Mar 13.03.2007

SOCIEDAD

Ponen en marcha el primer centro para tratamiento de adictos al paco

Funciona en el barrio de Flores. Tiene treinta camas y un centro de día para pacientes ambulatorios. Atenderá a chicos de hasta 18 años, derivados por hospitales o llevados por sus familias.

“Están solos, aunque estén rodeados de gente.” La figura es utilizada por especialistas para describir la imagen de los chicos que consumen pasta base de cocaína. Para atacar esa problemática, se inaugura hoy en el barrio de Flores el primer centro de asistencia integral para adictos al paco. El lugar, que cuenta con un piso para internación y otro que cumplirá la función de centro de día, utilizará con los jóvenes un método novedoso de tratamiento, que busca evitar que queden en soledad y librados a su suerte, inclusive después de la externación.

El Centro de Asistencia Social en Adicciones, que tiene el nombre más amigable de “Casa Puerto”, depende del gobierno porteño y es el primero de atención exclusiva para adictos al paco en el país. Recibirá en sus instalaciones a chicos de hasta 18 años por dos vías: los que sean derivados desde los hospitales de la ciudad y aquellos que lleguen por su propia iniciativa o la de su familia, a través de las líneas telefónicas de atención. El centro puede recibir simultáneamente hasta cien pacientes –aunque solo admite unos treinta internados– y su conducción es compartida entre los ministerios porteños de Salud, Derechos Humanos y Educación.

El jefe de Gobierno, Jorge Telerman, señaló que “con esta inauguración se suma un nuevo recurso a la red pública para la atención integral a adictos. Desde el Estado debemos propiciar la inclusión social de los sectores más vulnerables: niños, adolescentes y jóvenes”.

La metodología que se utilizará en el establecimiento, aseguran los responsables, es novedosa, porque a las terapias médicas se agregan estrategias sociales. “Es una modalidad nueva, que busca revertir los altos niveles de reincidencia que existen entre los jóvenes que son desintoxicados cuando vuelven a su ambiente. La cuestión es no dejar caer a los chicos por los agujeros del sistema, y eso se buscará trayendo al centro a los familiares, referentes del barrio o amigos de los adictos, hacerlos interactuar y que de esa forma sean nuestro nexo con los jóvenes una vez que abandonan el establecimiento. Hay que evitar que se vayan y vuelvan a caer en lo mismo”, explicó Nélida Ortega, directora del centro.

En el mismo sentido, el lugar brindará tanto a los pacientes internados como a los ambulatorios (que asistirán durante el día pero irán a dormir a su casa) psicoterapias individuales y grupales, talleres socioculturales, sociolaborales, recreativos y de formación pedagógica y también a subprogramas preventivo-comunitarios. Según los especialistas, se trata en su mayoría de actividades que apuntan a sacar a los pacientes del mundo del paco y apoyarse para ello en los lazos que puedan evitar a largo plazo la reincidencia.

La ministra de Derechos Humanos, Gabriela Cerruti, manifestó que el establecimiento “será el dispositivo central de la red de centros de salud y hospitales públicos previstos para la atención integral de los adictos, porque recibirá pacientes y también los podrá derivar, según corresponda”. La funcionaria agregó que “el sistema que utilizará tiene como característica hacer que las internaciones sean lo más cortas posible, y de esa forma hacer que el paciente vuelva a su ambiente, pero contenido.” El edificio tiene 800 metros cuadrados, repartidos en tres plantas. En su interior, la entrada de luz natural es abundante, tal vez como parte de una estrategia médica. En el primer piso funciona el centro de día. Allí hay un hall donde los chicos compartirán actividades y también ambientes que se dedicarán a la atención personalizada. En el segundo, las camas para internación. Al lado de cada una de ellas hay un botón que dice “timbre”, desde el que los chicos podrán pedir asistencia durante su estadía. Los tonos claros de las paredes contrastan con las rejas negras en las ventanas.

Carlos de Lajonquiere es el director porteño de Salud Mental. Entusiasmado con el nuevo proyecto, explicó que desde lo específicamente médico “las terapias que se aplicarán son sencillas. Más que nada pasará por comprobar que a los chicos no les surjan nuevos problemas físicos, porque en realidad lo más grueso en ese sentido ya se realizará en los hospitales de donde vienen derivados”.

El otro aspecto que se desarrollará es “el psicológico, que es el ámbito desde el que se buscará encontrarles nuevos intereses a los jóvenes, volver a engancharlos con el mundo, con la vida, sacarlos del aislamiento que les genera el paco. Esto tiene que ver con que están muy arruinados desde el punto de vista social, no valoran su vida, y eso hace más difícil su rescate. En su mayoría son chicos de bajos recursos, y para ellos las terapias son distintas de los tratamientos para un joven de clase media. En estos casos es más complicado volver a encenderles los intereses que los pueden mantener alejados de la droga”.

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