SOCIEDAD • SUBNOTA › LA PERDIDA DE BIODIVERSIDAD
› Por Darío Aranda
“Las plantaciones de árboles a gran escala se extienden en prácticamente todos los países de la región. Ya sean para celulosa, madera o combustible están implicando una serie de graves impactos que afectan a las comunidades locales, tanto sociales y ambientales, con uso de agrotóxicos y degradación ambiental de suelo, agua, flora y fauna”, denuncia el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM). En la misma línea, en septiembre pasado, profesionales y estudiantes forestales de 29 países lanzaron una alerta mundial sobre el cultivo industrial. “Los monocultivos de árboles no son bosques”, advierte desde su título el llamado a tomar conciencia y advierte sobre la pérdida de biodiversidad, alteración del ciclo hidrológico (tanto agotamiento de fuentes de agua como inundaciones y deslizamientos) y degradación de suelos.
Desde una definición técnica, un bosque es un lugar diverso que presenta tres estratos vegetales: uno en el que predominan los pastos, otro de arbustos y un tercero con especies arbóreas. En el bosque habitan muchas especies animales y de allí los hombres generan soberanía alimentaria, abrigo, calefacción y medicinas. “Eso no se encuentra en un monocultivo de pinos”, explican desde la Mesa Campesina del Norte Neuquino.
“Comienzan sembrando pinos en tierras muy degradadas, pero luego van avanzando sobre otras, destinadas a la cría de animales o agricultura familiar”, explica Diego Solana, de la Mesa Campesina, y se suma al debate ambiental. “Hay arraigado un discurso que dice que ‘el verde es vida’, y no es así. El monocultivo forestal desaloja, empobrece la biodiversidad y no es complementario con otras actividades, como la cría de ganado, característica de la región. En resumen: es como el monocultivo de soja.”
La Patagonia es el segundo polo forestal del país, pero aún no está claro el destino final de su producción futura. Las organizaciones sociales advierten dos posibles usos: futuras (y cuestionadas) plantas de celulosa en la región y el negocio de los “bonos verdes”, una suerte de “acciones ambientales de bolsa” surgidas del Protocolo de Kyoto.
Jorge Barros, de AFOA, explica que aún no existe desarrollo forestal en pos de los bonos verdes, pero advierte que “puede haberlo”. “Es factible, pero los actores protagónicos serían las grandes empresas, con no menos de 5000 hectáreas comienza a ser rentable”, señala.
El Grupo Benetton sembró 6700 hectáreas en Chubut, en sólo cinco años. Las petroleras hacen punta en Neuquén. Chevron lleva sembradas 5.000 hectáreas. Repsol-YPF ya alcanzó las 10.000 y avanzará con otras 5000 hectáreas antes del 2011.
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