Jue 03.05.2007

SOCIEDAD  › LAS DOS MIRADAS SOBRE EL JUICIO

El caso García Belsunce

La nueva declaración de Carrascosa se centró en la polémica sobre la presencia de Bártoli en la casa tras la muerte de María Marta. El fiscal y la defensa sostienen posturas contrarias. Aquí, los relatos según cada óptica.

CARRASCOSA METIO A BARTOLI EN LA CASA

Una flamante versión

Por Horacio Cecchi

–¿Usted pertenecía al Cartel de Juárez? –preguntó a Carrascosa su defensor Alberto Cafetzoglus.

–No –respondió con firmeza Carrascosa.

–¿Usted hacía inversiones ilícitas? –preguntó Cafetzoglus como para despejar toda duda ante los jueces.

–Sí –respondió con firmeza Carrascosa.

–Ilícitas dije –insistió, subrayó y advirtió Cafetzoglus, todo en dos palabras, con el rostro transfigurado y la mirada perforante.

–No –respondió Carrascosa, en envidiable capacidad de síntesis.

A esa altura de la audiencia, era el tercer fallido. Freud ya se había levantado dos veces de su tumba y se había vuelto a recostar en ella como si fuera un diván. Fuera de esto, la estrategia de la defensa quedó clara: el viudo salió a interceptar la famosa pericia de audio de la llamada donde aparece Bártoli. Por la mañana, todos los testigos citados por la defensa no aportaron nada de interés para la defensa o directamente respondieron a favor del fiscal. Parafraseando a la defensa, “la guerra psicológica la seguimos perdiendo”.

Si se suponía que el fiscal Molina Pico no contaba con más testigos en su lista, ayer quedó demostrado lo contrario. La defensa citó siete testigos: dos amigos de Carrascosa de la época en que estudiaban en la Escuela Náutica Manuel Belgrano; y cinco policías de la Bonaerense que estaban en funciones aquel domingo de la muerte accidental de María Marta. Con los dos amigos, la correcta estrategia de la defensa buscaba demostrar que Carrascosa no tenía la menor idea del uso de armas; y con los cinco uniformados, que aquello del patrullero acercándose al Carmel pero frenado en su camino por el supuesto intento de coimas era una fantasía del médico Biasi (el segundo de los emergentólogos que llegó a escena y vino a distorsionar la teoría del accidente con la absurda idea de los agujeros en la cabeza de María Marta).

Pero de los siete testigos, dos faltaron a la cita, tres no se acordaban de nada y los otros dos, el amigo Rafael Grigera y el oficial Cristian Magnoli (por entonces, de la subdelegación de la DDI de Pilar), simplemente aportaron datos que no favorecieron a Carrascosa o lo complicaron.

El primero en abrir la audiencia del día fue el viejo amigo Grigera, un ex compañero de cursada cuando Carrascosa era cadete de la Escuela Náutica para la Marina Mercante. No más, ante la pregunta de forma que el secretario Maxi Nicolás debe hacer a cada uno de los testigos, “¿tiene algún interés en la resolución del caso?”, Grigera se detuvo a pensar y dijo: “Sí, que lo absuelvan”. Silencio en la sala, murmullos de fondo. Pasó como un lapsus. Freud empezaba a moverse bajo tierra. Grigera dejó confirmado que Carrascosa aprobó tiro con arma de puño, o sea, sabía lo que era cargar pitutos y dispararlos.

Después fue el turno de Magnoli. El 30 de octubre de 2002, concurrió como actuario a la finca del Carmel junto con una comisión de peritos levantadores de rastros. No fue un allanamiento sino una toma testimonial a Carrascosa. A tres días de la muerte, nadie sospechaba y todavía primaba la teoría del accidente. Magnoli dijo que los peritos se guiaron por las indicaciones del viudo, quien describió cómo murió MM: “Nos dijo que se golpeó con un tirante y con la grifería, nos marcó dónde fue con la mano, y fue muy claro y muy preciso”. Murmullos en la sala. “No fue para nada dubitativo. Es más, justificó el golpe, nos dijo que la mujer era torpe y no era la primera vez que se había golpeado”, agregó mientras los defensores y la querella-en-busca-de-la-verdad parecían querer taparle la boca, figuradamente, claro está.

