SOCIEDAD
› EL HOSPITAL ALENDE, EN BUDGE, DONDE SE DESCOMPUSO HASTA LA MORGUE
Recorrido por la carencia absoluta
La propia directora tuvo que pagar el arreglo de la morgue de su bolsillo, cuando el olor nauseabundo los invadía. Página/12 recorrió el hospital, donde no hay agujas ni reactivos ni jeringas y los equipos que se rompen no se reparan. A veces, no hay ni gasoil para la ambulancia.
› Por Mariana Carbajal
A comienzos de la semana, un olor nauseabundo, cada vez más irrespirable, se fue apoderando de cada rincón del Hospital Alende, de Ingeniero Budge, hasta llegar a las salas de internación de Maternidad y Neonatología. El origen del hedor, que llegó a sentirse a dos cuadras a la redonda, no era ningún misterio: la cámara frigorífica de la morgue estaba fuera de servicio desde hacía siete días con tres cadáveres en avanzado estado de descomposición en su interior. Recién el martes, cuando la amenaza de un brote infeccioso hizo pensar en una evacuación del edificio, la directora del hospital pagó el arreglo de su bolsillo ante la falta de respuesta de la intendencia de Lomas de Zamora. El hecho es apenas una postal del funcionamiento del centro de salud –inaugurado apresuradamente por el propio presidente Eduardo Duhalde, en 1999, cuando era gobernador bonaerense y hacía campaña para llegar a la Casa Rosada–, en el marco de la peor crisis sanitaria de la historia del país.
Los pasillos que suelen hervidero de gente ayer estaban vacíos. Tras una semana en la que los vahos de la muerte fueron inundando las salas y consultorios sin que el intendente Héctor Mensi (PJ) enviara el dinero para la reparación, los pacientes prefirieron postergar su atención. El arreglo se produjo recién el martes, pero la plata salió del bolsillo de la directora Marta Otero. El olor nauseabundo duró hasta el miércoles. Ayer, el personal de limpieza se esmeraba a fuerza de lavandina y trapo mojado, para alejar cualquier amenaza de infección intrahospitalaria.
Recorrer el Alende es emprender un viaje surrealista. El hospital tiene un buen lejos: las condiciones edilicias, de apenas tres años de antigüedad, llaman la atención. No hay paredes descascaradas y todo parece relucir. Pero es pura carcaza. Apenas uno se entromete en cada servicio el espejismo se desvanece y la realidad brota como brotó el hedor en los últimos días. El personal, encima, tiene que soportar que se le adeuden entre tres y cinco meses de salarios, y que los cobren en cómodas cuotas (hasta cinco) en algún bono provincial.
El hospital, que depende de la comuna, está ubicado en la zona más pobre del distrito de Lomas de Zamora. Su área de influencia abarca una población de unos 350.000 habitantes de Cuartel Noveno, Villa Fiorito, Budge, Santa Marta y Villa Albertina. Lo de la morgue fue la gota que colmó el vaso. En realidad, el Alende nunca llegó a funcionar a pleno. Todavía tiene salas sin estrenar, cuya infraestructura ya está deteriorada. Como en la “Cocina de Leches”, un sector del Servicio de Neonatología dedicado exclusivamente a la esterilización y preparación de los biberones que jamás funcionó, aunque todavía nadie se dignó a arrancar el cartel indicativo. Adentro de esa habitación, convertida en depósito, hay una heladera industrial de dos puertas nuevita, tan impecable como la mesada y otro aparato mecánico para limpiar mamaderas ahí arrumbado. Pero la heladera no funciona porque le sacaron el motor para arreglar otra que está en la cocina. A falta de un lugar especial, los biberones de este hospital materno infantil se esterilizan a la vieja usanza: con agua hirviendo en una cacerola vieja de fondo quemado.
