En 2002, a José Luis Vercesi le robaron su reloj en Belgrano. El hombre persiguió y baleó a dos asaltantes. Para el tribunal, fue un “homicidio simple” y no “exceso el legítima defensa”.
› Por Carlos Rodríguez
Un informe cablegráfico sobre el caso diría que hubo dos homicidios por un Rolex y una condena a diez años de cárcel por dos muertes. Del dos por uno, al diez por dos. Es la síntesis matemática, todo a perdedor, del camino que siguió el empresario José Luis Vercesi, de 61 años, que el 2 de febrero de 2002 fue asaltado a punta de cuchillo –según dijo–, por tres ladrones, dos de los cuales iban en moto. Le quitaron el reloj y escaparon. Los persiguió en su Peugeot 505 bordó, en el que se movilizaba y que antes había sido interceptado por los ladrones. Vercesi, instructor de tiro, iba acompañado por una amiga y sin bajar del vehículo, asomado por la ventanilla del conductor, disparó 12 veces con su 9 milímetros. Eran las 11.30 del mediodía, en el cruce de avenida Del Libertador y Mendoza, en el barrio porteño de Belgrano. Además de matar a las dos personas que iban en la moto Translap plateada –el tercer hombre, el que se supone llevaba el cuchillo, nunca apareció–, los disparos rompieron vidrios de negocios y pusieron en peligro a otras personas. Ayer, un tribunal oral consideró que fue “homicidio simple” y no “exceso en la legítima defensa” y condenó a Vercesi a diez años de cárcel.
La sentencia fue dictada por el Tribunal Oral 21 de la Capital Federal, integrado por los jueces Carlos Bossi, Horacio Díaz y Diego Barroetaveña, que entendieron que el empresario apretó el gatillo doce veces “cuando su vida no corría peligro y los ladrones estaban a punto de escapar”. En la audiencia, que se prolongó un mes, los camaristas descartaron “en forma terminante” que el acusado haya actuado “con exceso de la legítima defensa”, como habían argumentado sus abogados defensores. En cambio, se hizo lugar al pedido de la fiscal María Luisa Jalbert, que había solicitado una pena de nueve años de prisión. Los jueces aplicaron diez.
El hecho comenzó cuando Vercesi, en su auto, se detuvo ante el semáforo de Libertador y Mendoza. En ese momento habría sido asaltado por un hombre que lo amenazó con una navaja y le arrebató el Rolex, a través de la ventanilla. El ladrón se subió a la motocicleta, guiada por un cómplice, y los dos escaparon. Vercesi los alcanzó y les disparó. Los muertos fueron Sixto González, de 38 años, y Manuel Soria, de 26. Los dos murieron en el acto. Uno tenía un balazo que entró por la espalda y el segundo, dos heridas de bala, una en el omóplato, otra en la cabeza. Ninguno de los dos llevaba arma. Ni siquiera el cuchillo que algún testigo dijo haber visto en mano de los ladrones. En todo caso, sería un tercero, que huyó.
Vercesi vació el cargador. Javier Boscherino, empleado de un locutorio, confirmó que el empresario ni siquiera se bajó del auto para disparar. Recién lo hizo después, para cerciorarse de si alguno de los ladrones seguía vivo. Después esperó la llegada de los policías de la Comisaría 51ª y se entregó. En la investigación de primera instancia intervino el juez Jorge Rimondi, que interpretó que Vercesi había sido “víctima de un delito y reaccionó en legítima defensa, aunque se excedió en cuanto a los medios utilizados para repeler la agresión”.
El fiscal de instrucción, Lucio Herrera, opinó lo contrario y sostuvo la acusación por “homicidio simple”. La causa llegó al tribunal oral con Vercesi en libertad, dado que se le había otorgado el beneficio de la excarcelación. El hecho podría recibir la calificación de “homicidio culposo”, un delito menor. La defensa argumentó igual que el juez Rimondi y hasta resaltó que el arma que llevaba Vercesi era legal, porque tenía permiso de portación extendido por el Registro Nacional de Armas (Renar).
En el juicio oral se impuso la figura de “homicidio simple” y Vercesi fue condenado, aunque seguirá libre hasta que la condena quede firme. El acusado es dueño de una empresa que alquila volquetes y máquinas para la construcción, además de ser instructor de tiro. Su caso hace recordar al del ingeniero Horacio Santos, condenado el 27 de septiembre de 1994 a doce años de cárcel por matar a dos jóvenes que le robaron un pasacasete.
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