Después de Magnoli, siguió el grupo de desmemoriados.

Y llegó Carrascosa. Fue su segunda declaración ante los jueces. Igual que en la primera, ayer salió a intentar remontar esto de la guerra psicológica: el viernes pasado se había iniciado la pericia de audio, pedida por el fiscal para determinar si se escuchaba la voz de Bártoli de fondo en la llamada que hizo Carrascosa a las 19.07 a OSDE. Carrascosa siempre había dicho, hasta iniciado el juicio, que con él sólo estaba Michelini y que más tarde llegaron Bártoli y después Irene. Cuando el fiscal sacó a relucir que de fondo de la llamada se escuchaba el llanto de una mujer y la voz de un hombre, y pidió peritar si esa voz se correspondía con la de Bártoli, la defensa puso el grito en el cielo. Pero después, con la pericia en proceso y antes de saber los resultados, empezó a decir que “pues, claro, si siempre se dijo que Bártoli estaba allí”. Ayer, Carrascosa hizo exactamente eso. Hace una semana ya lo había dicho por primera vez Irene Hurtig. El viernes la siguieron Bártoli y el abogado defensor Hernán Ferrari. Ayer, el viudo lo dijo él por primera vez, intentando modificar aquella primera escena. Pero le saltó un furcio: “Si me acuerdo patente que cuando yo hablaba por teléfono Bártoli gritaba ‘¡Viva María!’” (quiso decir “¡Vamos María!”, que después corrigió). El fallido podría interpretarse, benévolo este cronista, como que la quería viva a MM. No fue el único fallido. También tuvo otro, más cercano a la contradicción que a otra cosa, cuando el fiscal le preguntó “¿pero cómo, no era que a Bártoli lo cruzó en la escalera?”. “No puedo ser tan preciso, no me acuerdo, en ese momento estaba muy shockeado –dijo Carrascosa–. Lo quiero ver a usted pidiendo una ambulancia y con su mujer muerta...”. Bip, bip, error. Debería haber dicho accidentada o inconsciente.

Después llegó lo del Cartel de Juárez y la aclaración sobre las inversiones.


BARTOLI YA FIGURABA EN EL EXPEDIENTE

Nada nuevo en la causa

Por Raúl Kollmann

El 13 de noviembre de 2002, es decir hace cuatro años y medio, Irene Hurtig, hermana de María Marta García Belsunce, declaró ante el fiscal Diego Molina Pico. “Llegué a la casa, subo corriendo la escalera y encuentro a María Marta en el piso, mitad del cuerpo en el cuarto y mitad en el piso. Y la estaban asistiendo Guillermo (Bártoli) y Beatriz (Michelini). Yo la vi a ella tirada. Guillermo gritaba ‘vamos María, vamos María’. (Michelini) le estaba haciendo respiración boca a boca. Carlos (Carrascosa) llamando a una ambulancia de OSDE y Beatriz gritaba ‘busquen un médico’”. Esto está en la foja 44 de la causa judicial. Ayer, Carlos Carrascosa no hizo más que convalidar esta versión de 2002 y el relato judicial que también él había hecho el día anterior, el 12 de noviembre de 2002. El fiscal Diego Molina Pico, en cambio, hace trascender, como gran novedad, que la voz de Bártoli, que se escucha como fondo en la llamada de pedido de la ambulancia diciendo justamente “vamos María, vamos María”, sustenta una nueva versión a la que ahora adhiere el acusador: a la hora de la llamada (19.08) sólo estaban en esa casa MM, Carrascosa, Bártoli y Hurtig –no la masajista Michelini– y estos tres últimos se habían complotado para matar a la socióloga.

En la foja 81 –12 de noviembre de 2002– declara Carrascosa: “Ahí ella subió (la masajista) y me vio a mí medio shockeado y me dijo ‘llamá a alguien’ o algo así. Y al primero que se me ocurre llamar fue a lo de Bártoli. Mientras la masajista le hacía respiración boca a boca llegó Guillermo (Bártoli) y siguió haciendo respiración, mientras yo llamaba a la ambulancia. Insistí varias veces con la guardia para que si llegaba la ambulancia la acompañaran hasta mi casa”.

