SOCIEDAD
› JOVENES QUE SE AUTOSECUESTRAN: TESTIMONIO DE UNA CHICA
El contagio de un fenómeno macabro
Los casos se reiteran: desde principios de año se conocen ocho y se supone que son más. En medio de los secuestros reales, algunos jóvenes fingen el propio y someten a sus padres a horas de terror. Página/12 habló con la chica que protagonizó el caso conocido ayer.
Cuando todo el país espera noticias sobre Diego Peralta, el joven secuestrado hace un mes en El Jaguel, una tendencia macabra suma adeptos entre adolescentes y jóvenes: el autosecuestro. En lo que va del año, hubo ocho casos comprobados en Capital y el conurbano, pero se presume que podría haber más que no hayan sido denunciados. El domingo tomó estado público un caso, en Luján, de un chico de 18 años. Ayer se conoció otro en San Miguel, en este caso protagonizado por una chica de 17, que estuvo desaparecida durante tres días mientras su familia recibía llamadas que pedían un rescate de 20.000 pesos. El sábado por la noche la policía la encontró sana y salva junto a su novio en la estación de El Palomar, a donde se debía entregar el dinero. Página/12 habló con la adolescente y su familia. Aunque los investigadores no tienen dudas de que se trató de un autosecuestro, la familia de la chica prefiere señalar al novio como el culpable de lo sucedido. Con candor, Susana S. reconoce que al principio de la historia pensó que era “una oportunidad para verse a escondidas” con su novio.
¿Qué pasa por la cabeza de un joven cuando decide autosecuestrarse y someter a su familia a la tortura de creerlo cautivo? Para el psicoanalista Osvaldo Viera, “cuando ocurre este tipo de situaciones aparece claramente para el adolescente la cuestión del cuánto valgo yo, es como tomar la medida del cariño del otro, que casi siempre son los padres”, sostiene. “Es también muy clara la cuestión de evaluar el sufrimiento del otro, de ver cuán importante soy para él –añade–. Tiene que ver con la autoestima, por ejemplo que el chico crea que su familia no le presta la atención que merece.”
En el caso de Susana, la difícil relación con su novio parece ser el trasfondo de la cuestión. Hace seis años, desde los 11, Susana sale con Martín. La relación siempre había sido complicada, pero últimamente las cosas venían peor que nunca. El miércoles pasado él la llamó a su celular para avisarle que al día siguiente se encontraría con ella en el hospital de San Miguel, donde debía realizarse algunos estudios. “Nos encontramos en la puerta y después de que me atendieron fuimos a desayunar a un Mc Donald’s, porque no quería que me fuera a mi casa”, cuenta Susana. En el relato de la chica, de allí tomaron un remise en el que fueron juntos hasta la plaza, donde Martín descendió, y luego a la estación de San Miguel, donde la chica siguió hasta Hurlingham para visitar a una amiga.
De regreso a su hogar, dice haberse encontrado con una pareja conocida de su novio que la llevó “hasta una casa en el cruce de Castelar y me dijeron que no saliera porque iba a venir Martín a buscarme”. Era jueves por la tarde. “Estaba de acuerdo en verlo... pensé que podíamos ir a tomar algo a la noche”, dice Susana. Su familia no aceptaba la relación porque, según explica, había antecedentes de maltrato. “El la manipulaba y tiene toda la culpa de lo que pasó, encima quedó limpito y mi hija tiene un expediente abierto en la Justicia”, se queja más que enojada María, su mamá.
“Trataba de hablar con mi novio y me cortaba la comunicación todo el tiempo –recuerda Susana–. Después me sacaron el celular y lo apagaron, y tampoco me dejaron llamar a mi casa.” El sábado a la noche, de acuerdo al relato de la joven, la llevaron hasta la estación de El Palomar. “Ahí veo venir un patrullero y a Martín que me abraza, se pone a llorar y arma un circo bárbaro”, cuenta. “Estuve engañada todo el tiempo creyendo que Martín iba a venir a buscarme, me decían que lo hacían de onda para que nos viéramos, pero yo sufría mucho por mis viejos.”
Susana no admite el complot. “Este tipo de decisiones no parecen ser individuales, porque la crítica a los adultos siempre surge como una cuestión grupal”, opina el psicoanalista Viera en relación a la habitual participación de amigos o parejas de las “víctimas” en los autosecuestros. “Si hay una fractura entre chicos y adultos, necesariamente la confianza se deposita en los pares, en aquellos que pueden ser cómplices y guardar un secreto”, agrega. Y sostiene que la idea del reclamo “del ‘vos me tenésque dar’ es propia del adolescente, pero en estos casos es ponerle valor a lo que más violencia produce en un padre: la pérdida de la vida de su hijo”.
Para la policía las cosas fueron bastante diferentes. El sábado a la mañana el padre de Susana fue hasta la comisaría a hacer la denuncia por fuga de hogar y a las 17 recibió el primer llamado de una voz masculina que le exigió 20.000 pesos para liberarla. “Ahí todo cambió porque se tornó en secuestro extorsivo y tuvimos que tomar las precauciones del caso”, explicó una fuente policial de la Delegación de Investigaciones de San Martín. Los llamados siguientes fueron para señalar el mecanismo de entrega del dinero: debía dejarse en un container en la estación de El Palomar.
Los agentes sospecharon algo extraño y cuando llegaron al lugar se encontraron con Susana y Martín que, al verlos, intentaron escapar corriendo. “Los elementos que se pudieron recolectar nos hacen suponer que se trató de una picardía de la chica, además de que en la estación apareció ella y no había ningún secuestrador –agrega la fuente policial-. Todo da a entender que fue una situación generada por ella, aunque no reconoce haber estado involucrada.” La versión de la familia –que en esto coincide con la policial– destaca que en las comunicaciones telefónicas se solicitó que el dinero del rescate lo llevara Martín, lo que explicaría la presencia del chico en la estación. “El lo tenía planeado, muchas veces me lo decía indirectamente: ‘Si te secuestran, tu viejo que tiene plata y te adora va a pagar por vos’. Ahora tengo tanto odio como pena.”
Producción: Romina Ruffato
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