Lun 06.07.2009

SOCIEDAD • SUBNOTA  › EN MéXICO, PASADO EL INVIERNO, YA NADIE USA BARBIJOS NI HABLA DE GRIPE A

El olvido, remedio del virus

El mes de paranoia que detuvo al DF quedó en el olvido. Los medios ya no hablan de barbijos ni nadie los usa. En una reunión de expertos en Cancún, el presidente Calderón dijo que la pandemia “en México, terminó”, pese a que la OMS advierta lo contrario.

› Por Gerardo Albarrán de Alba

Desde México, D. F.

Como si nada hubiera pasado, México vive hoy sin mayor preocupación por el virus de influenza A H1N1. La pandemia ya no es noticia aquí, pero no porque haya sido controlada, mucho menos erradicada. La gente sigue enfermando y muriendo.

Luego de un mes de paranoia, que paralizó a la capital del país y a varias ciudades del interior entre abril y mayo, la cobertura informativa está en el mínimo, volcada hacia las elecciones intermedias de este domingo 5 que marcarán el control del Congreso durante el último tramo de la presidencia de Felipe Calderón. Ahora todo gira alrededor de los comicios: la peor crisis económica de la historia, los escándalos de corrupción en el entorno de la familia presidencial que costaron la vida a casi 50 niños en una guardería en el noroeste del país y la infiltración del narco en todos los niveles de gobierno y hasta en el fútbol.

De hecho, la noticia sobre la declaración oficial de pandemia, el 11 de junio, cuando se estableció la fase seis, casi pasó desapercibida a pesar de que la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan, advirtió que aunque el gobierno mexicano haya dicho que la situación está controlada, debe estar listo para ver nuevos casos, o la expansión del virus en el futuro cercano.

Desde entonces a la fecha, nadie contó los ocho muertos y 4583 nuevos enfermos.

Aquel 11 de junio, el número de casos en México era de 6241. Ayer ya eran 10.894, es decir, 4583 más en sólo 21 días, de los cuales 2214 se registraron solamente entre el lunes y el jueves pasados. Ocho personas fallecieron en el mismo período, lo que elevó la cifra de muertes a 116.

Sin embargo, para el gobierno mexicano aquí ya ni siquiera había una epidemia, según declaró el secretario de Salud, José Córdova, el mismo 11 de junio, justo cuando en el mundo se convertía en la primer pandemia del siglo XXI y abarcaba a 120 países en los cinco continentes.

“La epidemia en México ya terminó, está bajo control y se encuentra en una fase endémica, caracterizada por brotes aislados y de fácil control”, aseguró Córdova, y descartó que se fuera a decretar nuevamente la suspensión de clases o el paro de actividades económicas.

Por si las dudas, ante el llamado de atención de la OMS, el secretario de Salud anunció que el gobierno adquirirá 20 millones de vacunas contra la influenza estacional, para aplicarse en octubre, y 20 millones de dosis contra el A H1N1, para administrarlas en diciembre. La OMS prevé que la primera vacuna contra esta cepa esté disponible en septiembre.

Lo único claro es que el gobierno de Felipe Calderón carga con la responsabilidad de al menos medio centenar de muertes. Las autoridades sanitarias conocieron el primer brote desde el 3 de abril, pero tardaron 17 días en enviar la muestra a un laboratorio de Canadá. Para cuando el secretario de Salud decretó la emergencia sanitaria, el 23 de abril, ya habían muerto 50 personas.

A mediados de mayo, Miguel Angel Lezana, director general del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades, reconoció que el número de fallecimientos “seguramente” habría sido menor de haberse dado el alerta a tiempo.

Más difícil será establecer la responsabilidad del gobierno mexicano en la expansión global de la epidemia, pues no informó inmediatamente a la OMS, como obliga el Reglamento Sanitario Internacional de la propia organización, y desestimó información vital para la detección oportuna del nuevo subtipo de virus de la influenza.

La razón nada tuvo que ver con criterios sanitarios, sino con la visita del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien estuvo en México el 16 y 17 de abril, según acusó el presidente de Cuba, Fidel Castro, tres semanas después. De hecho, un miembro del equipo de seguridad en la comitiva se contagió durante la gira y la Casa Blanca debió repetir hasta el cansancio que el presidente Obama no había estado expuesto al virus.

Ayer, en Cancún, el presidente Felipe Calderón presumió ante ministros de Salud de 50 países el manejo de la epidemia en México y hasta se mostró magnánimo.

Al inaugurar la Reunión de Alto Nivel “Lecciones Aprendidas de la Influenza A H1N1”, Calderón recordó cómo varios países satanizaron a México durante el pico más alto de la epidemia, a fines de abril y principios de mayo, y ofreció que “aquí no vamos a discriminar a nadie ni a suspender vuelos” desde y hacia países que ahora enfrentan la crisis sanitaria, como Argentina.

Lo cierto es que Calderón celebra en el aire. Las críticas aquí sobre las acciones tardías no han cesado, e incluso lo que algunos analistas esperaban, que la ciudadanía pasara la factura en las elecciones intermedias, ayer se cumplió (ver página 20).

Pese a todo, la población ha vuelto a sus actividades normales desde hace ya casi un mes. Fuera de las primeras dos semanas, en que los controles en las escuelas fueron estrictos, y que los empleados de restaurantes y supermercados conservaron puestos los barbijos, la mayoría de los mexicanos dejó de lado buena parte de las precauciones que, hasta entonces, se habían convertido en un inhibidor social.

Ahora sólo leemos sobre la influenza H1N1 en otras partes del mundo, donde empiezan a vivir lo que aquí ya no es más que un recuerdo. Por lo menos, hasta que nos llegue el invierno y, de nuevo, estornudar sea sospechoso.

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