SOCIEDAD • SUBNOTA › PARA DOS ESPECIALISTAS, LOS JóVENES CARGAN ESE IMAGINARIO
› Por Horacio Cecchi
En la provincia de Buenos Aires, el ochenta por ciento de los casos de homicidio entre chicos se debe a muertes groseras, sin premeditación, típicas peleas que se les van de las manos. Pero los homicidios cometidos por chicos son apenas el uno por ciento de los delitos cometidos en la provincia de Buenos Aires. “Es una cifra insignificativa en relación al total de casos”, explica el defensor oficial del fuero de Responsabilidad Juvenil bonaerense, Julián Axat. “Los chicos que se ven hoy como violentos nacieron durante el vacío menemista, la ausencia de expectativas”, agrega. Damián Muñoz, integrante de la Comisión de Infancia de la Defensoría General de la Nación, sostiene que “la violencia de los jóvenes se visibiliza como estructural, pero nadie sale a decir que las empleadas de Tribunales son peligrosas ni a pedir mano dura porque una empleada ayer (por el lunes) mató a su pareja”.
La violencia del mundo moderno, curiosamente se transforma en una pertinaz muletilla encarnada especialmente sobre los jóvenes menores de 18. “Si un gerente de una empresa de seguridad mata a otro conductor porque se le adelantó en el peaje –explica Muñoz–, la sociedad no visibiliza el peligro como estructural. Si lo hiciera, hoy estaríamos hablando de lo peligrosas que son las empleadas de Tribunales, porque una de ellas ayer mató a su pareja a cuchilladas, después de haber ingerido antidepresivos y bebido alcohol. Se lo toma, más bien, como un caso, una ruptura en el orden biográfico de esa persona. En cambio, si un chico se pelea con otro y lo mata de un puntazo, es un problema estructural, son todos los jóvenes violentos y eso da para vincular con infinidad de discursos.”
La empatía de la sociedad media con sus pares podría explicar la diferencia de criterio entre el reclamo de mano dura por la violencia juvenil y el rotulamiento de “crimen pasional” en el caso de una pareja de adultos. “Funciona la empatía de un imaginario social determinado –dice Muñoz–, de clase media por ejemplo, que permite caracterizar de manera distinta estos episodios de acuerdo se produzca empatía con la víctima o el victimario. Si el chico muere para separar a un grupo que se pelea, la empatía va hacia él, si el chico que mata lo hizo para defenderse, podría ir hacia el otro costado.”
Axat afirma que “estamos hablando de la generación Cromañón, la que tiene por delante expectativas cero. Sería demasiado lineal suponer que la violencia de los jóvenes es pertenencia de los sectores marginales. No lo vincularía directamente a las necesidades básicas insatisfechas, sería un reduccionismo. Sí a una ausencia de expectativas culturales y sociales, a la falta de expectativas, cierta incertidumbre incluso en sectores medios, porque las reyertas son también propias de sectores medios. En Estados Unidos, hay autores que tratan de vincular las causas del delito a la emoción violenta que genera la falta total de expectativas”.
–¿Se refiere a casos como el de Columbine?
–Exactamente. El reaganismo –responde Axat– impactó en los índices delictivos con la flexibilización laboral, por ejemplo. Hay un concepto del vacío de expectativas y eso genera violencia. Esta generación nacida en los ‘90 no tiene expectativas. Los nacidos en el vacío menemista tienen cero expectativa laboral, de salud.
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