SOCIEDAD
Retrato de un monstruo, o cómo un médico pudo matar a 215 pacientes
Un informe oficial mostró que son al menos 215 las víctimas del británico Harold Shipman, uno de los mayores asesinos seriales del mundo. Pero aún nadie entiende por qué lo hizo.
Por Helen Carter y David Ward*
Desde Londres
Harold Shipman mató a por lo menos 215 de sus pacientes: a esa conclusión llegó el informe sobre sus crímenes que fue presentado ayer, confirmando que fue el mayor asesino serial en la historia británica. Sin embargo, y pese a un largo juicio criminal, una investigación que duró un año y la publicación de un informe de 2000 páginas sobre su carrera asesina de 23 años nadie puede responder la pregunta: ¿Por qué?
La jueza Janet Smith, presidenta del comité de investigación y autora del informe “Muerte disfrazada”, dijo: “El traicionó su confianza en un modo y a un nivel que no debe tener paralelo en la historia. Pese a lo shockeante que es, la mera declaración de que Shipman mató a unos 200 pacientes no refleja verdaderamente la enormidad de sus crímenes –señaló-. Como médico clínico, Shipman fue depositario de la confianza tanto de sus pacientes como de sus familias”.
Dijo que había unas 45 muertes por las cuales encontró que existe “una verdadera sospecha de que Shipman puede haber sido responsable, aunque la evidencia no es suficientemente clara para alcanzar una conclusión positiva”. Shipman fue condenado en Lacashire en enero de 2000 por la muerte de 15 pacientes ancianos con inyecciones letales de morfina.
Smith dijo que, en cierta manera, las muertes “no violentas” de Shipman parecen aún más increíbles que las muertes violentas sobre las que se oye habitualmente. “La forma en que Shipman podía matar, enfrentar a los familiares y escapar sin ser sospechado sería considerada demasiado fantasiosa si fuera descripto en una obra de ficción.”
Cinco de sus víctimas vivían en la misma calle y nueve en el mismo complejo de viviendas. En Hyde ayer las campanas de la iglesia sonaron 215 veces en memoria de los asesinados.
Smith dijo que era profundamente perturbador que las muertes no hubieran despertado sospechas durante tantos años y que los sistemas que deberían haber salvaguardado a sus pacientes contra su comportamiento fallaron.
La primera víctima, Eva Lyons, murió en marzo de 1975 en la víspera de su cumpleaños 71, cuando Shipman estaba trabajando en la clínica Abraham Ormerod, en Todmorden. En febrero de 1976 fue condenado por obtener una droga opiácea por medio de engaños. Recibió una sanción y renunció a su trabajo, pero no fue expulsado del consejo médico general. Más tarde, en 1986, consiguió en nombre de una paciente moribunda, una cantidad de morfina suficiente para matar a 360 personas.
La mayoría de las víctimas –171– eran mujeres, y sólo 44 eran hombres. La más vieja era Anne Cooper, de 93 años, y el más joven era Peter Lewis, de 41. Mató a 71 pacientes mientras estaba en la clínica de Donneybrook en Hyde, Manchester y el resto mientras ejercía como clínico particular en la calle Market. “Nadie que lea este informe puede evitar sentirse shockeado por la enormidad de los crímenes cometidos por Shipman y sentir, como yo lo hago, la más profunda solidaridad con sus víctimas y sus familias”, dijo Smith.
El detective superintendente Bernard Postles, quien comenzó a investigar a Shipman en julio de 1998, dijo: “Siempre creí que la magnitud de los asesinatos excedería por mucho los de las mujeres por cuya muerte fue condenado. Desde el principio de la investigación fuimos conscientes de la preocupación de las familias sobre las muertes de un gran número de pacientes, pero la naturaleza del proceso judicial implicó que no podíamos incluir más de 15 asesinatos en el proceso”.
Ayer, Primrose Shipman, la esposa del asesino de 54 años, quien siempre estuvo junto a su marido, rechazó hablar sobre el informe. Una copia del mismo será enviada a Shipman a la cárcel de Frankland, donde está cumpliendo prisión perpetua.
Familiares de los asesinados hablaron de su sensación de traición, mientras que los políticos y los profesionales médicos insistieron en las lecciones que esto había dejado. El vocero del primer ministro dijo que nodebía permitirse que el asunto erosionara “el lazo de confianza” entre doctores y pacientes.
Ian Bogle, presidente de la Asociación Médica Británica, dijo que los cambios en la forma en que doctores son controlados significa que “ese tipo de cosa no podría suceder ahora”. La próxima fase de la investigación pública empezará ahora e intentará descubrir por qué Shipman no fue detectado durante tanto tiempo y qué medidas pueden tomarse para asegurar que no vuelva a suceder. Probablemente se recomienden lineamientos estrictos sobre drogas y cambios de procedimiento sobre certificados de cremación.
* The Guardian. Especial para Página/12.
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