Para las Fiestas llegó un 20 por ciento más de personas que el año anterior. Y se estima un porcentual igual para enero. También aumentó de 50 a 100 el gasto promedio por cabeza.
› Por Carlos Rodríguez
Desde Mar del Plata
La ciudad –una vez más– dejó de ser patrimonio de los marplatenses y se llenó de turistas, al punto de que se estima que podrían superarse las cifras de enero de 2007, que tuvo un promedio diario de 298 mil visitantes, con un pico de más de 364 mil en el último fin de semana. “Se ha reforzado la tendencia de los últimos tiempos y la ciudad comenzó a llenarse en diciembre, para las Fiestas. Se estima que hubo un 20 por ciento más de personas que decidieron celebrar junto al mar, comparado con el año anterior”, le dijo a Página/12 Hugo Alfonso, jefe de prensa del Ente Municipal de Turismo (Emtur). Las cifras, que todavía son extraoficiales, hablan de 161 mil turistas en Navidad y 260 mil en Año Nuevo. “Es probable que también haya un aumento porcentual similar en enero, pero es prematuro hablar del tema.” Lo que ha subido también en forma notoria, en diciembre, es el gasto promedio por cabeza: de algo menos de 50 pesos por día se pasó a un poco más de 100.
Las autoridades estiman que el incremento del gasto se debe, sobre todo, a la presencia de un turista menos gasolero y con mayor poder adquisitivo. Eso lo demostraría el hecho de que desde las últimas semanas del año pasado y por todo enero, están colmadas las plazas en los hoteles cinco estrellas. De todos modos, también tiene su influencia el aumento de los valores, tanto de los hoteles como de la gastronomía. Las estimaciones oficiales hablan de un incremento del 15 por ciento promedio en la hotelería y de un 10 por ciento en los restaurantes. Otras estimaciones, admitidas por los propietarios de hoteles de primera línea, habla de aumentos que en algunos casos están por encima del 30 por ciento.
El año había terminado muy bien para los turistas, al menos en materia de sol y buen clima para pasar el día en la playa. Las cosas desmejoraron el miércoles en la tarde-noche, con una lluvia por momentos torrencial. Ayer volvió el sol por la mañana, pero a la tarde, aunque no se cumplió el pronóstico de lluvias que se había anunciado, las nubes coparon parte del cielo y el viento del sudeste convirtió a la arena en arma mortal. “Mar del Plata hoy se parece a Necochea”, se quejó a viva voz Mario Pastore, un joven de 21 años que vive en la zona de Bahía Blanca y que está “curtido por los vientos”. Junto con unos amigos iba caminando hacia la playa, por la peatonal San Martín, mientras los remolinos levantaban papeles y tierra, desalentando a los que iban hacia el mar y haciéndoles apurar el paso a los que escapaban de la playa.
“En diciembre tuvimos mucha gente, más que en años anteriores, pero a nosotros no nos fue tan bien porque el clima no acompañó y la gente vino poco a la playa”, le dijo a este diario Esteban Ramos, responsable del balneario de Playa Grande, uno de los más tradicionales. “Lo rescatable fue la última semana del año, donde el calor agobiante hizo que se llenaran todas las instalaciones disponibles”, admitió Ramos. De todos modos, el turista marplatense parece estar recubierto de amianto y se banca todas.
“Nosotros somos fanáticos de Mar del Plata. Venimos todos los años. Lo único que nos preocupa es que las playas se están pareciendo mucho a las de Viña del Mar, porque hay cada vez menos arena y la roca aparece por todos lados.” Juan José Bizama es chileno, tiene 56 años y ayer, junto con su esposa Alina, hacían de tripas corazón para enfrentar los vientos que se llevaban la poca arena que queda en la zona de La Perla o en el balneario Alfonsina.
“Venimos a Mar del Plata desde que éramos adolescentes y mantenemos la tradición porque esta ciudad es una maravilla de confort y de buena comida. Nosotros tenemos muchos parientes que viven en Argentina y nos gusta también Buenos Aires, pero no hay nada como esto.” Juan José, natural de Valparaíso, se declaró “fana de Colo-Colo y de Mar del Plata”. En todo momento hacía alarde de su manejo del lenguaje de los porteños, aunque por momentos se le escapaba algún “po” o un “chuuucha huevón” que desnudaba su origen trasandino. Al caer la tarde, en la zona de La Perla, los Bizama y hasta el monumento a Alfonsina, se habían replegado hacia la ciudad, a la espera de una mejora climática.
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