SOCIEDAD • SUBNOTA › JUGAR, A PARTIR DE LOS 18
No es que el billar haya tenido mala fama. O mejor dicho: no estaba justificada la asociación de billar y vagancia. “Lo que pasa es que un tiempo lo único que había en Buenos Aires era billar, fútbol y carreras”, dice Osvaldo Berardi (en la foto) que deja pasar unos segundos y agrega, por si quedaran dudas: “de caballos”. En Avenida de Mayo diluvia desde hace horas, el aire está pegajoso, pero Berardi es tan porteño que ni en este verano tórridamente tropical podría dejar pasar un cafecito en la mesa de un bar. En especial cuando se trata de Los 36 Billares, el lugar que lo tiene a él como jefe de sala. Llega pasado el mediodía, se va al caer al noche. A veces, puede irse un poco más tarde, porque “espero a los muchachos, que vamos a comer con una barra”.
Si se habla de figuras podría pensarse que el lugar y él son tal para cual: el bar es tan legendario para la ciudad y la actividad billarística que su fundación se remonta a 1894; Berardi tiene a cuestas haber ganado el campeonato mundial de billar en 1967, además de dos subcampeonatos (en 1974 y 1975, en Buenos Aires), 19 títulos sudamericanos, 59 argentinos, cinco premios Olimpia de Plata, un Konex de Platino a la actividad deportiva (en 1990), y eso por hacer una enumeración abreviada.
Pero de todo eso él no dice nada. Intenta, en cambio, explicar por qué hubo una época en la que el billar parecía pertenecer a otro mundo, a una dimensión opaca pero tan identificada con lo porteño que ni siquiera se cuestionaba. “Computación no había. Bailes de pibes no existían. Esos bailes que los pibes vienen a las 6 de la mañana, 7 de la mañana, antes no existían, porque inclusive a nosotros, los grandes, eran 2, 3 de la mañana y se cerraba el baile y se tenían que ir para la casa. Claro, el billar era sinónimo ... antes no dejaban entrar a la zona de billar hasta los 18 años. Entonces usted esperaba cumplir 18 años, iba y decía ‘¿puedo entrar? Ya soy mayor’. Antes había que tener 18 años para poder empezar en la vida. ¿Me interpreta?”
–¿Por qué cree que prácticamente no hay mujeres en el mundo del billar?
–Ojo, hubo mujeres buenas jugadoras de billar, eh. Acá vino una japonesa en el año ’46, ’47, fue Perón a verla inclusive. Jugó una final en el Luna Park. Quince mil personas.
–No se usaban las pantallas gigantes como ahora, ¿cómo se llegaba a ver la mesa desde la platea?
–Se veía. Había muchos billares, la gente estaba acostumbrada. Se empezaron a sacar, después de la época de Perón... ¿por qué? Porque, por ejemplo, yo acá (en el salón del bar) tenía 10 billares. Si los sacaba y ponía 10 mesas, me dejaba 10 veces más plata que los 10 billares que tenía. Entonces los bares empezaron a sacar los billares y a poner mesas, porque la gente estaba acostumbrada a tomar sus vermucitos, estaba acostumbrada a tomar su cerveza, su coñacito. Y ahora al que te pide un vermouth lo mirás raro. ¿Me entendés lo que te digo?
–Como que había más tiempo.
–Más tiempo y más plata. Porque la mayoría de las mujeres no trabajaba, el hombre mantenía la casa. Y hoy trabajando la mujer y el hombre capaz que no mantienen la casa. La vida cambió. La vida se hizo más dura, se hizo más difícil, más cara.
–¿Chicos jóvenes se acercan?
–Sí, pero no hay muy jóvenes. Pasa algo: en Europa el padre billarista trae al hijo a jugar al billar. Aquí no. Acá el padre es billarista y el hijo no viene con el padre. Si yo tuviera un hijo, pienso que estaría conmigo, tanto lo llevaría al fútbol como al billar como a cualquier lado. Acá no vienen. Y algunas mujeres vienen a buscar a su marido, a saludar y se van.
–Pero no juegan.
–No juegan.
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