SOCIEDAD • SUBNOTA › IRENE MELER, PSICóLOGA
“Buenos muchachos”, o bien: abusadores de una niña. Esta sería la disyuntiva o, más aún, el desgarramiento social expresado en la movilización que, en General Villegas, se efectuó en apoyo de los acusados por abuso sexual contra una menor. Así lo plantea Irene Meler –coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires–, y se detiene en el hecho de que la esposa de uno de los imputados estuviera presente en la marcha: “No me apuraría a hablar de una connivencia perversa: uno de los efectos más terribles de la dominación masculina es que, junto a la violencia sobre las mujeres excluidas, para las incluidas rige la anulación del pensamiento crítico”.
–Me impresionó mucho la movilización a favor de los acusados en General Villegas –subrayó Meler–. Creo que presenta, de manera compleja y terrible, un campo social donde distintos actores pugnan por el sentido de los acontecimientos. Hay un sentido políticamente correcto, que ha permeado la cultura, impulsado por los sectores del que podríamos llamar progresismo de género y el feminismo: considera que la menor, presionada por su situación de vulnerabilidad, es víctima, aunque no haya habido violencia directa, y a los varones los percibe como abusadores, no sólo por la práctica de sexo colectivo sino por haberla filmado y difundido. Pero la marcha representa la otra corriente de opinión, más tradicionalista, si se quiere machista, que sostiene: “Son buenos muchachos”, como efectivamente decían participantes en ese acto. El campo social todavía está desgarrado entre estas dos racionalidades.
–¿Qué se resume en ese “buenos muchachos”?
–Manifiesta la percepción de que la sexualidad masculina es por naturaleza obscena, incoercible, promiscua, y entonces los varones pueden ser buenos muchachos aunque hagan esas cosas terribles. Y efectivamente muchos hacen cosas sin tener registro de lo terribles que son: consumen prostitución, utilizando sexualmente a mujeres esclavas. Pero también practican trasgresiones éticas en pequeña escala: la defraudación fiscal, la corrupción de funcionarios integran los códigos que están en la letra chica de la masculinidad. En cuanto a la movilización en General Villegas, algo que impresiona especialmente es la participación de amas de casa y mujeres del pueblo, entre las que se hallaba la esposa engañada de uno de los acusados.
–¿Cómo se entiende la participación de la esposa?
–No me apresuraría a hablar de una connivencia perversa. Es mejor entender la tragedia de esa joven, que marchó para que sus hijos no sean hijos de un preso. Ella defendía su vida, su respetabilidad y la de sus hijos, incluso su manutención, ya que él debe ser sostén del hogar. Uno de los efectos más terribles de la persistencia de la dominación masculina es que, junto con la naturalización del abuso y la violencia sobre las mujeres excluidas, para las mujeres incluidas rige el sometimiento y la anulación de la capacidad de pensamiento crítico.
–En este caso, la excluida sería la víctima del abuso, y la incluida, la esposa del abusador.
–La víctima debía tener alguna característica que pudiera hacerla denigrable, objeto de abuso. Pero también la esposa, la mujer elegida para ser digna madre de los hijos, se halla bajo un dispositivo siniestro de dominación masculina: es un objeto en apariencia dignificado, pero envilecido por la denegación que le es requerida para sostener esa legitimidad.
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