Dom 13.06.2010

SOCIEDAD • SUBNOTA  › LOS COLORES DE UN PASADO GRIS

Montes de Oca, hoy

› Por Juan Ignacio Provéndola

El psiquiatra Domingo Cabred era un verdadero revolucionario. A fines del siglo XIX promovía la rehabilitación de los enfermos mentales estimulándoles la mente y el alma a través de actividades laborales y recreativas. Hasta ese entonces, los tratamientos psiquiátricos consistían en fuertes medicaciones, palizas, duchas frías, sangrías, aislamiento e, incluso, reducción a la servidumbre como singular método de reubicación social.

Como presidente de la Comisión Asesora de Asilos y Hospitales Regionales fomentó la creación de los psiquiátricos Open Door y Montes de Oca bajo el régimen de “asilo, escuela y colonia”. En ambos (a escasa distancia de diferencia), los internos recuperarían sus capacidades a través de tareas en agricultura, ganadería, horticultura, jardinería, lechería, cría de aves o de cerdos o albañilería, capaces de generar los recursos básicos para el autoabastecimiento de la colonia.

En el día de la inauguración, Cabred hablaba de “medicación moral” y miraba orgulloso las unidades habitacionales en forma de chalets. Decía que daban “la impresión de un pueblo pequeño y no de un hospital de alienados”. Aquella tarde, los fundadores guardaron debajo de la piedra basal una caja de plomo para que fuera abierta en el centenario de la institución. Un siglo después, sólo se encontró un cofre corroído por la tristeza, la desidia y también el agua centenaria, que arruinó un papel escrito cien años atrás. Una triste metáfora del tiempo, que vuelve aquellos sueños nobles en una pesadilla inabarcable.

La desaparición de Giubileo corrió el velo de Montes de Oca hacia la sociedad, aunque la colonia era sinónimo del horror y el desprecio por la raza humana desde hacía rato.

“Todos iban y decían ‘¡mirá cómo está esto!’ con la natural hipocresía de siempre, ya que todo el mundo sabía de qué lugar se trataba”, recuerda Marcelo Parrilli. “Los institutos mentales son todos iguales, un depósito de personas que a la sociedad no le interesaba un carajo porque eran personal desechable a los que no se les daba posibilidades de recuperarse ni de que pudieran llevar su enfermedad en mejores condiciones.”

En los últimos años, las noticias escabrosas siguieron multiplicándose. En septiembre de 2001, por ejemplo, encontraron muerto a un paciente que creían fugado desde julio, aunque el fuerte hedor hizo saber lo tardío del hallazgo. Dos años después apareció con el cráneo destrozado otro interno.

El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y el Mental Disability Rights International (MDRI) publicaron en 2008 un informe de 160 páginas realizado sobre casi veinte psiquiátricos de todo el país. El director de Montes de Oca, Jorge Rossetto, reconocía que la violencia y el abuso eran “problemas de la institución”, mientras que uno de los investigadores contaba que a un joven lo tenían atado a una cuna desde hacía un año. En la colonia también se habían observado “techos a medio derrumbarse, vidrios rotos, cables sueltos colgando de techos y paredes y lugares que apestaban a orina y heces”.

Rossetto asumió en su cargo en 2004. Seis años después, analiza: “En todo este tiempo hubo muchas denuncias, algunas con fundamentos y otras sin ellos. Nosotros iniciamos un proceso de transformación y vamos por la mitad. Somos cautos porque tenemos cosas pendientes, pero creo que logramos cosas importantes”. Y enumera: “Inauguramos unidades convivenciales externas y casas de día, donde los pacientes dan un nuevo paso hacia su reinserción social. También lanzamos un programa a través del cual regresan a sus hogares y reciben un subsidio que financia su externalización. Estamos hablando de pacientes con multidiscapacidades importantes. Lograr que una persona deje de andar desnuda o que pueda controlar sus esfínteres es un cambio muy impresionante que se da a través de un proceso largo”.

El martes se inaugurará una nueva casa de día interna para catorce pacientes. Recientemente, seis de los once pabellones fueron remozados con pinturas de varias tonalidades. “Hay mucho color y mucha vida, como frente al peso de la muerte”, dice Rossetto, frente a un gris que se asoma, desafiante, por la ventana de todos los tiempos.

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