Todavía no salen de su asombro. “Yo le atribuyo el milagro a Dios”, exagera Gabriel Massolo, fabricante de centros de mesa y floreros con resina de polyester. El motivo de semejante entusiasmo es que en forma conjunta él y veintisiete microemprendedores y artesanos de distintos puntos del país acaban de realizar su primera exportación a mercados europeos, como una estrategia para sortear la crisis. Lo curioso es que hasta hace muy poco ninguno de ellos tenía la más mínima noción de comercio exterior. Pero supieron buscar la información en el lugar adecuado: actualmente, distintas instituciones públicas y privadas están brindando asesoramiento técnico gratuito para que los pequeños empresarios puedan atravesar airosos el desconocido –y a veces, tortuoso– camino hacia la exportación, aprovechando un cambio favorable para buscar mercados foráneos.
El grupo de microexportadores que integra Gabriel Massolo está conformado por fabricantes de los más variados productos: dulces de Bariloche, tejidos de Formosa, instrumentos de percusión de Santiago del Estero, licor a base de miel, adornos, zapatos, jabones y toallas, autitos de colección, edulcorante natural, ropa en telar tradicional. El nexo entre todos fue una entidad ítalo-argentina sin fines de lucro llamada Antenna Italiana, creada por un contador argentino radicado en Ravena, que busca ayudar solidariamente a pequeños emprendedores de origen italiano. Funciona en Buenos Aires, en la sede de la Federación de Círculos de Obreros Católicos, bajo la coordinación de la monja Ana María Martínez.
“Hace 15 días salió la primera exportación por un valor total de 40.000 dólares. En total son 28 artesanos y microemprendedores de Buenos Aires y el interior del país, seleccionados en una exposición que hicimos en noviembre. Ninguno de los que producen comestibles tenían permisos del Senasa para exportar y un asesor de Antenna les hizo los trámites”, contó la monja Martínez. La devaluación del peso le dio un gran impulso al proyecto. El embarque fue comprado por empresarios italianos, que a su vez están mostrando los productos en otros países europeos. A Antenna se asociaron en los últimos meses centenares de pequeños fabricantes, entidades de artesanos y municipalidades, entre ellas el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El compromiso de la entidad ítalo-argentina es asesorar y buscar mercados para los microemprendedores. La ayuda es gratis. No deben pagar ninguna cuota; sólo se les cobra entre el 1 y el 2 por ciento de lo que vendan para un fondo destinado a cubrir los costos de la capacitación. “Se pide primerísima calidad y capacidad de producir”, aclaró la monja.
Ayuda gratis
Gabriel Massolo está contentísimo. La facturación de su pequeña exportación fue de 1400 dólares. “Linda, ¿no?”, se entusiasma. En total, envió 16 juegos formados por un centro de mesa y dos jarrones cada uno. Un monto semejante de dinero facturó cada uno de los otros artesanos y microemprendedores que conforman el mismo consorcio exportador, armado gracias al asesoramiento de Antenna. “Solo no hubiese podido hacerlo. Me ayudó el espíritu de unidad”, dice. Lo suyo es un debut en muchos sentidos. Se dedicaba a hacer reparaciones en general, pero la debacle en el sector de la construcción lo forzó a pensar en un microemprendimiento y para trabajar en su propia casa del barrio de Floresta. “Hoy estoy en la transición de una actividad a la otra”, señala. Tiene 36 años, es casado y padre de tres hijos. Para armar su pequeño emprendimiento se acercó al Centro de Apoyo a la Microempresa (CAM), de la Secretaría de Desarrollo Económico del Gobierno de la Ciudad y allí consiguió en julio de 2001 un crédito de 6000 pesos –sin intereses, con cuotas mensuales de 300 pesos-, que le permitió dar el puntapié inicial. “Como en todo proyecto, empecé con prueba y error, y poco a poco fui afinando la producción, hasta que en noviembre llegué al diseño actual”, recordó. Desde el CAM lo conectaroncon Antenna Italiana. “Yo le doy todo el crédito a Dios, que unió todos los lazos”, agradece Gabriel.
Algo similar le ocurrió a Nora Bellini, de 50. Junto con su esposo, de 59, mecánico dental, y su madre, de 74, hace cuatro años empezó a tejer prendas en telar tradicional. “Se nos ocurrió porque teníamos poco trabajo y vimos en el canal de Utilísima cómo hacían un triangulito para cuello en un bastidor”, precisó. Primero hicieron los triangulitos y después compraron un telar tradicional y empezar a tejer telas y a confeccionar fulares, ruanas, chaquetas, carteras, bufandas, trajecitos. “Al principio trabajamos para marcas como Claudia Larreta y otras, pero ellos necesitaban producción en cantidad y lo nuestro es artesanal. Tratamos de hacer ventas a consumidor final, pero nuestros productos no son tan económicos y nos costaba encontrar mercado. Por eso el año pasado fuimos al CAM para lograr el impulso que no conseguíamos, evidentemente porque no hacíamos las cosas bien”, contó la tejedora, que también tiene el taller en su casa de San Cristóbal. Del CAM la vincularon con el Centro Metropolitano de Diseño y allí le avisaron de la exposición de artesanías que organizaba Antenna para tentar a empresarios italianos.
El CAM y Antenna no son los únicos lugares donde pequeños empresarios y emprendedores pueden obtener información y asesoramiento gratuito para exportar. La Fundación Exportar, un organismo mixto integrado por la Cancillería y distintas cámaras empresarias, tiene un programa básico de capacitación y da charlas mensuales sobre packaging, transporte y financiamiento, entre otros temas. “Desde diciembre, la demanda de información se multiplicó por tres. De 700 consultas mensuales pasamos a unas 2400 en la actualidad”, reveló su titular, Marcelo Elizondo. “Formamos 25 consorcios de pequeños exportadores que solos, por la baja cantidad de producción, no hubieran podido vender al exterior”, agregó. Además, ofrecen inteligencia comercial para identificar mercados y acciones de promoción como el armado de agenda de negocios en otros países y el envío de exportadores a ferias o show rooms, subsidiando el 50 por ciento del costo del viaje, en determinados casos.
También da asistencia a pymes y microemprendedores la Fundación Gas Natural BAN. “A partir de marzo tuvimos un pico de consultas”, señaló Jorge Muñoz, coordinador del programa Primera Exportación. Una de las personas que está aprovechando el asesoramiento personalizado con expertos en comercio exterior que ofrece esa entidad es Ana María Vannelli, propietaria de Dali S.A., una marroquinería ubicada en Parque Chas que fabrica agendas de cuero y carteras. Sus principales clientes eran –hasta diciembre– grandes empresas que compraban sus diseños para regalos empresarios. Pero terminaron borrándola como proveedora al achicar sus presupuestos.
Con escaso mercado local, Ana María decidió intentar la búsqueda de clientes extranjeros, pero sus conocimientos de comercio exterior eran nulos. “En la Fundación Gas Natural nos allanaron todos los caminos. Cada vez que nos salía un problema, los consultamos y nos ayudaron a seguir adelante”, contó. La primera exportación la hicieron en setiembre a Nueva York. Doscientos bolsos y carteras por un valor de 5000 dólares. “Ahora estamos en tratativas con un comprador de Washington –destacó–. Aprendimos que hay que ser muy expeditivo. Ellos te piden precio, cantidad, fecha de entrega y si no respondés inmediatamente, pierden el interés. Para eso tuvimos que aprender a sacar los costos y a completar un sinfín de papelerío bastante complicado cuando no sabés nada de exportación.”