Los diarios en China empiezan a hablar sobre la homosexualidad. Entre 5 y 10 millones de chinos son gays, pero lo mantienen en secreto.
› Por José Reinoso *
desde Beijing
Un ojo cerrado y otro abierto. Con esta actitud aborda la sociedad china la homosexualidad, que hasta 2001 fue considerada en el país una enfermedad psicológica. Pero las cosas están cambiando. En los últimos años, la prensa ha publicado un número creciente de informaciones sobre un colectivo que las autoridades cifran entre 5 y 10 millones de personas, sobre una población total de 1300 millones. En gran parte, para concientizar sobre los peligros del sida.
La última muestra llegó ayer en el China Daily, el mayor periódico de lengua inglesa del país. En sus páginas interiores, dos hombres y una mujer (ésta de forma anónima) contaban la discriminación y la presión que han atravesado desde su juventud por parte de sus padres y de una sociedad que se debate entre la aceptación y el rechazo frontal a quienes se sienten atraídos por las personas de su mismo sexo.
La nota, titulada “Orgullo y prejuicio”, estaba ilustrada con la foto de dos chicos besándose en un centro comercial de Beijing el día de San Valentín, en 2006. Algo bastante osado en un país que censura las películas en cuanto hay una escena de sexo, por timorata que sea. No obstante, hay que tener presente que el China Daily va destinado a la comunidad extranjera y a una pequeña elite local que lee inglés.
El primero de los testimonios es el de Tong Ge, escritor de 57 años, quien tuvo su primera experiencia homosexual con su mejor amigo en plena Revolución Cultural (1966-1976). “Nunca se nos había pasado por la cabeza que éramos gays, y tampoco sabíamos cómo definir nuestro comportamiento”, explica. Cuando, con 27 años, regresó a la ciudad, se sorprendió al descubrir que había muchos sitios, como parques y servicios públicos, donde los hombres se encontraban por la noche. Tong, que se casó y tuvo un hijo, acabó confesando a su mujer un día el secreto que lo torturaba, a lo que ella respondió que lo sabía desde hacía tiempo. El periódico explica los traumas que sufren muchos miembros de esta comunidad en China, donde “se arriesgan a perder sus trabajos, familias y amigos” si revelan sus preferencias sexuales. Ruo Zhe, de 33 años, asegura que pensaba que era “un monstruo” porque le gustaban los hombres. Incluso intentó tener una novia. En 1997, tras comprarse un ordenador y visitar páginas web extranjeras, descubrió que “no era el único gay en el mundo”. Luego visitó bares en los que se reunía gente con sus mismos intereses. El año siguiente creó un sitio en Internet para gays y lesbianas. Vive con su compañero desde hace seis años, pero dice que no muestran su afecto en público “debido a la presión social”.
“Nunca abandones”, nombre ficticio de la tercera protagonista del artículo, de 26 años, que estudió medicina, apenas ha vuelto a hablar con sus padres desde que les dijo su orientación sexual. “Ambos piensan que tengo problemas psicológicos”, cuenta en el diario. Afirma que sus padres se quedaron muy decepcionados cuando un médico al que la llevaron en Beijing les dijo que su hija era perfectamente normal.
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.
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