El Gobierno porteño y la empresa Cliba instalan contenedores en el micro y macrocentro para que los recuperadores dejen allí la parte de basura que no les sirve. Lo hacen en 137 manzanas.
Cuando la vorágine cotidiana cede, en esa hora en que la tarde se transforma en noche, comienza en la ciudad otra actividad que también se hace notar, sobre todo en el centro: la de los cartoneros. Como la recolección tradicional de residuos no los tiene en cuenta, los restos de su tarea suelen quedar en las veredas hasta el día siguiente. Por eso, el gobierno porteño puso en marcha un plan que consiste en la entrega de contenedores a los cartoneros que trabajan en el micro y macrocentro, para que depositen allí lo que a ellos no les sirve. El nuevo programa se implementa en conjunto con la empresa Cliba y unos trescientos recuperadores que trabajan en la zona.
De esa manera, se busca que la labor de los cartoneros –a los que los funcionarios llaman recuperadores– no afecte la limpieza realizada por la empresa de recolección de basura, ya que por lo general ellos finalizan su trabajo de separación después del paso de los camiones recolectores. “El objetivo es que el servicio público pueda completar su tarea antes de las siete de la mañana, hora en que comienza nuevamente la actividad cotidiana”, comentó el subsecretario de Higiene Urbana, Claudio Suárez.
Para los recuperadores, el microcentro es una zona preciada, porque en sus bolsas de basura se encuentran muchos más papeles y cartones que en cualquier otro lugar. Por eso, una porción importante de los más de 10 mil que entran diariamente a la ciudad se dirige a ese sector.
Sobre la avenida Leandro N. Alem parece rara la escasez de tránsito. Son algo más de las 22, y el constante ir y venir de vehículos y personas se mudó a otra zona, desconocida. Allí, sobre la vereda y a pocos metros de la esquina con Lavalle, está trabajando Miguel. Rodeado de bolsas de diversos colores, cuenta: “Me avisaron hace unas semanas que empezara a usar los contenedores para la basura que dejamos. Después de sacar lo que nos sirve, volvemos a cerrar la bolsa y la tiramos ahí”. Vestido con una remera verde y pantalones grises –con lo que podría pasar por un empleado de la empresa recolectora– detalla: “Dos veces por noche pasa el camión a vaciar los contenedores, y tipo once (de la noche) se los lleva. Nosotros sabemos que para esa hora tenemos que terminar”. Hay otros puntos de la zona en que los recipientes se retiran más tarde.
El gobierno porteño realiza el programa junto con la empresa Cliba, y los contenedores se reparten a partir de las 18 en 106 puntos reconocidos por los organizadores como espacios donde diariamente trabajan recuperadores. Cada container está asignado a un cartonero o un grupo de ellos, a quienes se los acercan con camiones especiales.
Esta metodología comenzó a implementarse en diciembre pasado, y por ahora funciona en 137 manzanas en los barrios de San Cristóbal, Balvanera y Montserrat. Según el Ministerio de Medio Ambiente, cartera que tiene a cargo este trabajo, la meta es extenderlo a toda la Capital Federal. Por ahora sólo se realiza en el sector limitado por las avenidas Corrientes, Ingeniero Huergo, Belgrano y Callao-Entre Ríos.
Los recuperadores también tienen su disciplina de trabajo. Antes de empezar a seleccionar el material, recogen las bolsas de la zona en la que trabajan (por lo general 2 o 3 manzanas o alrededor de 4 cuadras en línea recta) y las juntan todas en un lugar, siempre el mismo. El segundo paso es ubicar una bolsa de consorcio donde ir depositando los materiales que luego se van a llevar, y recién ahí comenzar a abrir las bolsas para separar residuos. Luego de sacar los materiales que se llevan, vuelven a cerrar las bolsitas y las depositan en el contenedor. Al final de la jornada, se llevan en grandes recipientes de arpillera varias de las bolsas de consorcio con los cartones y el papel hacia el lugar donde lo venden, cuando no es el comprador el que se acerca, con el camión y la balanza.
El crecimiento del reciclado de papel y cartón trajo consigo mayor competencia, no sólo entre los propios recuperadores sino con otros que descubrieron el negocio de la basura. Leonardo trabaja hace tiempo en Rivadavia y Esmeralda. La gran cantidad de edificios que hay en la zona le permite explorar grandes cantidades de bolsas, pero desde hace tiempo encontró competidores. “A nosotros lo que más nos sirve es el papel blanco y, en segundo lugar, el cartón. Pero en esta zona lo que más hay es cartón, porque muchas veces lo que pasa es que los encargados de los edificios se quedan con el papel para venderlo ellos. Nos da bronca, porque esa gente tiene un trabajo y sin embargo, nos quita material”, se queja.
En la zona donde se lleva adelante este programa, se producen diariamente unas 300 toneladas de basura, de las cuales unas 100 son recuperadas por los cartoneros. Ellos recogen sobre todo papel, cartón, plástico y, en menor medida, aluminio, que luego venden generalmente a intermediarios, que son los que llevan el material hasta papeleras o fábricas, que lo reciclan y reutilizan.
Informe: Eugenio Martínez Ruhl.
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