SOCIEDAD
› EL OBISPO EMANUEL MILINGO VIVE CERCA DE JUNIN
Purgar pecados en Argentina
Famoso por sus exorcismos y por un escandaloso casamiento que casi le valió la excomunión, el obispo africano vive desde noviembre cerca de Junín, con el Movimiento de los Focolares.
› Por Alejandra Dandan
Esta una de esas historias raras que de pronto aparecen en Buenos Aires. Nadie sabe si su protagonista está aquí por un destierro santo, si lo mandaron para purgar alguna de sus condenas o simplemente porque algunos más santos pensaron que este lugar era el punto más austral del planeta. Pero desde noviembre del año pasado vive en los alrededores de la ciudad de Junín Emanuel Milingo, aquel obispo africano conocido por sus rituales exorcistas y más conocido aún por el casamiento con una médica coreana miembro de la secta Moon. Desde aquel escándalo en el que el obispo estuvo a punto de quedar excomulgado de la Iglesia, la prensa de todo el mundo persigue su paradero. Ayer la Santa Sede confirmó su destino: Argentina. Y Página/12 encontró a quienes lo cobijan.
Milingo está viviendo ahora en una pequeña comunidad católica con dos obispos y un sacerdote. Los cuatro están en la casa de una de las organizaciones laicas de la Iglesia conocida como Movimiento de los Focolares. Allí, por estos días, el obispo africano está escribiendo las últimas páginas de una biografía. En esas líneas, Milingo describiría su relación con el Vaticano durante los mejores años de su prelatura, cuando aún no existía el matrimonio ni sus vínculos con la secta Moon en su foja de servicios.
Ese quiebre sucedió en mayo del año pasado. Hasta ese momento, el obispo ya llevaba veinte años de ministerio en una relación tensa con la Iglesia. Actualmente de 72 años, Milingo es obispo desde los 39. En la década de los 80 el Vaticano comenzó a recibir noticias sobre las actividades poco sanctas de quien por entonces era arzobispo de Lusaka en Zambia. Por esa época, se comenzaban a conocer sus ceremonias y rezos invocando voces de muertos y espíritus de otros lares en ritos exorcistas. Esas fueron algunas de las prácticas que incomodaron al Vaticano y generaron una suerte de enfrentamiento, a veces tácito y otras no, con el prelado africano.
En el camino hacia su matrimonio, Milingo fue trasladado de diócesis y fue derivado incluso a un puesto administrativo en el Pontificio Consejo para los Migrantes en Roma. Pero ni aún así el clérigo se doblegaba. En cualquiera de los ámbitos donde aparecía, su presencia arrastraba a fieles de dentro y fuera de su estructura religiosa. Y tanto que un día, cuando ya tenía 71 años, terminó arrastrando a un altar a María Sung, una médica coreana habitante del planeta del señor Moon.
El casamiento se hizo en Nueva York en una ceremonia legitimada con el dogma y los rituales Moon. Pero el compromiso no duró demasiado. El Vaticano respondió rápidamente a ese acto, convocando al obispo y asegurándole una excomunión. Milingo volvió entonces a Roma y su mujer en tanto fue ocupando un lugar cada vez más público: hizo una huelga de hambre en medio de Roma, declaraciones en contra de toda la jerarquía eclesial y aseguró en todos lados que a su marido lo tenía secuestrado la Iglesia. Su marido, mientras tanto, iba preparando una vía de escape sigilosa y rápida hacia la Argentina.
Fue exactamente en octubre de 2001 cuando el obispo africano supo cuál sería su destino. Un mes antes había tenido una reunión clave con Juan Pablo II en la residencia de verano de Castelgandolfo. En ese momento y en ese encuentro, Milingo reanudó su compromiso con la Iglesia y le pidió una nueva chance a su jefe espiritual. En esas condiciones, volvió a reinsertarse en la estructura de la Iglesia, preocupada por entonces no sólo por Milingo sino por su capacidad de movilización, por sus seguidores, por su prédica y por los efectos que provocaba cada una de sus apariciones públicas.
En ese contexto, el Vaticano le pidió auxilio al Movimiento de los Focolares, uno de los grupos religiosos con una estructura sólida desarrollada en buena parte del globo. Ese contacto disparó entre los focolarinos la búsqueda de un destino apto, pero sobre todo bien alejado del tormentoso ambiente de los medios europeos. Los dirigentes máximos delmovimiento tomaron la decisión en octubre durante una reunión en Italia. Días más tarde, el obispo aterrizaba en Buenos Aires y desde allí a la zona de Junín.
Desde esa época hasta aquí las versiones tejidas sobre el paradero del padre africano incluyeron hasta historias de secuestros. En Buenos Aires, se decía que vivía en Mar del Plata o en los alrededores. Para algunos voceros de la Iglesia estaba en realidad en algún lugar de Villa Gesell y para otros vivía con miembros de la secta Moon que, además, le habían pagado el viaje de avión a la Argentina.
Ayer la agencia de noticias ANSA difundió la versión oficial del Vaticano. Allí Tarcisio Bertone, secretario de la Congregación para la
Doctrina de la Fe identificó a sus compañeros de vivienda como del grupo de focolarinos. Con esa declaración, Bertone abrió un tema que aquí se mantenía en absoluta reserva y le dio aire a los miembros de esa comunidad religiosa para admitirlo: “Estamos brindando un servicio que se nos pidió”, explicó sin más detalles un vocero de esa organización en una consulta con este diario.