El Programa Libros y Casas, de la Secretaría de Cultura, entregará 18 volúmenes a los nuevos adjudicatarios de planes de vivienda.
Desde Añatuya, Santiago del Estero
Las viviendas, listas para estrenar, tenían un único mueble: una biblioteca. Y allí, ocupando los estantes, una colección de dieciocho libros. No era el principio de la mudanza de los futuros dueños sino la puesta en marcha de un plan oficial, el Programa Libros y Casas, que consiste en equipar con una selección de textos ese primer mueble de las casas que se entregan en el marco del Plan Nacional de Viviendas. Las primeras casas con libros se entregaron en Añatuya, Santiago del Estero.
Inseguro, un perrito movía su cabeza para uno y otro lado, en medio de la multitud. Había recorrido el patio de la casa sin inconvenientes, ya que no está separado de los vecinos por rejas ni alambradas, como en todo el barrio. Entró junto al contingente, encabezado por el secretario de Cultura, José Nun, a recorrer las habitaciones de la primera casa a inaugurar.
El grupo se detuvo frente a la biblioteca: la Constitución Nacional, un libro de historia argentina dirigido por Felipe Pigna, una guía práctica para buscar empleo, un manual sobre cómo afrontar problemas legales y una versión resumida del Nunca Más son algunos de los títulos ya acomodados en los estantes, que se repetirán en otras viviendas nuevas, a entregar en 800 ciudades del país.
Según Nun, el programa tiene un propósito doble: “Por una parte, que los chicos de bajos recursos que ahora reciben las viviendas junto a sus familias tengan desde chiquitos las mismas ventajas que los de clase media y alta que pueden convivir con libros. Eso marca un enorme beneficio al momento de entrar a la educación formal. El otro objetivo es volver a estimular el hábito de la lectura en los adolescentes y los adultos”.
Las primeras bibliotecas se entregaron en la localidad de Añatuya, donde la tierra prevalece claramente sobre el pasto y todo –calles, veredas y paredes– tiene en su superficie una lámina de polvo que parece eterno. El tránsito es lento, tranquilo, y no es la prioridad de la calle, donde manda el juego de los chicos. Una pelota mal pateada o un niño escapando de la mancha se puede interponer en la calzada y el conductor esperará, paciente, para luego avanzar. Allí, en un predio de unas seis hectáreas, están emplazadas las nuevas viviendas, un total de 70 unidades de color amarillo claro, con un zócalo externo marrón.
Marcelo Mansilla es uno de los beneficiarios. La alegría que se le nota en la cara, por supuesto, tiene más que ver con la casa que con la biblioteca, pero se sorprende con los libros de regalo. “Es muy importante que nos entreguen estos libros junto con la vivienda, sobre todo para la formación de nuestros hijos. Además, también sirve para que los grandes nos acostumbremos a dedicar un rato todos los días a leer”, señaló, tras bajar del escenario donde le dieron la llave de su casa.
El Programa Casas y Libros alcanzará a medio millón de personas y entregará 1.440.000 volúmenes. La selección de los ejemplares estuvo a cargo de un equipo que contó con el asesoramiento de especialistas en literatura, educación y edición. De los 18 títulos, 13 fueron creados especialmente para esta colección gratuita (ver recuadro).
Cuando todavía los discursos del secretario de Cultura y el gobernador Gerardo Zamora estaban en marcha, la actividad del nuevo barrio ya había comenzado. A dos cuadras del escenario, dos chicos recorrían las calles vírgenes en una bicicleta y el par de cuadras que desembocan en la calle de ingreso al barrio, que lleva al centro de Añatuya, eran pisadas por un número creciente de peatones, entre los que los niños eran mayoría.
“El barrio ya se empieza a armar. Como muchos de los que recibimos las casas nos conocíamos de tantos años de espera, pensamos algunos proyectos, como la forestación de una parte de las tierras para hacer una plaza y que los chicos tengan dónde jugar”, contó Silvia Bravo, con su familia alrededor. No es la única en tren de mejoras. Iber Pereyra, el primero al que llamaron al escenario para recibir sus llaves, opinó que le parecería mejor que “en lugar de una nómina igual de libros para cada casa, se instalara una biblioteca para todo el barrio, ya que de esa forma tendríamos más variedad de títulos para leer”.
Dos horas después de los cinco minutos de fama del perrito, el acto de lanzamiento había terminado. Los más de cinco mil añatuyenses que concurrieron ya se empezaban a dispersar y el pichicho seguía merodeando. Los dos hijos de una de las familias beneficiarias no le habían sacado los ojos de encima a lo largo de la ceremonia. Y tras los tironeos a su pollera, la madre de ambos ya parecía decidida a adoptarlo para la nueva casa. El can se lo había ganado.
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