Ni anticonceptivos ni remedios ni nada
Hay entre 100 y 120 nacimientos por mes, la mayoría de alto riesgo porque las mujeres están mal alimentadas y no realizan controles durante el embarazo, o son madres adolescentes. “En estos días, llegó por primera vez a atenderse una nena de 11 años con una panza de siete meses de gestación”, contó Diana Alicata, médica de planta y de guardia de Ginecología. La mitad de las internaciones del servicio son por complicaciones de abortos provocados. “Lamentablemente no podemos hacer planificación familiar porque hace un año que el municipio no compra anticonceptivos”, señaló Alicata. En este hospital materno infantil tampoco hay reactivos para hacer test de embarazo. La lógica que impera en el Alende es simple: “Nada tiene mantenimiento. Lo que se rompe, chau...”, dice Graciela Schavlovsky, coordinadora de Neonatología y lo dice con mucha bronca, la misma bronca que tiene el resto de los médicos por trabajar en condiciones cada vez más deplorables. “Empecé a trabajar el 15 de junio de 2001. A los tres días se rompió uno de los tres respiradores del servicio. Lo mandamos a arreglar. El proveedor nos dejó otro a cambio, pero a los cuatro meses lo vino a buscar y se lo quedó aparentemente porque el municipio tiene una deuda con él. Hace un mes nacieron gemelos prematuros extremos, con 800 gramos cada uno que requerían asistencia respiratoria mecánica. Ya teníamos otro prematuro con respirador y nos faltaba uno. El chiquito se nos moría. Tuvimos que salir corriendo al Hospital Evita para que nos prestaran otro”, relató.
En el Laboratorio no se pueden hacer extracciones de sangre porque no hay jeringas ni agujas. “No estamos dando turnos hace quince días, porque le tenemos que pedir al paciente que traiga su jeringa. Imagínese, no tienen dinero para pagar el colectivo, menos para pagar una aguja”, indicó una de las técnicas. Hace más de dos años que no funciona el contador hematológico, un aparato básico para hacer un simple análisis de sangre y los hemogramas los están haciendo a mano como se hacían antiguamente, mirando a través del microscopio y con reactivos que muchas veces escasean. En una de las paredes está colgado un recordatorio con los pedidos de arreglo: la reparación “urgente” del espectofotómetro, que sirve para medir glucemia, uremia y realizar un hepatograma, se elevó por última vez el 28 de junio.
El hospital no tiene banco de sangre porque en el Servicio de Hemoterapia la centrífuga necesaria para procesar la sangre está rota hace dos años. “Hace unos días nació otro bebé prematuro que necesitaba ser transfundido. Teníamos que ir a buscar sangre a otro hospital, pero no pudimos porque no había gasoil para la ambulancia. Esa situación agravó el cuadro del chiquito, que ya era grave, y finalmente falleció”, recordó el jefe de Neonatología, Rubén Anoni. Un 10 por ciento de los recién nacidos son prematuros, un 12,5 por ciento tienen bajo peso al nacer. Un porcentaje cada vez mayor de los chicos nacen en sus casas y llegan hipotérmicos o con el cordón umbilical cortado con un cuchillo de cocina y atado con un cordón de zapatilla, con riesgo de infección. “Pero no tenemos gammaglobulina, la profilaxis para el tétanos neonatal”, explicó Anoni. El fenómeno del parto domiciliario es otra cara de la pobreza en el conurbano. “Viven en lugares desde donde les resulta difícil el acceso al hospital y si rompen bolsa a la noche no tienen ningún colectivo que las traiga” describió.
El hospital está emplazado en el corazón de Budge, sobre la calle Claudio Alas, a unas siete cuadras del Camino Negro, y unos tres minutos en auto del Puente La Noria. Unas calles más adentro, el barrio se convierte en villa.
Fue inaugurado a las apuradas el 3 de agosto de 1999 por el propio Duhalde, en ese entonces gobernador con aspiraciones presidencial. Nunca se habilitaron la terapia intensiva para adultos ni una sala de preparto ni otra de internación pediátrica. El edificio tiene cuatro pisos. De los tres ascensores, funciona solo uno. Pero ése es apenas un detalle. Los médicos no tienen ni papel para recetar y ya se han hecho la costumbre de llevarlo de sus casas. Pero ése es apenas otro detalle. “Hace años que venimos sufriendo un gran deterioro en materia de insumos, pero ahora hemos llegado al extremo porque no tenemos ningún medicamento”, subrayó Maribel Vélez, a cargo del servicio de Neumotisiología. El 40 por ciento de las atenciones en la guardia corresponden a pacientes con crisis asmáticas severísimas y reagudizaciones de cuadros bronquiales crónicos, por falta de tratamiento. El servicio también se está quedando sin medicación para tratar la tuberculosis.
Las radiografías se revelan manualmente en un procedimiento que lleva entre 20 minutos y media hora, porque la procesadora automática, que daríalas placas en 2 minutos, también está rota. Al final del viaje por el hospital, esta cronista se cruzó con el psicólogo Pablo Torres, a cargo del Servicio de Salud Mental y presidente de la Asociación de Profesionales de la Salud de Lomas, quien le advirtió: “Si después de esta recorrida sentís que necesitás un antidepresivo, desde ya te adelanto que en el hospital no hay”.