Sáb 10.08.2002

SOCIEDAD  › UN COMERCIANTE TUVO AMENAZADO CUATRO HORAS A UN SOSPECHOSO

El día de la toma de rehén al revés

Un hombre tomó de rehén en Budge a un chico
que le llevó a arreglar un objeto robado de su propio negocio: quería recuperar sus cosas.

› Por Carlos Rodríguez

Si algo le faltaba al mundo del revés en que se ha convertido la Argentina, eso ocurrió ayer en Ingeniero Budge, una de las zonas más pobres del conurbano bonaerense. Un pequeño comerciante que se dedica a arreglar televisores y equipos de audio –muy– usados y que había sido víctima de una seguidilla de robos, tomó como rehén a un chico de 15 años. El menor, que por cuatro horas estuvo amarrado a una reja amenazado con un arma que no estaría en condiciones de ser disparada, fue capturado porque había llevado al negocio, para reparar, la batería de una filmadora que había sido sustraída del mismo lugar, cuatro días antes. Al informar sobre lo sucedido, el comisario Denisczuk, de la Departamental de Lomas de Zamora, redondeó el despropósito: “El comerciante identificó el objeto que le habían robado y retuvo al chico porque creyó que era un buen momento para empezar una investigación” sobre los robos que había sufrido. Anoche, en la comisaría, los dos protagonistas de esta historia de perdedores no hacían otra cosa que llorar.
La avenida principal de Budge –una de las pocas asfaltada en esa zona– tiene un nombre que se ajusta a las circunstancias: se llama Olimpo, pero los dioses toman por un atajo. Casi en la esquina con Laprida, en un local minúsculo funciona un comercio llamado Servicio Técnico Arem, cuyo propietario es Roberto Brusina, de 28 años, soltero. Entre la noche del lunes y la madrugada del martes, desconocidos le “barretearon” la cortina metálica del local y se llevaron un buen número de televisores usados, equipos de audio y otros artefactos que estaban para reparar o ya listos para ser devueltos a sus dueños.
Ayer al mediodía, al local de Roberto llegó David, un chico de 15 años, con el propósito de reparar la batería de una filmadora, uno de los objetos que habían sido robados algunas noches atrás. Roberto, al que todos señalan como “un tipo muy tranquilo”, sufrió un brusco cambio de personalidad. Luego de interrogar al menor poco menos que a los gritos, lo ató de pies y manos a una reja que protege la entrada al negocio, luego de lo cual llamó a la policía, pidió la presencia de la Justicia y de los medios de prensa. “Si no vienen lo mato y después me mato”, fue la amenaza de Roberto, que tenía en su poder dos armas. La policía dijo después que la que empuñaba “no estaría en condiciones de ser disparada”.
En pocos minutos, más de cien vecinos rodearon el lugar, hasta desbordar el cordón policial que se armó en torno de la singular toma de rehén. Hasta llegó el grupo Halcón y tomó posición sobre los techos del comercio, mientras los negocios vecinos –una “achurería” y un “bar” que tiene una sola mesa y algunos bancos que parecen de plaza–, cerraban presurosos sus, eso sí sólidas, cortinas de metal. Entre los curiosos se encontraban los padres de David, que intentaron persuadir al comerciante, y familiares de los supuestos autores del robo, que hasta anoche seguían sin aparecer.
El método al que apeló la policía, en su afán por convencer a Roberto, fue también propio de la situación planteada. Por boca de David y de algunos vecinos, lograron identificar las casas –todas muy precarias– donde presuntamente estaban los objetos robados. Como el comerciante, entre otras cosas, también cuestionaba la ineptitud policial, los representantes de la ley decidieron montar una piadosa farsa. Dos hombres llegaron al lugar esposados, como supuestos ladrones detenidos, luego de entregar algunos televisores y equipos de audio que fueron reconocidos de inmediato por Roberto. Después, el propio comisario Denisczuk admitió que no había más detenidos, o demorados, que los propios Roberto y David, ya que a las otras personas “les ponían las esposas como una forma de tranquilizar al comerciante y solucionar las cosas”.
Para terminar de trastrocarlo todo, algunos periodistas actuaron frente a las cámaras de la TV como si fueran fiscales: “¿Su hijo sabe quiénes son los ladrones?”, le preguntaron a la mamá de David, que abrazaba a otra de sus hijas, embarazada, mientras pedía que le tuvieran “consideración” por el drama que vivía con su hijo, primero rehén y luego detenido. Otro representante de los medios inquirió a la tía de uno de los supuestos ladrones: “Usted sabe quiénes son los ladrones. ¿Por qué no repite lo que dijo fuera de cámara?”. En ese marco, los policías celebraron después que todo “terminara bien, sin muertos ni heridos”.
En el puente La Noria, donde tiene su sede la comisaría de Ingeniero Budge, un amigo de Roberto Brusina asumió su defensa. “Es un hombre tranquilo y el arma que tenía ni siquiera podía disparar. Lo que pasó es que está cansado de que lo roben y de que nadie haga nada para evitarlo”. Mario Estévez, amigo y socio de Brusina, recordó que el comerciante de Budge ya había sufrido un robo similar hace dos meses. “Le sacaron televisores y equipos por valor de siete mil pesos y estaba trabajando sólo para levantar la deuda que tenía”. La causa, en la que intervienen los fiscales Patricio Pérsico y Lorena González, estaba caratulada como “robo y privación ilegítima de la libertad”. La policía admitió que David “no tendría nada que ver con el robo”, mientras que hay dudas sobre cuánto le puede costar al pobre Roberto su día de furia. Anoche, distintas fuentes confirmaron que tanto Roberto como David entraron llorando a la comisaría, víctimas de un mismo drama.

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