SOCIEDAD • SUBNOTA › UN LIBRO SOBRE LA EXPERIENCIA
› Por Carlos Rodríguez
La historia de la villa 1.11.14 del Bajo Flores y de la FM 88.1, contada por sus propios protagonistas, está de-sarrollada con lujo de detalles en el libro Micrófonos para el Pueblo, publicado en abril de este año por Ediciones Bajo Flores. Las 188 páginas están dedicadas a Rodolfo Walsh y a su hija Victoria, ambos asesinados por la dictadura militar, y a todos “los hombres y mujeres que entregaron su vida por la definitiva liberación de nuestra patria”. El propósito, logrado por la obra, fue el de reconstruir historias del barrio en la que se mezclan sacerdotes católicos que vivieron en el barrio, ladrones libertarios, borrachos entrañables, pero sobre todo hombres y mujeres sencillos que dejaron su huella en medio de la multitud de casitas bajas donde viven más de 80 mil personas.
“Soy un producto de las injusticias sociales y siendo un adolescente supe de las persecuciones gratuitas de una policía inmoral al servicio de los poderosos.” Una de las primeras citas del libro es una frase de Segundo David Peralta, conocido como Mate Cosido, un ladrón rural inmortalizado por la cultura popular. El capítulo está dedicado a otro bandido libertario que supo vivir en el Bajo Flores y al que se lo conocía como “El ladrón de la Laguna”.
A lo largo del texto figuran en lugar destacado los curas villeros, desde Carlos Mugica hasta todos los que pasaron por la parroquia del barrio, llamada Santa María Madre del Pueblo. Entre los homenajeados están el padre Jorge Vernazza, Rodolfo Ricciardelli y Ernesto Narcisi, que hace cuatro años se fue del barrio para cumplir su labor sacerdotal en un pueblito de Santiago del Estero.
Siempre aparece, también, la reivindicación del villero como legítimo dueño de la tierra que ocupa. En ese sentido se marca la diferencia que existe en la aplicación de la palabra “intruso”, siempre ligada a los pobladores de la 1.11.14 o de otras barriadas pobres. Sin embargo –se afirma–, nada se dice sobre la usurpación de terrenos inmensos por parte de clubes deportivos, algunos de ellos famosos, asentados a lo largo de la avenida del Libertador, en la zona norte de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires.
Una anécdota sobre el mismo tema recuerda que, en 1970, el padre Jorge Vernazza obtuvo el visto bueno para construir la parroquia del barrio. De todos modos “el permiso para construir la iglesia no otorgaba derecho sobre el lugar”. El documento que firmó Vernazza era muy claro: “Pueden usar la propiedad mientras dure la villa”, que intentó ser erradicada por la dictadura militar y también por algunos gobiernos constitucionales. En estos barrios, “ni Dios es propietario”, se dice en el libro.
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