SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINION
› Por Horacio Cecchi
La muerte de Martín Saldaña encierra el núcleo de las componendas que derivaron en el asalto al Banco Nación de Villa Ramallo y en la posterior masacre. Pero, además, la muerte de Saldaña demuestra los gestos del poder cuando su pretensión es cubrir sus propios pasos. No es que Saldaña hubiera conocido ni por asomo a ninguno de los jerarcas policiales de aquel momento. Sino que su silencio daba todas las ventajas para acometerlo. Que no se suicidó fue anunciado a los cuatro vientos desde hace tiempo. Todas las sospechas estaban puestas antes de que ocurriera. La 2ª de Villa Ramallo era la comisaría más vigilada del país en ese momento. La pregunta es quién la vigilaba. La respuesta da risa: la misma Bonaerense. Siete años después, un dictamen pericial de la Suprema Corte bonaerense permitió modificar la dirección hasta entonces segura de la investigación: el cierre de la causa por prescripción. Reconoció que Saldaña fue asesinado.
Siete años es mucho, y dan la pauta de que no había interés o que lo había demasiado. De una u otra forma, el dictamen pericial lo que hizo fue señalar que a Saldaña lo preferían en silencio. Si no es novedad, es interesante investigar que el poder que buscó su silencio hasta siete años después seguía vigente para mantenerlo. Después de todo, las observaciones que confirmó la perito ya estaban descriptas y eran obviedades para un perito. Lo diré en términos vulgares: que si se suicidó la soga debe presionar por abajo y no en forma homogénea alrededor del cuello; que el lazo no puede ser horizontal sino diagonal por el peso del cuerpo; que si se suicidó no pudo ordenar los colchones a un costado; y si no los ordenó cómo hizo para llegar al techo sin apoyarse en ellos; si no tenía el golpe en el cráneo en el hospital, a las 8 de la mañana, es que lo tuvo después. Y en el único lugar que estuvo fue en la celda. En el mismo caso Ramallo, al menos dos policías murieron en circunstancias extrañas. La lupa, ahora, está puesta en la comisaría 2ª.
La causa apremia. Dentro de dos años, el silencio de Saldaña quedará prescripto. En ese caso, será el más grande manifiesto.
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