El mismo 13 de noviembre de 2002 también declaró Bártoli: “Llego a la parte de arriba y la veo a MM en el piso. La veo a Beatriz haciéndole respiración boca a boca. Atrás mío, al minuto, llega Irene, mi mujer. Carlos creo que ya había pedido una ambulancia”.

Molina Pico intenta ahora agarrarse de una supuesta contradicción de Carrascosa en dos declaraciones posteriores. En una dijo (fojas 206): “Le grité a la masajista que MM tuvo un accidente... después llamé a Bártoli y después a Urgencias (OSDE)”. En la otra declaración (fojas 884) sostiene: “Llamé a Bártoli e inmediatamente llamé a OSDE”. La conclusión del fiscal es que Carrascosa mintió, porque si hizo una llamada después de otra, Bártoli no podía estar en la casa, y sin embargo eso es lo que se escucha en la grabación.

Ayer el viudo enfrentó al fiscal Molina Pico: “Lo quiero ver a usted, con su mujer muerta, si puede precisar los segundos”. Carrascosa señalaba así que cuando declaró por primera vez, en una fecha más cercana a lo ocurrido, posiblemente tenía una mayor precisión. Su defensa sostiene: “Molina Pico ya no tiene ninguna prueba y ahora elabora una nueva versión alrededor de pequeñísimas disparidades, más que habituales, en cualquier declarante”.

Además de los dichos concordantes de Carrascosa, Bártoli y Hurtig, la masajista Beatriz Michelini declaró cuatro veces: el 12 de noviembre de 2002, el 11 de diciembre de 2002, el 11 de marzo de 2003 y el 21 de marzo del mismo año, en este último caso, ante el juez Julio Lucini. En las cuatro declaraciones dice lo mismo: que cuando llegó sólo estaba Carrascosa en la casa, en el estacionamiento únicamente vio la camioneta de MM y la de Carrascosa, que encontró al viudo completamente shockeado, le tuvo que gritar que llamara a Bártoli y a un médico, que al rato vinieron Bártoli y después Irene.

En las cuatro declaraciones, Michelini dice que llegó a las 18.55 o “un rato antes de las 19”. El vigilador José Ortiz, que concurrió al domicilio de MM y Carrascosa, declaró que a las 19 el viudo le dijo que hiciera entrar a la masajista. El propio fiscal Diego Molina Pico, en el escrito de elevación a juicio, afirma que Michelini ya estaba en el lugar del crimen a las 19.05. O sea que todos estos elementos confirmarían que cuando llamó a OSDE, a las 19.08, ya estaban Michelini y también Bártoli.

Más allá de las cuestiones de minutos y segundos, la mirada de los criminalistas pone el acento en otros elementos:

- Si tres personas se complotan para matar a alguien y tratan de ocultar el crimen, no tiene ningún sentido que –como hicieron Carrascosa, Bártoli y Hurtig– llamen a dos ambulancias que trajeron médicos desconocidos para ellos, a otros tres médicos del country y a un estudiante de quinto año de Medicina. Si uno mató, la lógica es tratar de disimular, sólo convocar a un médico amigo y que se expongan lo menos posible a que algún profesional descubra lo que ocurrió.

- Tampoco agregarían a la escena una masajista que los podría terminar comprometiendo. Si MM ya estaba muerta, le hubiera dicho a la guardia que no hiciera entrar a la masajista porque la socióloga tuvo un accidente.

- Carrascosa y la mayor parte de la familia estaban convencidos de que se trató de un accidente, pero cuando un hermano de MM, John Hurtig, planteó dudas, fueron convocados el fiscal Molina Pico y el jefe de Investigaciones de San Isidro, comisario Aníbal Degastaldi. No es la actitud de alguien que quiera tapar un crimen. Ni el fiscal ni el comisario vieron nada raro, pese a que estuvieron a centímetros del cuerpo.

- Lo que ayer se intentó presentar como una gran novedad –que Bártoli estaba en la casa cuando Carrascosa llamó a OSDE– estuvo declarado desde el principio de la causa. Y lo que requiere el caso García Belsunce es un aporte sereno, razonable, de pruebas. No golpes de efecto.

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