Sáb 20.07.2002

SOCIEDAD

El director del Museo de Armas, preso por un arsenal que faltó

Hace 15 días denunció que habían desaparecido armas históricas y actuales del Museo Nacional de Armas. Ayer fue detenido junto a otras tres personas, acusado de haber facilitado el robo hormiga. José María González es coronel retirado, de 75 años. La Federal recuperó el arsenal, valuado en 300.000 dólares.

› Por Carlos Rodríguez

En apenas quince días, el coronel retirado José María González escribió la fábula del cazador cazado. Cuando se produjo su alejamiento como director del Museo de Armas de la Nación, González, de 75 años, denunció la desaparición de 200 piezas históricas que se encontraban en los salones del elegante edificio de Santa Fe y Maipú, frente a la plaza San Martín, donde tiene su sede el Círculo Militar. Ayer fueron detenidos los cuatro principales sospechosos, entre ellos el propio ex titular del museo y fallido denunciante, que actuó con la misma torpeza de aquel “yeneral González” que hizo famoso Alberto Olmedo. Otro de los detenidos es Roberto Calaio, propietario de armerías y dedicado al comercio de rezagos militares. Todavía no pudo explicar la procedencia de otras armas, de última generación, que también fueron encontradas en su domicilio. Había desde ametralladoras hasta bombas aéreas aptas para ser utilizadas. El monto de lo secuestrado llega a los 300.000 dólares.
Junto con González y Calaio fueron detenidos María Eugenia Calaio y Gabriel Angel Cortez, la hija y el yerno del armero. El caso es investigado por el juez federal Norberto Oyarbide, quien contó con la colaboración del departamento Interpol de la Policía Federal. El subcomisario Salvador Bellusci, de Interpol, le dijo a Página/12 que se realizaron seis allanamientos, tres de ellos positivos, en los barrios porteños de la Boca y Flores y en la localidad bonaerense de Florencio Varela. En el caso del museo, los robos fueron del tipo “hormiga” y se fueron realizando en forma subrepticia, durante la gestión del coronel González. Si bien existe una estimación, Bellusci consideró que “es incalculable” el valor de reventa de lo que se había sustraído.
En la actualidad hay una gran demanda de las piezas de colección y de las obras de arte, motivo por el cual Interpol abrió hace poco una página web (www.interpol.gov.ar) para dar información a los interesados sobre cómo averiguar si lo que se vende en el mercado es robado o no. En dos de los domicilios se encontraron 38 piezas que pertenecían al museo y otras cien que no estarían asentadas legalmente ante el Registro Nacional de Armas (Renar). Entre las piezas de colección figuran cascos alemanes, uno de la Primera y el otro de la Segunda Guerra Mundial, en este caso fácilmente identificable por la presencia de la esvástica.
Otra reliquia recuperada fue una ametralladora Mansen, utilizada por el ejército paraguayo durante la Guerra de la Triple Alianza. También aparecieron fusiles mauser de procedencia europea fabricados en 1873; una ametralladora Lewis 7,65 con tanque rotativo de 50 kilogramos del año 1915; otra ametralladora Mansen modelo 1926; cuatro bombas aéreas italianas de la Primera Guerra Mundial que estaban en perfecto estado de conservación y una pistola Lenovo, una verdadera joya en miniatura. “Tres de esas pistolas caben en una sola mano”, explicó Bellusci para graficar el valor, incluso estético, de las armas que se encontraban en poder de algunos de los detenidos.
En la casa de Roberto Calaio se encontraron 83 armas (“un verdadero arsenal”, señaló Bellusci) que no eran del museo y que en algunos casos son “de última generación” y muy difíciles de conseguir en el mercado. Entre las armas modernas figura un fusil de asalto israelí marca Galil, calibre 5.56 milímetros; una pistola ametralladora MP28 calibre 9 milímetros; una ametralladora Isotta Fraschini y otra marca Bren MK calibre 303. El coronel González está acusado por el delito de “malversación de caudales públicos”, una figura penal con reclusión o prisión de dos a diez años.
Oyarbide podría otorgarles la excarcelación a tres de los acusados, pero la situación de Roberto Calaio podría ser todavía más grave, por la sospecha de su posible participación en el tráfico de armas. La mayoría de las piezas robadas en el museo estaban en su casa de España al 1100 de Florencio Varela, y en dos locales comerciales donde se vendían rezagos militares. González está sospechado de haber facilitado los robos hormigaque permitieron que el museo fuera perdiendo, en forma lenta e imperceptible, al menos para él, la mayoría de sus atractivos.

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