Llegó ayer junto a varios amigos y amigas, todos a bordo de un par de aviones Boeing 757 de su propiedad. Sin salir de la pista de aterrizaje del Aeropuerto de Ushuaia, embarcaron en dos helicópteros hacia su destino. Pero pese al hermético operativo, el arribo de Bill Gates, fundador del gigante de la informática Microsoft, conmocionó a la ciudad austral. Se había corrido la voz. Debe haber sido porque desde el viernes lo esperaba en la Bahía de Ushuaia el Octopus, el yate más grande del mundo, en el que él y otros 21 invitados comenzaron por la tarde una excursión a la Antártida.

El magnate partió a las 19 hacia el continente blanco en la nave de su amigo y cofundador de Microsoft, Paul Allen, que está valuada en 220 millones de dólares, tiene bandera de Islas Caimán, 126 metros de eslora (largo) y 21 de manga (ancho), una cubierta de cuatro pisos, dos helicópteros y un minisubmarino.

Desde la Dirección de Puertos de Ushuaia informaron que el viaje del hombre más rico del planeta “durará diez días y consistirá en una visita a la Península Antártica, donde se encuentran las bases de diversos países del mundo”. La Prefectura Naval dispuso un operativo de seguridad especial en el embarcadero y en torno del buque en particular, además de dos guardacostas para escoltar la nave hasta la boca del canal de Beagle, como forma de custodia hasta la salida de las aguas argentinas. Igual, antes que ellos el personal de seguridad privada de Allen recorrió en un bote semirrígido las inmediaciones del lugar donde se encontraba el yate.