Sáb 20.10.2007

SOCIEDAD

Reclamo por el crimen de un chico, rodeado de un clima de impunidad

Familiares y amigos de un chico de 16 años, asesinado el lunes en Pompeya, cortaron una avenida para pedir la captura del acusado. Dicen que el autor tuvo un “trato preferencial de la policía”.

El humo de goma quemada volaba desordenado sobre la avenida Cruz, en el Bajo Flores. El bombo y el estandarte metían bulla, cumplían su objetivo de llamar la atención, pero sonaban con la lentitud propia de la tristeza. Allí, frente a la entrada de la Villa 1.11.14, los familiares y amigos de Sergio Gallo, el chico de 16 años asesinado el lunes pasado en Pompeya por un hombre que se enojó porque la víctima se apoyó en su auto, reclamaron ayer justicia y denunciaron complicidad policial en el episodio, ya que el acusado aún está prófugo.

Con pancartas y banderas blancas y azules confeccionadas con la poca dedicación que permite la bronca, unas 300 personas –entre ellas los padres de Sergio, María Cisterna y Fidel Gallo– se concentraron al mediodía en la esquina de las avenidas Cruz y Perito Moreno. “Estamos acá para pedir justicia por mi hijo, porque la policía cometió muchas barbaridades en este caso, desde dejar escapar al asesino hasta contar a los medios una versión mentirosa de lo que pasó”, afirmó María en diálogo con Página/12.

Sergio, conocido en el barrio como Cuyano, fue baleado en la madrugada del lunes último en la puerta de un salón donde se realizaba una fiesta. Según los testigos, tras la denuncia telefónica la policía llegó e identificó al homicida, pero no lo detuvo porque el hombre se encerró en su casa y los efectivos adujeron que no tenían una orden judicial para entrar.

Lo cierto es que, para cuando llegó la autorización, el sospechoso al que todos los presentes señalaban como el autor de los disparos, se había fugado. Todavía sigue prófugo. En ese sentido, Cisterna contó: “Esa madrugada, cuando me fui al hospital, la policía y los amigos de mi hijo tenían rodeada la casa de este tipo, para que no se escapara. Cuando volví ya no estaba en la vivienda, y a los chicos los habían sacado los efectivos. Se nota que este hombre alguna relación tiene con la policía”.

Con el estadio de San Lorenzo de fondo, la entrada de la 1.11.14 muestra sus casas emplazadas en el techo de viejos locales o antiguas viviendas de una sola planta. A metros de esas construcciones, todas de ladrillos huecos a la vista, está el centro comunitario Mate Cocido, donde Cuyano colaboraba hacía años. Nahuel Beibe, coordinador del lugar, recordó que Sergio “participaba sobre todo en las actividades solidarias que encaran los jóvenes, ayudaba a servirles la merienda a los chicos del barrio o con el apoyo escolar, organizaba los torneos de fútbol para los más chiquitos, estaba siempre”.

El comedor comunitario, que además tiene una panadería dentro, realiza un proyecto para intentar modificar la realidad del barrio y, según Nahuel, “Cuyano estaba muy comprometido con el cambio por el que peleamos hace años, era completamente solidario con la transformación que buscamos, en la que intentamos luchar contra la construcción de la idea del pobre como delincuente”.

La familia y los amigos de Sergio dicen que tienen identificado al asesino: aseguran que “es un pirata del asfalto”, razón por la cual –-según esa hipótesis– tuvo un “trato preferencial” de la policía. El principal motivo de la concentración de ayer fue reclamar la detención del homicida y su enjuiciamiento. Pero no es el único: en el lugar también estuvieron compañeros y docentes de la víctima, todos de la escuela EMEM Nº 3, donde Cuyano estaba cursando el primer año de la secundaria.

Ellos fueron a reclamar otras cosas. “Venimos a defender la vida, a buscar la forma entre todos los vecinos de que esto que ya parece normal, que nos maten a los pibes, deje de serlo”, sostuvo Julia, profesora de Sergio en el colegio. Al lado, Soledad, que era su compañera de curso, miraba con la vista perdida. Casi sin terminar de entender cómo podía ser que alguien hubiera baleado a su amigo, lo describió como “un chico alegre, siempre activo, que le gustaba jugar al fútbol. Lo queríamos mucho”.

Según quienes el lunes a la madrugada vieron cómo mataron a Cuyano, todo comenzó cuando él salió junto a un grupo de la fiesta donde estaba, y tanto él como los otros chicos se apoyaron en un auto que estaba estacionado en la puerta. “Los pibes que estaban en el lugar nos contaron que en ese momento salió un hombre de la casa de al lado y los empezó a insultar y a decirles que los iba a matar. Entonces mi hijo le contestó, y el tipo sacó un arma y empezó a disparar”, relató la madre de la víctima. Pasó a escasas cinco cuadras de la 1.11.14, como muestra de que aquello que decía su compañero del centro comunitario, sobre la percepción que algunos tienen de los habitantes de la villa, está internalizado hasta en quienes son sus vecinos.

Informe: Eugenio Martínez Ruhl.

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