SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINION
› Por Horacio Cecchi
Mano dura, pena de muerte, bajar la edad de imputabilidad. Los reclamos están a la orden del día. Los medios no informan. Orientan, dan cámara y micrófono, abren espacios y titulares, incomodan, alientan al reclamo de una sociedad denunciante pero acrítica. A esa parte de la sociedad que quiere que la dejen tranquila, que los otros desaparezcan (qué palabra transparente para nosotros, hoy). Los “otros”. Y quiénes son los “otros”. Los diferentes, los que los medios construyen en delincuentes, los olvidados, los obscenos (por quedar fuera de escena), que quizá roben o maten porque es el único modo en que son nombrados. Delincuentes.
A quién se nombra delincuente, a quién designan los medios con el nombre “delincuente”. A quién toma la sociedad como “delincuente”. “El que delinque”, dice el diccionario de la Real Academia Española. Delinquir, “cometer un delito”. Delito, “culpa, quebrantamiento de la ley”.
Pero no todos los que quebrantan la ley son delincuentes, o mejor, no todos los que quebrantan la ley son designados como delincuentes. Un ex presidente en problemas con la Justicia es un ex presidente procesado, no es nombrado en ningún medio como delincuente, aunque su condición agravaría profundamente ese delito que se le imputa. Un banquero con una quiebra fraudulenta encima no es un delincuente. Es un banquero que quebró, como mucho, prófugo de la Justicia. Un acaudalado que mató a su mujer no es un asesino (versión grave del delincuente) sino un viudo que fue preso por el crimen de su esposa, estará preso pero no por delincuente sino por matar a su esposa.
Y entonces, a quién se nombra como delincuente. Sospecho que al que rompe esa tranquilidad, a ese “otro” al que no le está permitido molestar.
Dos casos vienen a cuento como ejemplo de esto que quiero señalar: el primero es el que todos conocemos porque los medios le han dado cámara y es muy reciente. Capristo, y más que Capristo, el caso del chico de 14 años que “le vació el cargador”. Las agencias de noticias desparramaron sus antecedentes de boca del ministro de Justicia bonaerense: “dos robos, uno a mano armada”, y agregaban que “vive en la villa Zavaleta”. La información se desparramó como “reguero de pólvora”. El juez intentó echar leña al fuego y dijo que capaz que en un tiempo, si corregía las causas, el chico podría quedar libre. Se armó tal revuelo periodístico (porque se lo dijo a los medios) que debió corregir y relativizar sus dichos. Dio a entender que no, que este chico así como están las cosas, no sale más mientras dependa de una evaluación que se puede demorar años.
Segundo caso: nadie lo conoce porque los medios apenas si le han dado cobertura, entre ellos y con espacio destacado, Página/12. Ocurrió a fin de octubre pasado. Un chico también de 14 (esa edad de la imputabilidad) mató a otro de 13 (edad por ahora de la inocencia). En La Plata. Ambos vivían o pasaban buena parte del día en la calle. En pocas palabras, no eran de los “nuestros” sino de los “otros”. ¿Alguien escuchó o leyó algo sobre alguna marcha exigiendo mano dura contra el delincuente? La víctima no fue víctima porque nadie la designó como tal, aunque tuvo el mismo final que Capristo. Y el que cometió el delito no fue nombrado delincuente o asesino como el chico de 14 del caso Capristo porque nadie sabe que existe. Y a pocos parece interesarle. Curiosamente, como no hubo reclamos sociales de pena de muerte ni de mano dura ni medios en el medio poniendo cámara, los jueces actuaron como indica la ley del fuero juvenil bonaerense: al chico de 14 lo sacaron de la Justicia penal, lo trasladaron a la Justicia de familia, lo internaron en una comunidad terapéutica adecuada, la Justicia convocó a su familia, trabajan los motivos, los vínculos, los problemas, los orígenes del conflicto. Y el chico de 14, sin condena, internado pero sin privación de la libertad, no intentó fugarse, no fue peligro para nadie, ni para sí ni para terceros. Está allí aprendiendo límites y siendo escuchado para resolver su problema, que por ahora es de él porque no lo conoce nadie.
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