Después de muchos años, la mayoría de los galardonados son europeos. Y casi todas las investigaciones premiadas son de la recuperación de posguerra. Las mujeres, ausentes.
› Por Alicia Rivera *
Richard Ernst iba en un avión de Moscú a Nueva York cuando el comandante le comunicó que había ganado el Nobel de Química (1991); Leon Lederman (Física, 1988) dice que, con la diferencia horaria entre Europa y Estados Unidos, a los galardonados de ese lado del Atlántico suelen llamarlos a las cinco de la mañana desde Estocolmo “y dan por hecho que vas a perdonarlos por despertarte”; más de un premiado pensó que el anuncio era una broma de sus colegas y Robert C. Richardson (Física, 1996) cuenta que despertó a su mujer para preguntarle si había oído sonar el teléfono y convencerse de que no estaba soñando cuando recibió lo que la misma Fundación Nobel denomina la “llamada mágica”.
Este año hubo llamadas de madrugada que recibieron científicos en Estados Unidos, pero sólo dos de seis. A los otros cuatro galardonados la “llamada mágica” les llegó a media mañana, sin desfase horario: estaban en Europa. Los dos estadounidenses, por cierto, son nacidos en Europa (uno británico y otro italiano de origen). Desde luego, la distribución geográfica de los galardonados con los Nobel de Ciencias es anómala este año, teniendo en cuenta la habitual supremacía aplastante estadounidense. “Tenemos que remontarnos muchos años atrás para encontrar la última vez en que la mayoría de los premiados con los Nobel en Ciencias eran europeos”, recalcó Janez Potocnik, comisario europeo de Ciencia e Investigación.
Entre 1951 y 2006 se entregaron 355 medallas Nobel en las tres disciplinas científicas: el 56 por ciento de los galardonados era estadounidense; el 13,2, británico; el 8,7, alemán; el 3,38, ruso, y el 2,8, francés. Japón ocupa el sexto lugar con un 2,2 por ciento (ocho galardones) del total de premiados en medio siglo.
Si el color europeo de este año es una casualidad o una tendencia no puede saberse aún, pero tal vez sea significativo que casi todos los descubrimientos premiados son de hace un par de décadas o poco más, cuando la ciencia europea, sobre todo la alemana, había remontado la casi aniquilación sufrida con la II Guerra Mundial.
Lo que no da muestras de cambiar, por el momento, es la abrumadora diferencia entre el número de hombres y el de mujeres galardonados con los Nobel de Ciencias, con sólo doce premiadas desde 1901. La primera fue Marie Curie, en 1903 (Física), y la última Linda B. Buck, en 2004 (Fisiología o Medicina).
En cuanto a la edad de los galardonados en 2007 (entre los 66 años de Martin Evans y los 82 de Oliver Smithies), sigue la tónica de los últimos años, con la mayoría de ellos en la fase madura de su carrera o ya jubilados. El premiado de mayor edad es uno de los galardonados en Economía en 2007, Leonid Hurwicz, con 90 años. Los diez laureados en Ciencias más jóvenes de la historia de los Nobel lo fueron en la primera mitad del siglo XX. Lawrence Bragg, que recibió el premio de Física a los 25 años (en 1915), es el benjamín histórico de la fiesta anual de Estocolmo. Los siguientes por edad fueron Paul Dirac (1933), Carl Anderson (1936) y Werner Heisenberg (1932), los tres con 31 años cuando recibieron la distinción y los tres en Física.
La vida de los científicos que reciben el diploma, la medalla y la cantidad en metálico del premio (este año poco más de un millón de euros a dividir entre los premiados en cada categoría, si son varios) cambia después de pasar por Estocolmo, con todos los honores, respeto e invitaciones que suelen disfrutar a partir de ese momento. Hasta ahora 777 personas y 20 instituciones han recibido el Premio Nobel en sus seis categorías, las tres de Ciencias más Literatura, Economía y Paz.
A Estocolmo sólo llegan unos pocos cada año. Dos instituciones diferentes (el Instituto Karolinska en Medicina o Fisiología y la Real Academia Sueca de Ciencias en Física y en Química) se encargan de seleccionar a los candidatos y proclamar a los ganadores, en un proceso que dura todo el año. Los tres comités envían en septiembre unas 3000 invitaciones a científicos de instituciones académicas y universitarias de varios países –que cambian cada año– para que hagan sus propuestas para la siguiente edición de los premios.
Tras recibir las propuestas, evaluarlas y consultar con expertos, los comités Nobel emiten su informe de recomendación de los candidatos finales a la Academia de Ciencias. Tras este proceso llega el mes de octubre y decenas o centenares de investigadores en todo el mundo están expectantes porque tal vez... Una vez conocido el resultado de la elección correspondiente, cada comité Nobel hace la “llamada mágica”, sólo unos minutos antes de hacer públicos los nombres de los galardonados.
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.
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