SOCIEDAD • SUBNOTA
“La masacre a los pueblos originarios era por sus tierras”, resumió angustiado Domingo Vaca, representante de la Comisión Territorial de Misión Chaqueña, una de las más grandes comunidades del pueblo wichí. “Me contaron historias que me han dejado muy impresionado”, aseguró Vaca. Es que los testimonios de los ancianos de las comunidades que se animaron a contar episodios de aquella masacre del noroeste argentino, que comenzó a principios de 1900 y se extendió hasta mediados de siglo, recuerdan la brutalidad de las muertes. Vaca recordó algunas de las crueles historias, por ejemplo, que “el Ejército abría los vientres de las embarazadas”. El representante de la comunidad wichí aseguró que concurrió a los lugares que indican los testimonios y que vio con sus propios ojos la evidencia de esa matanza: “Las tierras y los huesos parecía como si se los hubiera quemado”. Existen dos masacres que las comunidades originarias tienen particularmente presente por su ferocidad –informó Emilio Iosa, titular de la Fundación Deuda Interna–: una es la de Napalpí en Chaco, en 1924, y la otra es en Rincón Bomba en Formosa, en 1947. El pueblo wichí busca el reconocimiento y resarcimiento histórico: “Tengo la esperanza de que algún día nos verán y escucharán”, expresó Vaca.
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