SOCIEDAD
› PREVENTIVA PARA DOS POLICIAS POR UN ASESINATO
El escuadrón, tras las rejas
Las rejas que encierran al policía señalado como capo del escuadrón de la muerte de Don Torcuato, el sargento Hugo Alberto Cáceres, y a su socio, el oficial Marcelo Anselmo Puyo, son cada vez más infranqueables. El juez de garantías de San Isidro, Juan Makintach, dictó la prisión preventiva para los dos bonaerenses por el asesinato de Guillermo “Nuni” Ríos, de 17 años, por el delito de homicidio por el que podrían recibir una condena de hasta 25 años de cárcel. Por pedido del fiscal Lino Mirabelli, el magistrado resolvió que deben permanecer detenidos preventivamente durante el resto de un proceso en el que se siguen acumulando las pruebas que demuestran, tal como lo reveló una investigación exclusiva de Página/12, que Ríos fue fusilado cuando estaba sin armas escapando de la policía. Ayer se conoció el resultado de las pericias balísticas que indican que Cáceres sembró en el lugar del hecho varias vainas de una escopeta de su propiedad para simular un enfrentamiento que nunca existió.
“Encontramos la prueba de Dios”, le dijo ayer exultante el fiscal Mirabelli a este diario. Se refería a una situación para nada habitual en las investigaciones de la justicia bonaerense sobre casos de gatillo fácil: la prueba que demuestra cómo la fuerza acostumbra a armar la escena de los hechos para ocultar que en lugar de matar a los ladrones en enfrentamientos, los ajusticia cuando están desarmados. En este caso –uno de los 60 posibles fusilamientos de menores denunciados por la Suprema Corte Bonaerense–, los peritos balísticos de la Asesoría Pericial de la Corte adelantaron ayer que los cartuchos de escopeta encontrados en el lugar del crimen, y según los policías disparados por los ladrones, salieron en realidad de una escopeta de Hugo “Beto” Cáceres.
En una causa plagada de irregularidades durante su etapa inicial –las vainas ni siquiera fueron numeradas–, la escena de los hechos estaba tan viciada que parecía imposible, de acuerdo a los elementos encontrados allí, reconstruir el supuesto tiroteo que dice la policía que hubo. Pero este diario acercó a la Justicia dos testigos clave. Uno de ellos reconoció, entre varias pistolas 9 milímetros, una que el propio Hugo Cáceres le había robado poco tiempo antes del asesinato de Ríos, junto al botín de un robo. Esa fue la pistola que apareció en manos de “Nuni”.
En realidad, el adolescente había salido con un cómplice, el 11 de mayo de 2000, mareados por el consumo de poxirán, a robar un auto. Apuntaron a un Chevrolet Monza blanco, en el que hacían tareas de seguridad privada Cáceres y Puyo. Llevaban encima solamente un pistolón marca Regio que no disparaba y usaban para amedrentar a los asaltados. Cuando vieron a Cáceres y Puyo salieron corriendo. Los policías los persiguieron. Ríos se metió en un taller mecánico. Allí lo fusilaron.
El juez Makintach consideró que entonces los policías prepararon la escena del crimen. Ahora, con las pericias se sabe no sólo que pusieron junto al cadáver de Ríos una pistola sino que además sembraron vainas de una escopeta que fue secuestrada en la casa de Cáceres junto a un arsenal de armas de guerra, por cuya posesión también recibió la preventiva.