Un informe de la OMS califica al aborto inseguro como una “pandemia prevenible”. Y dice que es “necesaria” su legalización.
› Por Pedro Lipcovich
El sexo no seguro es la segunda causa de muerte y enfermedades en los países en desarrollo y la novena en los desarrollados. En esta inquietante situación confluyen, centralmente, tanto el incremento en la transmisión del VIH y otras enfermedades como los daños en la salud de las mujeres que resultan del aborto inseguro. Así lo evalúa el primer estudio global sobre salud sexual y reproductiva, coordinado por la Organización Mundial de la Salud y publicado ayer en la revista científica The Lancet. El informe define como “pandemia prevenible” la representada por los abortos efectuados en condiciones precarias: 68.000 mujeres mueren cada año por esta causa y “millones tienen complicaciones”, que incluyen infecciones crónicas y esterilidad. En general, “la magnitud de la discapacidad y muerte prematura por problemas de salud sexual y reproductiva es amplio y creciente”, y esto “en un cuadro de apoyo financiero declinante y creciente interferencia política”. Según el informe, “no se registra una tendencia hacia una iniciación sexual más temprana”, pero sí una “creciente prevalencia del sexo extraconyugal”, aunque, para el caso de Sudamérica, “la cultura del ‘macho’ latino puede inducir a los hombres a sobreinformar y a las mujeres a subinformar” sobre sus actividades.
“Cada año, más de 120 millones de parejas, que necesitarían métodos anticonceptivos, no tienen acceso a éstos. Ochenta millones de mujeres tienen embarazos indeseados, 45 millones de los cuales terminan en abortos; más de medio millón de mujeres mueren por complicaciones vinculadas con el embarazo, parto y posparto, y 340 millones de personas enferman de gonorrea, sífilis, clamidia o tricomoniasis”, señala el informe auspiciado por la OMS. Toda una sección del estudio está dedicada al “aborto inseguro: la pandemia prevenible”. Allí se puntualiza que “la legalización del aborto es necesaria pero insuficiente” y que “cuando el aborto se hace legal, seguro y de fácil acceso, la salud de las mujeres mejora rápidamente. Al revés, la salud de las mujeres se deteriora cuando el acceso al aborto seguro se torna más difícil o ilegal”.
El informe precisa que “en 72 países, la mayoría de los cuales no son desarrollados y que abarcan el 26 por ciento de la población mundial, el aborto está prohibido o sólo permitido para salvar la vida de la mujer”, y observa que, contra lo que suele suponerse, “la mayoría de estas leyes restrictivas se originaron en normas que los colonizadores europeos impusieron en siglos anteriores y que después, en sus países de origen, fueron derogadas”. El trabajo puntualiza que “entre 1995 y 2005, doce países facilitaron el acceso al aborto legal: Albania, Benin, Burkina Faso, Cambodia, Chad, Etiopía, Guinea, Guyana, Mali, Nepal, Sudáfrica y Suiza”; que “en 2006, Colombia extendió las indicaciones para el aborto legal” y que “el movimiento por el aborto legal ha crecido en Argentina, Brasil, Uruguay y otros países”. América latina y el Caribe definen la región del mundo con más proporción de abortos no seguros: 27 por cada mil mujeres de entre 15 y 49 años.
Richard Horton, editor de The Lancet, en su nota editorial, exaltó el hecho de que la OMS “sostenga la iniciativa por el aborto legal y seguro” y reveló que “en contraste, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) negó a una de sus científicas la posibilidad de participar en el estudio: la cultura del miedo y la censura daña la reputación de esta entidad otrora respetada”.
Según precisa el informe, “en casi en todo el mundo la actividad sexual suele comenzar entre los 15 y los 19 años” y “ningún dato sugiere una tendencia universal hacia una iniciación sexual a temprana edad. La proporción de mujeres que tuvieron su primera relación antes de los 15 años decreció o permaneció estable en los últimos 30 años en el 80 por ciento de las poblaciones”. Admite que “en algunos países industrializados, la actividad sexual antes de los 15 se hizo más común en décadas recientes, pero este incremento no es en general significativo”. Por otra parte, “en muchos países, la tendencia a un matrimonio más tardío llevó a un incremento en las relaciones sexuales prematrimoniales”.
En todo caso, “la mayoría de la población está casada y la gente casada es la que tiene más sexo. La actividad sexual en las personas sin pareja tiende a ser esporádica y, en la mayoría de las regiones, mucho menos de la mitad de las personas no casadas y no vírgenes comunican haber tenido sexo en el último mes. En muchos países africanos, sólo dos tercios de los hombres y mujeres sin pareja han tenido actividad sexual reciente; en los países industrializados, esta proporción sube a tres cuartos”.
Además, el informe señala “la creciente prevalencia del sexo extraconyugal, de modo que el matrimonio no constituye una salvaguarda para la salud sexual. En Uganda, las mujeres casadas son el grupo de población donde el VIH se ha difundido más rápido”. Y, “para las mujeres casadas, la negociación del sexo seguro es más difícil que para las que están solas”.
En todo el mundo, “los hombres reportan más relaciones simultáneas que las mujeres; sólo en algunos países industrializados las proporciones de hombres y mujeres que admiten tener más de una relación son similares”. En cambio, “en Sudamérica, especialmente Brasil, más hombres que mujeres admiten haber tenido más de una pareja sexual reciente”, si bien “la cultura del ‘macho’ latino puede inducir a los hombres a sobreinformar y a las mujeres a subinformar acerca de su actividad sexual”.
“En la mayoría de los países, el uso del preservativo se ha incrementado”, aunque “es más aceptado, especialmente por las mujeres, en los países industrializados”. El informe advierte también que “entre el 10 y el 50 por ciento de las mujeres llegan a padecer violencia sexual por parte de un familiar cercano” y que “entre el 11 y el 49 por ciento de las mujeres admiten que en determinados casos no pueden negarse a tener sexo”.
El informe señala que “pese al pedido de la Conferencia sobre Población de El Cairo, en 1994, la salud sexual y reproductiva permanece postergada” y “la creciente influencia de fuerzas políticas y religiosas conservadoras en el mundo amenaza socavar los progresos y ofrece el mejor ejemplo de una perjudicial intrusión de la política en la salud pública”.
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