Jue 17.01.2002

SOCIEDAD  › UN NUEVO ASESINATO EN UN LOCAL CHINO DE INTERNET

Otra vez la sombra de la mafia

Un mes atrás un explosivo mató al dueño de un cibercafé chino. Ayer la dueña de un local similar murió baleada misteriosamente. Sospechan de un hombre que estuvo horas antes en el negocio.

› Por Alejandra Dandan

Son parte de una estructura fantasma hasta que dejan de serlo. Entre el ’94 y ’95 se especializaron en secuestros extorsivos y crímenes sangrientos. En los últimos años la mafia china parecía diezmada. Ahora es posible que se estén despertando. Las triadas chinas que siguen trabajando con el folklore de las mafias italianas, estarían ligadas a dos crímenes cometidos en Buenos Aires en menos de treinta días. El último ocurrió ayer y, como el de diciembre, el blanco fue una china, propietaria de un bar con acceso a Internet. Los investigadores no parecen dudarlo: la intervención de las manos asiáticas, dicen, es más que probable.
Huan Pin Zhenq era la dueña de una sala con servicio público de Internet que está en Rivadavia 2563. El locutorio estaba abierto las 24 horas. Pin Zhenq murió entre las seis y las siete de la mañana. Tenía un tiro en la frente y otros dos que atravesaron la oreja izquierda. El o los asesinos habrían usado un arma pequeña, tal vez calibre 22 y probablemente también un silenciador porque nadie escuchó el disparo.
La mujer, de 38 años, no estaba sola. Dormía en un cuarto ubicado en la parte trasera del local. Al lado, en la segunda habitación de la casa, estaba su marido y dos de sus hijos también dormidos. Esa parte de la casa está conectada a la sala de Internet por un pasillo. Esa especie de puente entre los dos sectores también forma parte del área pública de la casa: sobre el pasillo están los baños que comparte la familia con los clientes. Cualquiera con un poco de sagacidad podía moverse de un lado al otro sin demasiados inconvenientes.
El hijo mayor de Huan Pin Zhenq, de unos veinte años, era el único que estaba despierto. En ese momento atendía a los internautas presentes en el local.
Jorge Saco, el fiscal a cargo de la investigación, todavía no pudo dar con uno de los principales sospechosos. El buscado es alguien de aspecto oriental (tal como manda el género) que poco antes del crimen había estado frente a las máquinas durante una hora. En todo ese tiempo ni siquiera intentó usar el servicio. El detalle fue uno de los pocos datos que dio el hijo de Huan que además es uno de los escasos testigos de la causa. El otro aporte esperado por los investigadores que buscan pistas de las peligrosas células Thong aún vivas en Buenos Aires es el relato del esposo de la mujer. Este hombre, que se desesperó cuando encontró el cuerpo ya muerto, es el único que puede ofrecer datos sobre ciertas presiones que cayeron sobre la familia por una serie de deudas supuestamente importantes.
Este es uno de los puntos donde la historia parece enlazarse directamente con las mafias. Primero, en la casa no habría rastros de forcejeo ni intentos de robos, ni se han descubierto faltas. Segundo, los disparos a sangre fría son semejantes a las “represalias” usadas por estos grupos cuando se quiebran ciertos pactos. “No amenazan a cualquiera”, explica el comisario Carlos Sablich, de Delitos Complejos y especialista en estas organizaciones. “Sus objetivos pueden ser adinerados o comerciantes pero siempre de la colectividad, nunca se meten con blancos.” Sablich asegura que actúan como las mafias italianas: “Cobran seguridad, tal vez con pagos mensuales de cuotas: el problema es que algunos les pagan y otros no, y los que no, reciben la represalia”.
Las represalias son certeras como esta muerte. “Son sanguinarios, no tienen miramientos, su cultura no se los permite”, insiste este comisario que a medidos de los ’90 siguió de cerca los que entraban al país desde la región de Fujian, donde los chicos malos asiáticos construyeron uno de sus guaridas más resistentes. Entre ellos encontró a los responsables de la veintena de secuestros extorsivos que se produjeron en Buenos Aires en ese momento. La mayoría de las víctimas eran los chinos que llegaban al país buscando la ciudadanía argentina para poder ingresar sin visado a los Estados Unidos.
Pero aunque esa época está demasiado lejos, la acción vigorosa de las triadas no desaparece. El Ministerio del Interior tiene una tropa de especialistas que investigó la explosión del 27 diciembre en un local de Internet de San Cristóbal. En esa sala, conocida como Origen-Internet, una bomba casera mató a un hombre chino, propietario del lugar, derribó una medianera y dejó heridas a unas siete personas. Para algunos, el explosivo potentísimo no había sido diseñado sólo para matar. La metodología además, buscaba pulverizar los símbolos tatuados en el cuerpo del muerto.

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