades deslumbran a los responsables técnicos, quienes ya se están preparando para los próximos Juegos Paraolímpicos a realizarse en Atenas en 2004. “Será la gran oportunidad para que estos chicos se muestren al mundo y su nivel de juego sea reconocido por los argentinos”, afirman.
Por lo pronto, el equipo juvenil conformado por los futbolistas Darío Lencina y Daniel Abbas Hachaché –arqueros–, Iván Figueroa, José Jiménez, Matías Pino, Mariano Arévalo, Lucas Rodríguez y Daniel Ibáñez partirá pasado mañana de Ezeiza para enfrentarse con sus pares de Grecia, Brasil, España e Inglaterra. Y esperan no volver con las manos vacías. “Igualmente, el hecho de que nos hayan invitado es una gran satisfacción para nosotros. Nos habla bien del trabajo que estamos haciendo”, concluyen Martín Demonte y Claudio Monje, los técnicos que los acompañarán en la aventura.
Producción: Darío Nudler
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