SOCIEDAD › LA NASA DESCUBRIO AGUA EN UN SISTEMA PLANETARIO
› Por Federico Kukso
Sin agua, la vida simplemente no existiría; al menos como la conocemos. Y, por suerte, en la Tierra hay mucha. De hecho, el 70 por ciento de la superficie está cubierta por esta molécula esencial (los últimos cálculos indican que en total hay unos 1.400.000.000 km cúbicos de agua en el mundo). Cuando abunda –en inundaciones, lluvias copiosas o superolas provocadas por los tsunamis–, abruma, y cuando escasea –desierto, sequía–, desespera. Sin embargo, desde que comenzó la carrera espacial, a fines de los ’60, el agua atrae. Con cada avance, cada nuevo chiche técnico en forma de telescopio, avanzan las ambiciones de su detección fuera de la Tierra, esperando hallar junto a ella o bien un brote de vida o bien la formación de un espacio propicio para su surgimiento. Las sondas espaciales de la NASA encontraron agua congelada en Europa (luna de Júpiter) y en Marte, y géiseres activos en Encelado (luna de Saturno). Y ahora le tocó el turno a un sistema planetario en pañales o, lo que es lo mismo, en formación: de acuerdo con el Jet Propulsion Laboratory (uno de los organismos de punta de la agencia espacial norteamericana), el telescopio espacial Spitzer divisó suficiente vapor de agua en el sistema “NGC 1333-IRAS 4B” como para llenar cinco veces los océanos de toda la Tierra.
“Por primera vez estamos viendo cómo el agua se vierte en una región donde probablemente se formen los planetas”, explicó Dan Watson, astrónomo de la Universidad de Rochester y autor principal del descubrimiento que apareció en la edición de ayer de la revista británica Nature. “El vapor de agua proviene de la nube central del sistema y fluye luego hacia un disco de polvo estelar que sería el material de la formación inicial de los planetas.”
Las observaciones, además de demostrar que el agua no es un elemento tan exiguo en el universo como se creía, también conformarían las primeras evidencias que muestran cómo el agua comienza a forjar su camino sobre los planetas.
“El agua también existe en las nubes densas de estrellas que se están formando”, ahondó Watson. “Ahora hemos visto el agua cayendo en forma de hielo sobre el joven sistema estelar y que en realidad se vaporiza a su llegada. Este vapor de agua más tarde se congelará otra vez en asteroides y cometas.”
El equipo de Watson estudió alrededor de 30 de los embriones estelares más jóvenes de esta región del espacio localizada a mil años luz de distancia de la Tierra en la constelación de Perseo. Para ello utilizaron el aparato más importante del Spitzer: el espectrógrafo infrarrojo, capaz de revelar las huellas digitales de las moléculas a través del análisis de la luz. De esos 30 embriones –que en algún momento se encenderán y se convertirán en soles– en sólo uno detectaron indicios de agua en estado gaseoso.
Se sabe que el agua llegó a la Tierra a bordo de asteroides y cometas. El descubrimiento de Watson y Cía. no hace otra cosa que comprobar que estos viajeros espaciales no son sus únicos transportes. Tal vez el agua también se produzca en usinas estelares en un régimen de producción de rasgos casi industriales.
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