SOCIEDAD
› EL CUMPLEAÑOS DE UN PIBE ASESINADO POR LA POLICIA
En memoria del santo villero
Víctor “Frente” Vital, asesinado por la policía, hubiera cumplido ayer 20 años. Lo recordaron su madre, amigos y familiares de otras víctimas del gatillo fácil con murgas, bailanta y choripán.
› Por Carlos Rodríguez
Sabina Sotelo fue anfitriona de lo que por momentos parecía una fiesta de cumpleaños –y lo era, en ausencia física del homenajeado– y de a ratos una kermese de barrio, o una bailanta, o un coletazo tardío del carnaval, porque pasaron las comparsas desafiando al frío que le ganaba al domingo de sol. Sabina tenía en la cara todas las sensaciones: disfrutaba de las carreras de embolsados o de las caras de los niños recibiendo trozos de tortas que tornaban dulces los nombres de decenas de chicos –todos muertos bajo balas policiales–, que estaban escritos sobre la superficie de crema. Se le apagaba la cara cuando alguien le preguntaba qué estaría haciendo en esos momentos su hijo, Víctor Manuel “Frente” Vital, de estar vivo, de no haber sido fusilado por la policía un caliente sábado de febrero de 1999. La celebración estuvo dedicada al “Frente”, al santo villero de los ladrones, que presidió la fiesta desde la chata de un camión que ofició de rústico escenario. La bandera con su imagen devolvía una placidez que nunca tuvo su corta vida.
“Quiero que me recuerden bailando, tomando cerveza, que se rían, que nunca me lloren.” La frase, en diferentes tonos, con agregados o tachas, fue repetida a lo largo del día –la reunión comenzó a las 14 y siguió hasta entrada la noche– por cada amigo, por cada familiar, por cada persona que pasó o estuvo en la esquina de General Pico y French. Incluso por los que nunca hablaron con el “Frente”, convertido en leyenda para los vecinos de la villa San Francisco, en San Fernando. “Nosotros no apañamos a los pibes chorros, pero no queremos que los maten y queremos que los asesinos de uniforme vayan presos”, arengó en algún momento Sabina. Lo hizo durante un alto de su tarea primordial: revolver en forma constante las cuatro enormes ollas con 120 litros de chocolate. Chicos y grandes disfrutaron del convite, que siguió a los choripanes y a la cerveza, para cumplir con el deseo póstumo del “Frente”.
“A ver cómo están las rubias, las morochas y las teñidas”, preguntaba el locutor de turno, vestido de elegante sport y con sueños de convertirse en pilar de las fiestas bailanteras. El frenesí de la música se calmaba de a ratos, como cuando subió al escenario, muchos decibeles más abajo, Carlos Monzón, conocido en el barrio como “Pupi”, el primer cronista que dejó señalados a fuego 25 casos de gatillo fácil ocurridos en el barrio a partir de 1989. A pesar de su nombre de campeón mundial de boxeo, Pupi está lejos de noquear a nadie. Su estilo está signado por la ternura con que guarda los datos de cada víctima, entre ellos su amigo, el “Frente”, en papeles escritos de puño y letra que parecen papiros.
Pupi recibió su cuota de afecto vecinal, presentado por el periodista Cristian Alarcón, de este diario, quien le agradeció el aporte que hizo a las investigaciones sobre el fusilamiento de chicos que ya no ofrecían ninguna resistencia. Pupi trabaja en Plaza Francia, donde “hace” de robot, justo él que se ve tan humano. Las historias de tiros y violencia corren a diario por el barrio. Un hermano de Pupi lleva en la cabeza un trozo de plomo que recibió, sin comerla ni beberla, durante un tiroteo generado por un chico que estaba “pasado de merca”.
Las historias del barrio transitan siempre por las páginas policiales. Los amigos del “Frente”, sin afán de morbo, llevan a los periodistas novatos a una recorrida por las callecitas de la villa que recorrió por última vez el “Frente” Vital, antes de ser acribillado por el cabo Héctor Eusebio Sosa, “El Paraguayo”, quien hoy se encuentra en libertad y que sólo está imputado por “exceso en la legítima defensa”. Los jueces no tienen en cuenta que le pegó cinco tiros a un chico que, desarmado, se había escondido debajo de una mesa para escaparle a las balas.
Sabina fue acompañada por centenares de vecinos y por familiares de otras víctimas de la violencia policial. Estuvieron Rosa Bru, la mamá de Miguel, el estudiante desaparecido en La Plata, y también Jorge y Raquel Witis, los padres de Mariano Witis, el chico que había sido tomado comorehén durante un asalto en Beccar y terminó siendo asesinado por la policía. Otros que se acercaron fueron los parientes de Cristian Flores, otro joven de 17 años acribillado en el asentamiento Puerta de Hierro, en La Matanza, por un policía de la comisaría 20ª. El caso ocurrió en febrero pasado y el acusado, Pablo Carrizo, sigue en actividad, aunque en otra seccional. La murga Los Desparejos de Virreyes le puso color a la tarde-noche y 16 grupos de cumbia villera hicieron bailar al barrio. Sabina pidió justicia para “los 1200 chicos asesinados por la policía” desde 1983 en adelante y siguió sirviendo el chocolate caliente. “No sé si es una fiesta, pero nosotros damos lo que tenemos, no le sacamos nada a nadie”. Siguen el ejemplo del “Frente”, que repartía sus botines como un Robin Hood villero. Ayer fue recordado, el día que hubiera cumplido 20 años.