SOCIEDAD
› NACIO PAMPA, LA PRIMERA TERNERA CLONADA EN EL PAIS
Argentina ya tiene su animal clonado
Un laboratorio privado dio vida al primer animal clonado en el país. Intervinieron científicos de Conicet y UBA. El objetivo final es producir fármacos contra el enanismo y el infarto cardíaco, entre otras enfermedades.
› Por Pedro Lipcovich
Se puede dar la noticia diciendo que nació la primera ternera clonada en la Argentina, pero también se la puede dar así: la Argentina acaba de ubicarse en el selecto grupo de países capaces de producir productos farmacéuticos, a bajo costo y en grandes cantidades, mediante vacas modificadas genéticamente para que los elaboren con su leche. Pampa nació el 6 de agosto y está bien de salud. Tres ejemplares bovinos participaron para conseguirla: uno –nonato– proveyó el material genético; otro, el óvulo; otro, el vientre donde el embrión así obtenido se desarrolló. Pampa surge a la fama por ser la primera, pero las que realmente importarán serán las dos siguientes terneras clonadas, que ya están en camino; éstas llevarán incorporados los genes para producir dos medicamentos: la hormona de crecimiento, que permite prevenir el enanismo, y un fármaco utilizado contra los infartos cardíacos. Unos pocos animales así modificados son capaces de cubrir –parece increíble– las necesidades mundiales de estos u otros fármacos, reduciendo verticalmente los costos de producción.
El primer paso para hacer nacer a Pampa consistió en tomar una célula fetal de vaca. Las células utilizadas, llamadas fibroblastos, se obtuvieron de la piel de un feto (de raza Jersey), y lo que interesaba de ellas era su material genético. Lo segundo fue tomar un óvulo, que se obtuvo simplemente del ovario de una vaca. Se retiró del óvulo su material genético y se lo reemplazó por aquel fibroblasto fetal. A partir de esto, el embrión se desarrolló en laboratorio en sus primeras etapas y después se lo implanta en la vaca que ofreció el vientre sustituto, una Aberdeen Angus. La preñez duró 278 días. Pampa es de raza Jersey, como lo establecen sus genes.
En realidad, hubo y siempre hay que hacer muchos ensayos en estas clonaciones: según los estándares internacionales, sólo uno de cada cien resulta exitosa. Pampita es el primer animal clonado que logra sobrevivir al nacimiento en la Argentina.
¿Para qué sirve un proceso tan complicado y con tan bajas probabilidades de éxito?: para que Pampita tenga, digamos, primas. Otras terneras, concebida a partir del mismo procedimiento, se están gestando en estos meses. Pero estas vaquitas, además, llevarán incorporados genes humanos. Una de ellas tendrá el gen que dirige la producción de la hormona de crecimiento –que se utiliza para prevenir casos de enanismo–; otra vaquita llevará en sí el gen que gobierna la producción del “factor de actividad tisular de plasminógeno”, empleado para tratar el infarto cardíaco.
Cuando crezcan y sean vacas, estos animales genéticamente modificados segregarán esos fármacos con su leche, de modo que el laboratorio sólo tendrá ante sí la relativamente sencilla tarea de purificarlos. La teta de la vaca reemplaza así a todo un laboratorio, con miles de frascos y medios de cultivo en costosas condiciones de esterilidad, con aparataje caro y sofisticado. La vaca es utilizada como “biorreactor”: se la ha programado como un reactor biológico.
La firma Bio Sidus, responsable del nacimiento de “Pampita”, anunció para “los próximos meses el nacimiento de la primera ternera clonada y transgénica obtenida en Latinoamérica, capaz de producir en su leche hormona de crecimiento humana. En todo el mundo, sólo seis países han podido obtener clones vacunos transgénicos”.
Tres o cuatro vacas así modificadas serían capaces de producir ¡toda la cantidad de estos fármacos que se necesita en el mundo entero! Este milagro se entiende si se considera que un solo animal puede producir unos 24 kilos de hormona de crecimiento a lo largo de un año, y cada paciente sólo necesita unos miligramos. Y eso que estos fármacos son muy requeridos en el mundo. Para otros menos requeridos, como el “factor 8”, que utilizan personas con problemas de coagulación sanguínea, un solo animal (se prevé emplear una chancha, en este caso) alcanzaría para la demanda mundial. Y para eso hizo falta clonar la primera célula. Porque en aquella célula fetal, antes de traspasarla al óvulo, se incorpora el gen para que el animal adulto incluya en su leche el fármaco requerido; el material genético así modificado va a estar disponible para sucesivas clonaciones.
Los animales clonados no son precisamente sanos: durante su desarrollo fetal, la placenta no se forma adecuadamente y una vez nacidos suelen tener sobrepeso. Puede decirse que el método utilizado es de bajísima eficiencia, ya que hacen falta muchos ensayos para producir unos pocos animales obesos. Pero eso no importa: con que esos pocos produzcan la preciosa leche farmacológica es suficiente.
Todavía no llegó al mercado ninguna droga producida por animales transgénicos. La primera en ser aprobada para su uso probablemente sea la “proteína antitrombina 3”, para pacientes con problemas de coagulación sanguínea, producida por la empresa Genzyme Transgenics mediante cabras transgénicas; ya se la administró a seres humanos con buenos resultados y sin efectos colaterales.
La firma Bio Sidus, de capitales nacionales, invirtió dos millones de dólares a lo largo de seis años en este proyecto, que contó con el aporte de investigadores de la UBA y el Conicet. La empresa ya exporta sus productos a más de 20 países.
Los países donde se ha logrado clonar terneros hasta ahora, siempre con estos propósitos farmacológicos, son Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Corea y Brasil.
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