En la decimoquinta Marcha del Orgullo Gay hubo pedidos para que se autorice el matrimonio entre homosexuales en todo el país y que cese la persecución a travestis y transexuales.
› Por Carlos Rodríguez
Dice que se llama Marcelo, que tiene 22 años y que vive en San Agustín, un pueblito vecino a Balcarce, en la provincia de Buenos Aires. “Soy una mariposa; o mejor, un mariposón.” Alude, en un batir de alas, a su condición de gay, pero también al disfraz de mariposa que eligió para lucirse en la Decimoquinta Marcha del Orgullo Lésbico, Gay, Travesti, Transexual, Bisexual e Intersex, que se realizó ayer entre la Plaza de Mayo y el Congreso nacional. En el acto se dijo que, a más de dos siglos de la Revolución Francesa, “algunas personas seguimos reclamando libertad, igualdad y fraternidad”. El principal reclamo fue que se autorice, en todo el país, el matrimonio entre homosexuales. Marcelo resume lo que significa la marcha: “Nos hace visibles por un rato, pero después hay que seguir luchando. En los pueblos chicos, como el mío, la presencia nuestra es molesta para muchos. A mí me persiguen, me llevan preso, aunque saben que no voy a dejar de ser una mariposa”. El joven tiene una ropa mínima y el cuerpo embadurnado con una crema color aluminio.
En el discurso de cierre, frente al Palacio del Congreso, se denunció que los “transexuales, transgéneros y travestis, y en algunos casos los gays, lesbianas y bisexuales, no podemos caminar libremente por la calle sin el temor de ser arrestadas, torturadas y hasta asesinadas por la policía, en muchas provincias”. De la policía se dijo que ha sido siempre “sólo el brazo armado, la herramienta, de dictaduras y gobiernos que sostienen un sistema patriarcal y capitalista. Un sistema que nos mata, nos viola y nos tortura diariamente. Un sistema donde desaparecen compañeros como Julio López”.
A lo largo de la marcha –y de una contramarcha que iba cerrando el desfile de miles de personas por la Avenida de Mayo–, fueron muchas las alusiones críticas a las políticas de derechos humanos que “sólo son positivas hacia atrás, hacia el pasado, pero que no tienen en cuenta el presente y mucho menos la situación de las personas ‘diferentes’, como nosotros”, insiste Fátima, travesti. Asegura que la vida puede ser un infierno: “En los hospitales nos discriminan, en la escuela las chicas travestis son objeto de burla y el único trabajo permitido que tenemos es la prostitución”.
La “contramarcha”, liderada por organizaciones políticas y de travestis o transexuales, cuestionó ciertas actitudes de los dirigentes de las instituciones de mayor trayectoria “que se han alineado al gobierno de (Néstor) Kirchner y se han olvidado de la lucha por nuestros derechos”, asegura Lohanna Berkins. Desde el escenario, en el discurso oficial de la marcha, se dijo también que frente a la realidad actual “queda poco espacio para reclamar todo lo demás, lo que parece parte de un sueño: tener acceso a la educación, a la salud, a un trabajo digno”.
Ayer, para evitar problemas de años anteriores, la policía, con el aval de los organizadores, puso vallas sobre el límite norte de la Plaza de Mayo, para evitar el paso hacia la Catedral, donde antes se hacían pintadas de repudio a la actitud “homofóbica” de la Iglesia Católica. Llamó la atención la presencia de un grupo de hombres vestidos con cuero negro y con las gorras que usó el Ejército de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. “Somos miembros del Leather Club, creado hace cinco años y que organiza, todos los lunes, reuniones sexuales donde lo que prevalece son el fetichismo y el sado-masoquismo.”
El grupo tiene como emblema un Obelisco pintado con rayas negras, blancas y azules, que lleva un corazón en uno de sus ángulos superiores. “Es el emblema leather a nivel mundial y nosotros lo adaptamos a nuestro país.” Los voceros aclaran que el club tiene 60 integrantes y que no tienen “ninguna ideología totalitaria; simplemente nos unen ciertas variantes del sado, pero sin lesionar el cuerpo ni la libertad de nadie. No somos nazis”. La aclaración se debe, tal vez, a la presencia de algunos miembros del grupo que llevan uniforme militar.
En el discurso de cierre, a pesar del pase de facturas, también se dejó constancia de que en quince años de Marchas del Orgullo se han conseguido “muchos avances” gracias “a la presencia masiva de todos ustedes”. En primera fila, Bettiana, travesti de “cincuenta y pico”, asiente con la cabeza y sigue bailando, como a lo largo de la marcha. “Esto sirve porque puedo ser lo que soy. Y porque tengo mucho orgullo de ser lo que soy.”
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