La única certeza hasta anoche era el aumento de hasta un 20 por ciento en los últimos dos días del precio de la carne, tal como adelantó Página/12 el pasado sábado. La incertidumbre se dividía entre las medidas que podría tomar el Gobierno para parar la escalada alcista y hasta dónde podría seguir subiendo el precio del alimento que más consumen –o consumían– los argentinos. Si bien el jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof, salió ayer a anticipar que desde el Ejecutivo se tomarán “medidas para corregir” hasta última hora en la Secretaría de Agricultura las fuentes oficiales negaron que hubiera decisiones al respecto. “En realidad la propuesta de medidas no tiene ninguna racionalidad, no hay ninguna que sea viable”, reconoció un alto funcionario del Ejecutivo que estudiaba ayer el tema. Razonamiento que resulta ser exactamente lo que los productores quieren escuchar: “nunca dieron resultado, así que no sabemos por qué las aplicarían ahora”, coincidían sobre posibles estrategias estatales para el control de precios.
El mercado de la carne es, a vista de los economistas, uno de los más clásicos en términos de lo que significa la pelea entre la oferta y la demanda. Al margen de los factores climáticos que este año produjeron una venta mayor en los primeros meses del año debido a la escasez de pasto que produjeron las heladas, el precio de la carne ya había aumentado un 130 por ciento en lo que va del año al interior del mercado concentrador, o mayorista. El kilo vivo trepó de sesenta centavos, un precio que en su momento ya era bajo, a dos pesos. Ese no fue el aumento en el mercado minorista donde alcanzó con la crecida de ayer el 50 por ciento. Ese índice de inflación cárnica podría mermar, según la visión de los técnicos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, “en unas tres semanas, cuando caiga por lógica el consumo. Eso es así desde siempre, en el mercado de la carne esto tiene su contrapeso en el precio”. Pero la visión optimista de una merma no tranquiliza a nadie y mucho menos a la Asociación de Propietarios de Carnicerías de la Capital Federal, cuyo titular Manuel Sineiro ayer dijo “la situación es alarmante”.
La hipótesis sobre los motivos del aumento tienen en Sineiro uno de sus más jugados formuladores. El carnicero piensa que la “exportación está presionando al mercado de hacienda de Liniers”, y que la escasez de ganado en el mercado que gatilla el aumento de esta semana no está ligada a los fenómenos del clima que acusan los productores. Por otro lado tanto la Sociedad Rural Argentina como el Centro de Consignatarios y el mercado de Liniers negaron que esas sean sólo las motivaciones. Argumentan que no hay ganado terminado, o engordado, porque las heladas quemaron las pasturas de una importante zona de la provincia de Buenos Aires y que reemplazar esa alimentación con productos importados es demasiado caro. Esto ha implicado, dicen, que los animales no terminaron “el kilaje” que haga posible comercializarlos con una ganancia lógica y por lo tanto, los productores prefieren conservarlos hasta el engorde.
Lo que ayer no se supo fue cuáles eran las ideas que se le cruzaban a Atanasof por la cabeza para bajarle el precio a la carne o por lo menos frenar su aumento. “Por el momento no hay ninguna medida avanzada. Querían esperar a ver cómo funcionaba el mercado mañana. La situación no es muy diferente a hace una semana atrás, cuando los precios eran otros, con lo cual no es descabellado que esto se regule por el mercado”, le dijo un hombre de Agricultura a este diario. En la s0ecretaría ayer todavía no estaba listo el informe que Atanasof dice que necesita para ver las medidas aplicables. Recién hoy por la tarde habría un contacto entre jefatura de Gabinete y Rafael Delpech en donde Atanasof no encontrará demasiado entusiasmo en aplicar retenciones o medidas que condicionen al campo.