La vacuna acaba de ser aprobada y en noviembre estará en venta en el país. Su uso es preventivo para todas las mujeres entre 9 y 26 años. Pero el gran obstáculo ahora es el precio: 600 dólares.
La vacuna contra el virus de papiloma humano, principal causa del cáncer de cuello de útero, estará en venta en el país a fines de noviembre y, según estiman los especialistas en todo el mundo, puede tener a largo plazo un enorme impacto en la salud de las mujeres. Su principal obstáculo, por ahora, es el precio: se cree que cada una de las tres dosis requeridas costará unos 200 dólares, una cifra que lo vuelve prohibitivo para la mayoría. Pero se prevé que el precio baje tanto a partir de la competencia –un segundo laboratorio está desarrollando una vacuna similar– como de la intervención del Estado. El Ministerio de Salud aún no ha definido si la vacuna -–como desean los especialistas–- estará incluida en el calendario obligatorio. Por ahora estará indicada para mujeres de entre 9 y 26 años (franja sobre la que se hicieron los estudios), aunque probablemente en el futuro la edad se extienda e, incluso, también se indique a los hombres.
La Administración Nacional de Alimentos, Medicamentos y Tecnología Médica (Anmat) autorizó esta semana la vacuna, tal como lo hizo en junio la FDA en Estados Unidos. Los límites de la edad –9 a 26 años– responden únicamente a las pruebas realizadas: “Cuando uno presenta un nuevo producto a la FDA o a la Anmat, ese pedido se basa en los ensayos clínicos realizados –explica a Página/12 Silvio Tatti, titular del Servicio de Patología Cervical del Hospital de Clínicas–. Por lo tanto si la presentación es sobre mujeres de hasta 25 años, se va a autorizar la aplicación hasta esa edad, ya que no está comprobado si es eficaz en otras edades. Pero los laboratorios ya tienen en marcha pruebas sobre mujeres mayores de 25, que aún no están terminados. Esta vacuna puede ser eficaz para mujeres de hasta 55 años, pero todavía no se cuenta con evidencia”.
Se trata de una vacuna desarrollada por el laboratorio Merck, Sharp & Dohme, que ataca las cepas 16 y 18 del virus del papiloma humano, causa del 75 por ciento de los cánceres de cuello de útero. Es una enfermedad cuya incidencia es mayor en los sectores más bajos, donde la prevención (estudios anuales de papanicolau y colposcopía) es más escasa. “Este es un avance muy importante –sostiene Eugenia Trumper, profesora asociada de Ginecología en la UBA–. En el país tenemos un índice alto de cáncer de cuello de útero, sobre todo en los sectores más desprotegidos. El problema es de qué manera va a ser accesible, ya que es muy cara. Es un tema de salud pública que tendrá que encarar el Ministerio de Salud.”
También el jefe de Ginecología del Hospital de Oncología Marie Curie, Nicasio Cúneo, dijo que “la vacuna puede ser beneficiosa ya que en Argentina esta enfermedad no está controlada, porque la población no hace todos los controles habituales, dado que no hay un programa masivo de prevención”.
En ese sentido, la mayoría de los especialistas se inclinan por la integración de la vacuna al calendario oficial, un tema que aún no ha sido definido a nivel oficial. “Yo creo que debe integrarse, no de forma inmediata, sino en un lapso razonable –sostiene Tatti–. Hay algunas pruebas que indican que podría darse de manera conjunta con la hepatitis B, que es muy similar en su forma de administración, de esa forma se podría vacunar a cada mujer una sola vez contra las dos enfermedades.”
Por supuesto, el problema a enfrentar ahora es el precio. “El precio es alto –considera Tatti–, alrededor de 200 dólares por dosis, es decir 600 dólares en total, pero es un precio de farmacia, que probablemente no sea el precio final de la vacuna, porque necesariamente va a tener que intervenir el Estado. Este es un problema de salud pública, no está restringido a un grupo de población. Entiendo que hay que llegar a una negociación productiva con las casas farmacéuticas. Cuando el Estado es el gran comprador estas vacunas disminuyen el precio.”
–En otros países se ha hablado de administrar esta vacuna también a los varones.
–Sí, por ejemplo en México se aprobó también para los varones, pero la prioridad es la mujer –explica Tatti–. Si se disminuye la carga de infección en los varones, se reduce la trasmisibilidad de la enfermedad. Pero lo que hay que medir es el impacto costo-efectividad. Cuando se deben utilizar recursos, hay que hacerlo sobre las mujeres, que son quienes sufren el cáncer. En una segunda etapa, habrá que autorizarlo para los varones.
–¿Cree que los médicos lo van a indicar apenas salga a la venta?
–Sí, creo lo van a indicar. Es una vacuna contra el cáncer: el impacto es grande. El problema es que inicialmente va a haber un grupo reducido de la población que lo pueda pagar.
–¿Qué pasa en el caso de una mujer mayor de 25 años que tenga, por ejemplo, antecedentes familiares?
–En el caso del cáncer cervical los antecedentes familiares no tienen significación, a diferencia del cáncer de mama. Yo creo que hay que disminuir la ansiedad en relación a las mujeres mayores de 25. Les diría que sigan haciéndose el papanicolau y la colposcopía, que son métodos eficaces y seguros, y esperen los nuevos ensayos clínicos, que estarán en dos o tres años.
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