SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Liliana Mizrahi *
Hace más de 30 años viajé a Israel a visitar a mi tía Raquel. Desde que bajé del avión me pareció que “algo raro” sucedía. En las calles de Tel Aviv, después en Haifa y en Jerusalén la agitación de la gente era muy grande. Crispados los israelíes, se habían puesto de acuerdo para discutir, todos contra todos, al mismo tiempo y en cualquier lugar. Hablaban, gritaban, gesticulaban airadamente. En los ómnibus, los pasajeros hablaban o discutían entre sí, el chofer discutía con los pasajeros que bajaban, con los que subían y/o con los que viajaban. En las esquinas, grupitos de personas reunidas agitaban las manos y vociferaban, de balcón a balcón hombres y mujeres hablaban, en la radio del ómnibus se escuchaba la tensión de las voces de los locutores. No entiendo el hebreo, pero me podía dar cuenta de que algo importante se estaba debatiendo o decidiendo, y nadie parecía quedar indiferente. La discusión me parecía interminable, porque no paraban. Las pantallas de televisión, que veía al pasar, mostraban la discusión en algún ámbito parlamentario, la gente se agrupaba frente a las vidrieras a mirar y seguían discutiendo, algunos hablaban, otros a los gritos. Llegué por fin a la casa de mi tía Raquel que me explicó: “¡Se está discutiendo y están por votar la ley que despenaliza el aborto!”. ¡Era eso! Y, por fin, el aborto se despenalizó. A los pocos días, el clima social se distendió y por la calle se veían muchas caras sonrientes y felices. Una experiencia realmente inolvidable y conmovedora.
Mientras tanto... en Argentina, la Junta Militar (verdaderos abortos, sí), desaparecía y mataba gente, pero nos decían que éramos derechos y humanos. ¡Otra vez, la moralidad torcida para encubrir la realidad!
Muchos argentinos/as no aceptan la realidad concreta e indiscutible de que el aborto existe. El aborto es una realidad de las mujeres, de la gran mayoría. Una realidad diaria. Todos los días las mujeres abortan, ayer, hoy, ahora, hace cinco minutos, recién, esta noche.
Las mujeres abortan no porque les guste, sino porque no quieren tener hijos no deseados, ni planificados, embarazos accidentales, resultados de alguna falla o de la ignorancia.
En estos casos, el embarazo es un problema, una desgracia, un accidente del cual quieren sustraerse lo antes posible. Y en el intento mueren. Centenares, miles de mujeres mueren, porque lo que mata es la clandestinidad, la penalización, la falta de cuidados sanitarios, la ausencia de información, la culpa, el miedo y la carencia de recursos.
Pero ¿qué mujeres mueren? Las pobres, las más pobres. Las mujeres desposeídas de todo, educación, información, alimentación, cuidados higiénicos, dinero para pagarse un aborto en condiciones humanas. Mujeres abandonadas, jóvenes, adolescentes, madres de otros hijos, mueren en la oscuridad de su desesperación y de su desgracia.
El aborto no mata, sin embargo muchas mujeres mueren, ¿por qué? Porque parte de la sociedad argentina no acepta esta realidad, no le gusta, no la quiere ver, no le importa y propone argumentos morales hipócritas, mientras continúan sometidos a una moral torcida, y se creen derechos y humanos. Los grupos que se llaman eufemísticamente pro-vida, en la realidad fáctica son pro-muerte. Por lo tanto: ¿Pro-vida = Pro-muerte?
Los así llamados pro-vida se resisten y, si pueden, condenan la educación sexual, están en contra, dificultan la entrega de anticonceptivos y también la pastilla del día después, prohíben el uso del profiláctico, culpabilizan el sexo si no es para procrear, y criminalizan el aborto. ¿Qué hacen con la realidad? ¿No la ven?
“Saber ver requiere pensar lo que se ve” (E. Morín). Pro-vida es un eufemismo de la doble moral en la que vive mucha gente. Esta sociedad nuestra, que no quiere ver ni acepta la realidad del aborto, no se detiene a pensar en lo que ve. La sociedad sufre y padece la realidad, sin reconocerla. La realidad concreta es que el aborto es. ¿Cómo reducir entonces los riesgos de muerte?, ¿cómo salir de la clandestinidad?, ¿cómo informar?, ¿cómo hacer prevención? Otra vez la moralidad torcida, perversa.
Nuestra sociedad no puede (todavía) forjar una mentalidad que afirme y valorice un proyecto de transformación social, que podamos debatir sin perseguir ni amenazar.
La “tarea” que nos corresponde ¿cuál es? Madurar, aprender a ser humanos. Esa tarea es ineludible. Sin embargo, en la realidad, chocamos con mentalidades colonizadas por la Iglesia, seres que no parecen saber de la vida más allá de la propia existencia, seres que no saben de la condición humana, de la libertad para decidir, del derecho sobre el propio cuerpo, de la autonomía crítica, ni de la universalidad de la realidad del aborto.
Aun así, con ellos tenemos que debatir y acordar en disminuir los riesgos, para que no sigan muriendo mujeres pobres. Las otras mujeres, en la clandestinidad también, pueden pagar y se salvan. Son abortos también, pero no riesgosos.
El aborto es un tema de conciencia personal.
No hemos podido, aún, como sociedad, generar una transformación que adhiera humana y solidariamente a esta realidad.
La sociedad argentina continúa negándose a un debate que genere un cambio, que permita salvar vidas. Un cambio por el cual los argentinos quieran discutir, luchar, confiar en la libertad de conciencia y defender el derecho de las mujeres a decidir sus maternidades.
* Escritora, autora de Mujeres en plena revuelta.
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