Dom 25.03.2007

SOCIEDAD

Una víctima del crimen de Santiago habló y agregó contradicciones

Marcelina Curi dijo que el novio de su hija la atacó a ella y su marido en su cama, lo que contradice la reconstrucción del crimen.

En un interrogatorio que duró el poco tiempo que los médicos permitieron que respire sin asistencia mecánica, la esposa del empresario y madre de la joven, ambos asesinados hace una semana en la capital de Santiago del Estero, declaró a la Justicia que fue el novio de su hija y principal sospechoso del caso, José De Yebra Uñates, quien los atacó a cuchillazos a ella y a su esposo mientras dormían. La mujer aún ignora que sus familiares murieron.

“Bichi, el novio de mi hija, nos atacó a puñaladas cuando dormíamos”, le dijo Marcelina Vizgarra de Curi, única sobreviviente del incidente que conmovió a la capital santiagueña, al juez de la causa, Ramón Tarchini Saavedra. La mujer se recupera de los cortes que sufrió durante el ataque y que la dejaron en estado reservado.

El juez visitó el centro médico donde se encuentra la mujer tras recibir la autorización del médico forense que atiende a Vizgarra de Curi, ya que consideró que se le podía retirar el respirador artificial durante un corto lapso. Por eso, el interrogatorio duró menos de media hora y fue realizado a la mujer en calidad de testigo.

Luego de recoger el testimonio, el juez confirmó la acusación contra De Yebra Uñates, a quien le imputa los delitos de “homicidio doblemente calificado con alevosía (por la muerte de Carlos Alberto Curi, esposo de Vizgarra, y de su hija Carolina), tentativa de homicidio (por el ataque a Marcelina) y de suicidio”.

La situación de De Yebra Uñates quedó complicada, ya que esta declaración se suma a la que realizó la empleada doméstica de la casa de los Curi, Beatriz Gerez, que lo inculpó, y al positivo que dieron las pruebas de parafina que se le realizaron. Esos test revelaron que el joven estudiante de Derecho tenía restos de pólvora en sus manos, procedentes del arma con la que se habría intentado suicidar.

Las investigaciones del confuso episodio tienen como línea principal la hipótesis de que todo comenzó cuando el joven ahorcó a su novia durante un juego sexual o como consecuencia de una reacción del supuesto agresor ante la decisión de la joven de dar por terminada la relación. Siempre según esa hipótesis, al descubrir que su novia no reaccionaba, De Yebra Uñates comenzó a gritar, lo que alertó al padre de la chica, que estaba en una habitación cercana. En esa misma línea, Curi habría descubierto a su hija sin vida y comenzado a discutir con Bichi, que presuntamente lo atacó con un cuchillo. Este escenario sostiene que el muchacho luego se dirigió a la habitación donde estaba la madre y también la apuñaló. Pero el nuevo testimonio incorpora algo que no concuerda: Vizgarra de Curi declaró que ella y su marido habían sido atacados mientras dormían.

Para hacer todo aún más confuso, los investigadores creen que luego de ese trance, De Yebra Uñates se encerró en la habitación donde había matado a su suegro y cuando la policía se preparaba para ingresar a la casa, alertada por la empleada doméstica, trató de suicidarse. ¿Lo extraño? El cráneo del joven presenta tres orificios de bala, cuando es muy difícil que alguien pueda seguir apretando el gatillo en semejante situación.

En esto último se basa la defensa del sospechoso para plantear que en la escena del crimen había alguien más que los cuatro protagonistas, que habría llevado a cabo los dos asesinatos concretados y el ataque a Vizgarra de Curi. El acusado, que se negó a ser indagado, permanece detenido en una habitación del Sanatorio Alberdi. La mayor complicación de salud que sufrió es la pérdida de un ojo, zona por la que salió uno de los tres proyectiles que presenta en el cráneo.

En la instrucción judicial, el juez Tarchini Saavedra aguarda los resultados de un estudio de toxicología del matrimonio Curi, su hija y De Yebra Uñates, y las pericias a aparatos sexuales, ropa erótica y droga secuestrada en la lujosa casa; esa mansión cuyas paredes parecen ser –al menos por ahora– las únicas que tienen claro cómo se desarrollaron los sangrientos acontecimientos.

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