Salguero y Castex. Miércoles al mediodía. La información brota de las ventanillas de las 4x4 que frenan en el semáforo de Castex apuntando con la trompa hacia Alcorta; surge de los comercios aledaños, de la gente que está, de la que pasa y de la que vuelve. Nadie vio nada, pero todos saben, todos tienen algo para decir. Desde el mediodía, el cruce de calles es motivo de intercambio de versiones pero por lo bajo, como bien saben hacer, sin llamar la atención, en Palermo Chico. En apenas cinco minutos, para algunos mucho menos, el ristorante Domani, típicamente italiano, se transformó en escenario de un fato di sangue, cuando dos hombres entraron al lugar para asaltar a uno de los comensales que supuestamente había retirado 50 mil pesos del banco de la vuelta. Al dúo se le escapó un tiro y disparó otro. Dos comensales resultaron heridos en las piernas. Los ladrones escaparon con una laptop de una clienta, cinco celulares y la billetera del hombre de 50. El dúo optó por huir en un auto que quedó atascado en el semáforo. El conductor tocó bocina insistente y todos, muy atentos, le abrieron paso. Una hora después, Palermo Chico había vuelto a lo de todos los días. Nadie había visto nada. Se hablaba del tema, pero por lo bajo.

Para los investigadores, lo ocurrido ayer tiene todo el aspecto de una confusión temporal. Un hombre, de unos 50 años, retiraría del Banco Galicia, de Libertador y Cavia, la suma de 50 mil pesos. Para el caso, portaba un cheque que aparentemente debía cobrar en mostrador. Pero el hombre no pudo cobrar el cheque por motivos ajenos a su voluntad: en el banco había problemas en el sistema informático y le pidieron que regresara un poco más tarde. Era el mediodía. Caminó poco más de una cuadra y media y en la esquina de Castex y Salguero se metió en Domani. No sabía que lo seguían. Se sentó en la mesa 41 y pidió su almuerzo. Los ladrones, imbuidos de la idea de no dejar para domani lo que puedas hacer hoy, apuntaron con el dato. Uno de los ladrones también entró, se colocó en la barra y pidió un tostado mixto. Cuando entró el otro, empezó el asalto. El segundo ladrón sacó un arma y encaró derecho contra la 41, ubicada cerca de la caja. “Le pidió la plata, lo vieron martillar el arma, pero no parece que quisiera disparar”, aseguró un investigador. “Se le escapó el tiro –aseguró el florista, que repetía la versión de un empleado–. Se quedó mirando sorprendido al tipo herido (en la pierna).”

A todo esto, el ladrón del tostado mixto encaró a la caja y amenazó: “Esto es un asalto”. Pero nunca pidió la plata. En cambio, una pareja que se encontraba por el fondo tuvo menos suerte. El ladrón les robó una billetera. A una mujer, una laptop y varios celulares (cinco según el florista, un número indeterminado según la policía). Otra mujer después contó en la vidriería de la esquina que en el momento del asalto estaba en el lugar, haciendo unos dibujos y no vio nada hasta que “le cayó un tipo y le robó la cartera y ella sintió que se le venía el alma al piso”.

Envalentonado con el primero y erróneo, el asaltante disparó el segundo para ordenar un poco la cosa, pero no hizo más que generar confusión porque le dio en la rodilla al de la mesa 30 que miraba azorado. Después, pegaron la corrida hasta la puerta. Subieron a un Peugeot 206 gris clarito. “Fueron para Alcorta –señalaron en la agencia de quiniela de la esquina, con guardia privado y todo–. Yo no escuché los tiros (‘fue uno solo con rebote’, diría luego el florista). Pero me dijo un muchacho que trabaja en la obra, bueno no trabaja en la obra, pero pasaba por ahí, que vio cómo venía un auto gris clarito y se atascó en el semáforo, y el conductor empezó a tocar bocina. Y ¿qué pensás que hicieron? Le abrieron paso.”

Lo dicho, domani sarà altro giorno.